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Opinión

La jefa de la 4T. Por Caleb Ordóñez T.

“El papel de primera dama debe ser marginal. No por falta de capacidad o poca inteligencia, sino porque la persona elegida es el señor, no la señora”, decía la pareja sentimental del candidato en aquel lejano 2006.

Ese año se convertiría para el izquierdista -entonces favorito para llegar a la presidencia- en el más doloroso y desafiante, de su carrera política. Al enfrentar una derrota que catalogó como “el fraude más grande de la historia”.

Ahí estaba ella a su lado. Aunque todos los más cercanos sabían que eran novios, ellos discretamente solían evadir el tema sentimental ante los medios de comunicación, quienes insistentes querían saber más de Beatriz Gutiérrez Müller, la mujer que había conquistado el corazón de Andrés Manuel López Obrador.

Estando embarazada de Jesús Ernesto, Beatriz y Andrés Manuel se casaron en octubre del 2006. Desde entonces, fueron consolidando una poderosa relación de pareja; más allá de lo sentimental, crearon un equipo que llegó hasta el Palacio Nacional. Tuvieron que pasar 12 años para ello, pero el oficio político y apoyo incondicional en un proyecto tan resiliente, puso a Beatriz Gutiérrez como un pilar del triunfo de la izquierda por primera vez, en la etapa democrática moderna de nuestro país.

El actual rol discreto de Beatriz empata su trasfondo catedrático, técnico y bohemio que proyectó desde que era asesora de AMLO en su gobierno del entonces Distrito Federal.

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Opinión

Resurrección. Por Raúl Saucedo

TODOS VUELVEN

En el escenario de la política, presenciamos con frecuencia el auge y la caída de figuras que, en un momento dado, parecían destinadas al olvido histórico. Sus carreras, marcadas por escándalos, derrotas electorales o errores estratégicos en campañas y ejercicios de gobierno, se asemejan a un Viernes Santo Político, donde la oscuridad y el silencio parecen definitivos.

Sin embargo, al igual que la promesa de la Pascua sigue a la reflexión cuaresmal, en la arena política también observamos fenómenos de «resurrección», donde figuras aparentemente sepultadas logran un sorprendente retorno a la prominencia.

Esta capacidad de renacer, de levantarse de las cenizas de una carrera casi consumida, evoca inevitablemente la profunda significación de la Cuaresma. Este período de días, que culmina en la celebración de la Resurrección, es un tiempo de introspección, penitencia y renovación espiritual. Los fieles son llamados a reconocer sus errores, a despojarse de lo superfluo y a prepararse para un nuevo comienzo. De manera análoga, los políticos que experimentan un período de declive a menudo se ven forzados a una suerte de «Cuaresma Política».

Durante este tiempo en la sombra, algunos líderes reflexionan sobre sus errores pasados, buscando comprender las razones de su caída. Pueden dedicarse a reconstruir puentes rotos, a renovar su discurso y a reconectar con una ciudadanía que alguna vez les dio la espalda. Al igual que el ayuno cuaresmal busca purificar el cuerpo y el espíritu, este período de ausencia puede permitirles desprenderse de la arrogancia o los vicios que contribuyeron a su declive.

La «oración» entendiéndose como el diálogo íntimo con lo trascendental, puede traducirse en la esfera política como una escucha más atenta a las demandas del electorado. Aquellos que resurgen suelen haber aprendido la importancia de comprender y responder a las preocupaciones de la gente, en lugar de imponer una agenda propia.

Sin embargo, es crucial distinguir la genuina renovación de la mera manipulación. No toda reaparición política es una verdadera resurrección. Algunos intentos de retorno se basan en la amnesia colectiva, en la explotación de las divisiones sociales o en una simple estrategia de marketing. Estas «resurrecciones» carecen de la profundidad y la autenticidad del espíritu, que exige un verdadero arrepentimiento y un compromiso tangible con el cambio.

Así como la Resurrección religiosa es un testimonio de la esperanza y la redención, los casos genuinos de renacimiento político pueden ofrecer lecciones valiosas sobre la capacidad de adaptación, el aprendizaje de los errores y la posibilidad de un nuevo comienzo. No obstante, la ciudadanía tiene la responsabilidad de distinguir entre aquellos que verdaderamente han renacido tras su «cuaresma política» y aquellos que simplemente intentan reciclar viejas estrategias bajo un nuevo disfraz. La verdadera resurrección, tanto en la fe como en la política, se manifiesta en frutos tangibles de transformación y un compromiso renovado con el bien común.La reflexión de esta semana viene a colación de los paisajes carreteros y pueblerinos donde usted y yo visualizaremos nombres en bardas de tantos y tantos políticos que sueñan la resurrección anhelada o quizá simplemente quedaron sepultados en piedra…Tiempo al Tiempo.

@RaulSaucedo

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