Los bombardeos israelíes habían matado el viernes a 103 palestinos al término del cuarto día de la operación militar contra Gaza ordenada por el Ejecutivo de Benjamín Netanyahu. Según las autoridades palestinas, 74 de las víctimas eran civiles. Entre ellas se cuentan 23 niños.
La del viernes resultó una jornada relativamente tranquila tras los tremendos ataques del día y la noche anterior. Pero al caer la tardevolvieron a retumbar las bombas y los rotores de los helicópteros de combate sobre Gaza. De madrugada, ese sonido suele preceder a explosiones ubicuas en la ciudad.
La zona está bajo el permanente control de aviones no tripulados de Israel, que también se ocupan de “asesinatos selectivos” como el que mató el viernes al farmacéutico Matas Abu Alkas en su céntrica vivienda. Tres misiles de precisión reventaron el piso entero, matándolo a él e hiriendo a varios de sus familiares. Dicen sus vecinos que trabajaba en un hospital de Gaza y que no tenía filiación política. Los enseres de su casa, en el primer piso, llegaban hasta la mitad de la calle vacía de tráfico. El desmoronamiento de las fachadas por las bombas es uno de los peligros que acechan a los escasos conductores que estos días atraviesan Gaza.
Durante el día, las calles estaban el viernes casi vacías cuando no se llamaba a la oración en las mezquitas. Cunde el miedo a las bombas y a los misiles, que a veces vienen precedidos por explosiones o llamadas de aviso. Otras, no. Además, entre los cohetes de aviso y el misil que mata transcurre un lapso de tiempo impredecible: la muerte puede llegar unos minutos después de la advertencia o, en ocasiones, horas más tarde. Otras veces, solo son cohetes de ruido que no anuncian ningún ataque. La tensión entre la hospitalaria población de Gaza crece, así, cada minuto. El cansancio por las muertes empieza a alcanzar, incluso, a los más jóvenes de la ciudad.
Mientras las bombas de Israel seguían golpeando Gaza, la alta comisionada para los Derechos Humanos de la ONU, Navi Pillay, expresaba el viernes sus “serias dudas” de que Israel esté cumpliendo con las leyes internacionales que prohíben matar civiles intencionadamente. Pillay dijo que la ONU está “recibiendo inquietantes noticias de que muchas de las bajas civiles, incluidos niños, están ocurriendo en bombardeos a viviendas”.
Hay casas particulares reventadas por las bombas en casi todos los distritos de la pequeña franja de Gaza. La mayoría de los niños han muerto en estos ataques, que según Israel se dirigen contra militantes de Hamás. Hasta el momento no han anunciado la muerte de ningún dirigente significativo de la organización extremista. El abuelo de la familia Hamad, que el martes perdió seis parientes en un ataque con drones en su casa, se quejaba en el jardín de “la perversidad” que supone acusarlo de haber usado a su nieto de tres años de escudo humano. Herido por las bombas que le dejaron sin padres, el crío estaba jugando en su propio jardín.
Un cohete lanzado desde Gaza impacta en una gasolinera de Ashdod (Israel) y causa tres heridos, uno de ellos grave
Al día siguiente, Nidal y Mohamed Nawasra, de cinco y dos años, jugaban en la planta baja cuando los mató otro misil en la casa familiar. Minutos antes del inicio del sabbat, el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, compareció para acusar a Hamás y la Yihad Islámica de “todas las bajas” que está produciendo la escalada. “Sus líderes se están escondiendo tras los ciudadanos de Gaza”, acusó, eludiendo las críticas por el elevado número de muertos civiles de su operación. Netanyahu celebró el éxito de haber golpeado unos 1.100 objetivos relacionados con los islamistas, a un ritmo que duplica el de la Operación Pilar Defensivo (2012). La ofensiva, no obstante, tendrá que continuar “hasta que los cohetes cesen”.
Solemne, aseguró a los israelíes que ellos son su “primera consideración” y hará “todo lo necesario” para defenderlos. Ni siquiera los tibios movimientos para intentar arrancar una tregua le hacen modificar su discurso. “La presión internacional —advirtió— no va a impedir que Israel actúe contra los terroristas”. Netanyahu también avisó de que la opción de una ofensiva terrestre con tanques en Gaza está sobre la mesa.
Contra suelo israelí se han disparado en cuatro días más de 550 cohetes, de los que un centenar han sido interceptados por el sistema de defensa antiaérea Cúpula de Hierro. El viernes, las sirenas sonaron en Tel Aviv —donde todos los impactos fueron evitados— y en los alrededores del aeropuerto Ben Gurión –de hecho, Hamás ha pedido a las compañías que “paren” su actividad por los “peligros” de la escalada–, lo que provocó retrasos de apenas minutos. También en Haifa, a 140 kilómetros de la Franja, el punto más alejado amenazado por las milicias hasta ahora.
Ya hay siete heridos por estos disparos. Uno de ellos está grave, después de que un proyectil impactase en una gasolinera de Ashdod, en la costa central, causando un incendio. Dos soldados sufren heridas leves tras un ataque con misiles antiaéreos en la valla fronteriza. Una anciana murió por un infarto cuando entraba en un refugio en Haifa.
Desde Líbano, dos cohetes fueron igualmente lanzados contra Israel. Uno se desintegró y el otro impactó, sin daños, en Metula, la ciudad que se halla más al norte del país. El Ejército israelí respondió con 25 disparos de artillería, que no causaron bajas. Fuentes militares trabajan con la hipótesis de que es una provocación de algún grupo palestino o yihadista menor, que trata de atraer la atención en plena crisis con Gaza. La Fuerza Provisional de la ONU para Líbano investiga el caso.
El País
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