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La imposición por la que Meghan y Harry no conocerán el sexo de su bebé

El bebé de Meghan y Harry nacerá este abril. Pero lo que aún no saben, ni siquiera ellos, es el sexo del bebé real. En cada evento los duques de Sussex son cuestionados sobre este tema y se limitan a responder que prefieren mantener la sorpresa.

«No sabemos si es un niño o niña, lo estamos manteniendo como una sorpresa», contestó Meghan Markle a una pequeña en la primaria que visitó en Berkenhead. Sin embargo, el verdadero motivo para no revelar el sexo de su primogénito, es el protocolo real de la reina Isabel II.

Este reglamento dicta que la reina debe enterarse antes que todos sobre el nacimiento de todo royal baby. Incluso si la monarca estaba dormida cuando sucedió el parto, deben esperar que despierte, informarle y, posteriormente, comunicar la noticia al público.

Una vez que la reina tiene toda la información del género del recién nacido, el Palacio de Buckingham llama al Primer Ministro y a los gobernadores de la Commonwealth. Además de los familiares y por supuesto, los abuelos, que en este caso sería Doria Ragland.

Asimismo, por protocolo nadie puede conocer el sexo del bebé, a veces ni siquiera los padres. Por ejemplo, Kate y William no sabían el género de sus tres hijos hasta que nacieron. De ahí que Meghan comente que será «una sorpresa».

Entonces, el día del nacimiento el doctor firma el expediente con el género del bebé, peso y fecha para que un oficial del palacio lleve el documento del hospital a Buckingham. Posteriormente, la noticia es comunicada a todo el mundo. Después vendrá la presentación oficial del bebé como lo hicieron Diana y Kate en las escaleras del hospital St. Mary’s.

Esto último también es protocolo real, pues los duques deben hacer el debut del bebé frente a los medios. Recordemos el momento en 2013 cuando Kate Middleton tuvo a George y su estilista fue captado entrando al hospital.

Fuente: Quién

Resto del mundo

Cofece multa a Walmart por prácticas monopólicas: la batalla legal apenas comienza

La Comisión Federal de Competencia Económica (Cofece) asestó un golpe histórico al multar a Walmart de México con 93.4 millones de pesos tras concluir una investigación que se extendió por más de cuatro años. La razón: prácticas monopólicas relativas, particularmente en el trato con sus distribuidores.

Según el dictamen de la Cofece, Walmart aprovechó su posición dominante en el mercado para imponer condiciones desfavorables a los proveedores, afectando la competencia en el sector. Aunque no se han revelado todos los detalles de las “contribuciones” impuestas a los distribuidores, el veredicto destaca cómo estas prácticas distorsionan el acceso al mercado y perjudican a competidores más pequeños.

En respuesta, Walmart no tardó en reaccionar. La empresa anunció que impugnará la decisión y enfatizó su compromiso con el cumplimiento de las leyes mexicanas. En su comunicación oficial, destacó que la sanción carece de fundamento y que está basada en interpretaciones erróneas. Este movimiento era predecible: para una empresa de este tamaño, 93 millones de pesos no solo representan una cifra considerable, sino también una amenaza a su reputación.

Por otro lado, la Cofece también se juega mucho. Este caso es una muestra clara de su intención de reforzar la vigilancia sobre los gigantes corporativos. Sin embargo, una batalla legal prolongada podría poner a prueba su capacidad de defender sus resoluciones en tribunales.

Más allá de la multa, el caso de Walmart pone el reflector sobre una problemática común en el comercio minorista: el desbalance de poder entre grandes cadenas y pequeños distribuidores. Si bien el desenlace de este litigio aún está por definirse, el mensaje es claro: los días de actuar sin consecuencias podrían estar contados. La industria y los consumidores estarán atentos a cada movimiento en esta batalla judicial.

 

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