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La mayoría de los «municipios de la esperanza» no retoma actividades

Los gobernadores de Oaxaca, Jalisco, Chihuahua, Puebla y Guerrero decidieron mantener las medidas de distanciamiento social en los «municipios de la esperanza» de sus estados, pese que están autorizados para retomar actividades en medio de la pandemia de coronavirus que atraviesa el país.

La semana pasada el gobierno federal dio luz verde para que este lunes poco más de 300 «municipios de la esperanza», distribuidos en 15 estados del país, reiniciaran actividades escolares, en el espacio público y laborales, pero los mandatarios estatales han optado por mantener las restricciones bajo el argumento de evitar contagios de COVID-19.

Son al menos 269 los municipios que no retomarán actividades: Oaxaca (213), Jalisco (23), Puebla (13) y Guerrero (12) y Chihuahua (8).

El gobernador de Oaxaca, Alejandro Murat, informó que no se retomarán actividades educativas en los 213 «municipios de la esperanza» del estado y que se hará una evaluación para reanudar actividades económicas y sociales a partir el próximo 1 de junio.

En un videomensaje, el político priista explicó que la decisión fue tomada en conjunto con las autoridades municipales. Detalló que pese a que esas localidades tienen en luz verde en el semaforo implementado por el gobierno federal, decidieron acogerse a la luz amarilla, situación en la que se encuentra el resto del estado.

El color amarillo del semáforo implica que podrán operar todas las actividades consideradas esenciales y no esenciales sin restricciones. En el espacio público abierto, como parques y jardines, con restricciones menores; mientras que el espacio público cerrado —templos religiosos, museos, cines, teatros y restaurantes—, de manera reducida.

Explicó que las clases continuarán a través del programa «Aprende en casa» y que a partir del primer día del próximo mes se aplicará un programa de reactivación económica con una inversión de 3,500 millones de pesos en el sector de la construcción.

Fuente: Expansión

Opinión

Emilia Pérez: Una Mirada Cuestionada sobre México Por: Sigrid Moctezuma

En un mundo donde el cine es tanto un arte como una poderosa herramienta de representación cultural, las películas que abordan la identidad de un país llevan consigo una gran responsabilidad. Tal es el caso de Emilia Pérez, una cinta que, aunque prometía ser un relato innovador, ha generado un torrente de críticas por su visión estereotipada y su superficialidad al retratar la cultura nacional.

Descrita por sus creadores como un “narco-musical”, Emilia Pérez sorprendió al ganar cuatro Globos de Oro, lo que dejó en evidencia una desconexión entre las audiencias internacionales y la percepción mexicana. Mientras en el extranjero se celebra como un experimento cinematográfico audaz, aquí ha sido criticada por perpetuar clichés culturales que parecen sacados de una postal turística, ignorando las complejidades del México actual. Aunque su mezcla de comedia, drama y música despertó curiosidad inicial, para muchos terminó siendo un recordatorio de cómo los estereotipos siguen dominando la narrativa global.

Uno de los puntos de mayor desagrado ha sido la manera en que la película aborda temas sensibles como la identidad de género y la narcocultura. Si bien es positivo que estas cuestiones tengan espacio en la narrativa cinematográfica, en Emilia Pérez se sienten tratadas con una ligereza que no honra su trascendencia. Los personajes, en lugar de reflejar matices reales, se convierten en caricaturas que difícilmente conectan con el público.

Las críticas no solo vienen de los espectadores, sino también de sectores especializados en cine y cultura. Se ha señalado que la película parece diseñada para un público extranjero que consume el «México pintoresco», mientras ignora las voces y experiencias auténticas que definen al país. Lo que representa una oportunidad desperdiciada para proyectar un discurso que sea fiel a nuestra riqueza cultural y social.

Este fenómeno no es nuevo en el cine. Muchas producciones internacionales han intentado capturar supuestamente nuestra esencia, pero terminan cayendo en la trampa: el mariachi omnipresente, las cantinas llenas de tequila y la violencia gratuita. Emilia Pérez, desafortunadamente, parece sumar su nombre a esta lista.

No obstante, este tipo de reacciones también abre un espacio importante para la reflexión. La discusión que surge de estas películas pone sobre la mesa la necesidad de que seamos nosotros quienes contemos nuestras propias historias, desde múltiples perspectivas. Es imperativo que el relato cinematográfico internacional comience a escuchar más atentamente las voces locales y trabajen en colaboración para evitar simplificaciones que diluyan nuestra esencia.

En un mundo donde las plataformas digitales hacen que el cine viaje más rápido que nunca, la responsabilidad de representar adecuadamente a un país se vuelve aún más crucial. La recepción de Emilia Pérez debería servir como un recordatorio de que no somos un concepto único y fácil de definir, sino una amalgama compleja de historias, tradiciones y modernidades.

Quizá, en el futuro, podamos ver más producciones que tomen este desafío en serio, dejando de lado las visiones simplistas. Porque México, con todas sus luces y sombras, merece ser contado con verdad y profundidad.

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