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Opinión

“ La causa de Francisco” por Bernardo Cerdeira

La próxima visita de su santidad el papa francisco primero a mexico tiene mucha importancia para la iglesia católica, pero así mismo es importante para el ejecutivo de los pinos al cuestionarse la verdadera causa que motivo al sucesor de pedro acudir a la nación azteca.

Sabemos que francisco sea caracterizado por ser un político con talento, inteligencia, visión, cuenta con técnica de oratoria y debate, conciliador pero sobre todo con sencillez humana. Reconociendo la grandiosa tarea de encomendar y lograr la unidad entre cuba y estados unidos dejando atrás sus diferencias del pasado, desde entonces cada acto de su santidad da muestra de ser y saber hacer un político.

Recordemos cuando estuvo en la isla de los castro y en la casa blanca la prensa del vaticano mencionaba que estaría en mexico, ¿lo recuerdan verdad? porque pensaba entrar en ciudad Juárez.

 “Pero ir a México sin ir a la guadalupana hubiera sido una bofetada”. Fueron palabras cuidadosas y diplomáticas que, a la vez, fueron medias verdades por parte del papa francisco, la realidad es que cuando se concluyó el programa de la gira, México estaba excluido. El crimen de los normalistas de ayotzinapa en Iguala, fue la causa.

Analizando que el ejecutivo realizo la invitación formal por la entonces subsecretaria de gobernación para asuntos religiosos, paloma guillén, y el secretario de estado de el vaticano, pietro parolin. Francisco llegaría a la ciudad de méxico y oficiaría una misa en ciudad Juárez, donde se referiría a la inmigración. De ahí, por tierra, cruzaría el puente internacional para entrar a estados unidos por el paso continuando con su agenda, pero el vaticano entones tenia conocimiento por parte de los familiares de los normalistas y los medios de comunicación de lo ocurrido en el estado de guerrero, Francisco dijo que cuando el 17 de diciembre pasado se anunció la conclusión del proceso reservado de negociaciones entre cubanos y estadounidenses, donde El Vaticano jugó un papel central como facilitador, reflexionó: “Voy a entrar a Estados Unidos por Cuba, y la elegí por este motivo”. Para entonces, ya había una ruptura con el gobierno mexicano. La jerarquía católica había tomado partido en el tema de ayotzinapa.

Christophe Pierre, el nuncio apostólico, que es equivalente al cargo de embajador, ofició la misa de navidad en la escuela normal rural raúl isidro burgos de ayotzinapa, donde afirmó: “La Iglesia camina con ustedes. Lo peor cuando uno sufre es sentirse solo. Yo sé que ustedes no están abandonados. ¡Estamos con ustedes! ¡También el Papa está con ustedes!”. No fue casual la toma de posición en El Vaticano. En sucesivos viajes a Roma, los prelados mexicanos hablaron en la sede pontificia sobre lo que estaba sucediendo en Iguala y en varias partes del país, palabras épicas de un discurso muy bien estructurado del papa y mostrando el interés sobre los hechos acontecidos de los  normalistas.

Acto que invita a reflexionar las causas de la próxima visita a la republica mexicana, un servidor considero que es por apoyo a los familiares de los 43, apoyo a la situación de corrupción y violencia que priva en la nación, tomando en cuenta que francisco siguió enviando señales al gobierno mexicano. El 4 de enero de 2015 nombró cardenal al arzobispo de Morelia la diócesis nunca había tenido un cardenal, Alberto Suárez Inda, quien a principio de febrero habló en una conferencia de prensa en Roma de la “manipulación” de los padres de los normalistas y de los intentos de “insurrección”. Su lenguaje era insólitamente duro para un prelado, pero diáfano para lo que quería transmitir El Vaticano. “Percibo que hay una cierta manipulación y una cierta tendencia política, de intereses que se aprovechan del dolor de los padres de familia para provocar insurrecciones”, afirmó Suárez Inda.

Una visita política para tratar de ser un mediador con el pueblo y las autoridades mexicanas, necesario que el vaticano este jugando este rol básico para tratar de consolidar algo de tranquilidad y paz en este mexico lindo y querido.

Muy a su estilo y propio, estudiemos la verdadera causa que motivo a su santidad a tener este acercamiento con el pueblo mexicano, el vaticano siempre ha estado al pendiente de las políticas publicas de nuestro país y con ayotzinapa, Emilio Álvarez Icaza, secretario ejecutivo de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, promotor del Grupo Interdisciplinario de Expertos Independientes que recientemente dio a conocer un informe sobre el crimen en Iguala, que desmanteló la versión oficial de la PGR sobre lo que sucedió con los normalistas de ayotzinapa fue factor indispensable para que se diera la próxima visita de su santidad a tierras aztecas.

Gracias por su atención brindada.

Opinión

Francisco: el futbolista que soñaba con ayudar a los pobres. Por Caleb Ordoñez Talavera

En un mundo donde los líderes suelen subir al poder sobre pedestales dorados, Jorge Mario Bergoglio eligió las sandalias del pescador. Aquel argentino que un día fue arquero de fútbol, amante del tango y de los libros de Dostoyevski, se convirtió en Papa y jamás olvidó de dónde venía. Francisco no fue un pontífice cualquiera; fue un Papa de carne y hueso. De esos que uno siente que podría toparse en la fila de las tortillas, con una sonrisa serena y una mirada que, sin mucho ruido, te abraza el alma.

Francisco ha sido, sin lugar a dudas, el Papa más disruptivo en siglos. No porque haya roto dogmas —la estructura doctrinal sigue firme—, sino porque le dio un rostro distinto a la Iglesia Católica. Dejó de lado la solemnidad acartonada y abrazó la humildad. Cambió el papamóvil blindado por un Fiat, rechazó vivir en los lujosos aposentos vaticanos y optó por una residencia sencilla. El “Vicario de Cristo” en la tierra eligió la austeridad, no por estrategia, sino por convicción.

Pero su verdadera revolución fue moral y emocional. Francisco no gritaba desde el púlpito: escuchaba desde las banquetas. Su papado se volcó en los márgenes, allí donde duele el hambre, la exclusión y el olvido. Su voz fue trinchera para los migrantes, los pobres, los ancianos, los refugiados.

Muchos lo criticaron por “idealista”, como si eso fuera pecado. Pero Francisco no era ingenuo, era valiente. Sabía que sus llamados a la justicia social incomodaban a muchos en las cúpulas de poder, tanto eclesiásticas como políticas. Sin embargo, nunca dio marcha atrás. “Quiero una Iglesia pobre para los pobres”, dijo al iniciar su pontificado. Y no era una frase para los titulares: era su hoja de ruta.

En tiempos donde la migración se convirtió en moneda electoral, el Papa Francisco insistía en recordar lo esencial: los migrantes no son cifras, son personas. Los visitó en las fronteras de Europa, lloró con ellos, oró con ellos, los abrazó. Nunca usó una cruz de oro; la suya era de hierro, sencilla, como el corazón que la portaba.

No fue un teólogo de escritorio. Fue un pastor que olía a oveja. Supo enfrentarse al clericalismo con una sonrisa y un gesto firme. Habló de ecología cuando el mundo prefería mirar al petróleo, habló de inclusión cuando otros aún discutían si las puertas de la Iglesia debían estar abiertas. Fue reformador no porque cambiara leyes, sino porque cambió la conversación.

Y entre todas sus aficiones —el cine italiano, la literatura rusa, la cocina porteña— hay una que siempre lo delató como el más humano de los líderes: el fútbol. Fan acérrimo del equipo San Lorenzo, seguía los resultados con la emoción de un niño. Para Francisco, el fútbol era una metáfora del Evangelio: todos juntos, diferentes, pero con un solo objetivo. “Lo importante no es meter goles, sino jugar en equipo”, decía.

El balón lo extrañará. La pelota, esa esfera rebelde que tantas veces desafía la gravedad, ha perdido a uno de sus poetas silenciosos. No se sabe si en el Vaticano habrá canchas, pero estoy seguro de que Francisco supo lo que es gritar un gol desde el alma.

Su legado es más que palabras. Está en los corazones de quienes alguna vez se sintieron excluidos. Está en cada migrante al que se le extendió la mano, en cada comunidad indígena que se sintió escuchada, en cada creyente que volvió a mirar a la Iglesia con esperanza y no con miedo.

El Papa Francisco nos recordó que la fe sin amor es un cascarón vacío. Que la Iglesia, si no camina con el pueblo, se convierte en museo. Que el Evangelio no es para adornar discursos, sino para incomodar a los cómodos y consolar a los que duelen.

Francisco será recordado como el Papa de los gestos pequeños, de las palabras enormes, del corazón abierto. No hizo milagros, pero hizo lo más difícil: cambiar el alma de una institución milenaria con solo mirar a los ojos de los pobres y decirles: “ustedes son el centro”. Y en tiempos donde el cinismo dentro de la política y en todos los medios cotiza alto, eso es ya un milagro.

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