“EN EL CASO de Javier Duarte, Roberto Borge y César Duarte, la pregunta no es si van a caer, sino cuándo”. Así abre este lunes la columna Templo Mayor, de Reforma, con el tema de la corrupción como el principal, pues estos tres gobernadores están cobrando cada vez mayor relevancia mediática y política.
Las señales desde el Altiplano son claras. Los dejarán morir, no por ser señalados como ineptos, corruptos y hasta asesinos, sino por haber cometido el único pecado que el PRI reconoce y castiga: perder elecciones y, peor aún, afectar a otras elecciones en puerta, pues luego del 5 de junio el 2018 se sintió mucho más cerca.
Peña Nieto y Enrique Ochoa Reza, presidente del país y del partido, respectivamente, saben que la única forma de tener una remota posibilidad de competir en las siguientes elecciones es dejar de simular y tomar acciones contundentes contra la corrupción en su propio partido. No es una convicción democrática, una renovación moral o una inesperada sensibilidad, simplemente es pragmatismo: si siguen con la corrupción tan descarada el descalabro de 2016 será apenas un aviso del que llegará para el tricolor en 2018.
El tema está entrampado. Es difícil encontrar a un solo dirigente o cuadro priísta importante que no haya participado o solapado al menos actos de corrupción. Ahora quieren culpar de todo a Duarte, a la “disciplina” impuesta desde partido, casi casi los mismos argumentos de los nazis al ser vencidos por los aliados, “el góhber me lo ordenó” parece ser la disculpa para todo.
Otro punto es ¿cómo erradicará el PRI a la corrupción y la impunidad, si ha sido su moneda de cambio y se encuentran arraigados hasta la médula? El PRI tiene prácticamente perdida la presidencia de la República, y aunque en política siempre hay sorpresa, no se asoma un factor que haga a los electores votar por un partido que ya el 70% de la ciudadanía rechaza abiertamente. La única salvación sería ofrecer al electorado pruebas incontestables de que ha iniciado una renovación de a de veras y que está dispuesto a castigar los excesos que no ha castigado nunca. Una misión que pinta imposible, nadie está dispuesto a sacrificarse por el partido y rodarán cabezas.
Quizá sea esta la razón por la que el gobernador César Duarte no asistirá a la promulgación del Sistema Nacional Anticorrupción, que si bien representa un avance en la materia, quedó muy trasquilado por la alianza PRI-PVEM que peleó por quitarle todos los dientes posibles, imponerle candados a su conveniencia y dejar mecanismos incompletos, lejanos a los propuestos por especialistas y sociedad civil organizada, pero suficientes para taparle el ojo al macho y hacer como que hacen.
A donde no acudió tampoco el gobernador fue a la ya tradicional Cabalgata Villista. El equipo de César Duarte explicó que tiene prohibido montar después del accidente que sufrió en el helicóptero del Gobierno del Estado cuando en circunstancias poco claras se trasladaba a su rancho privado acompañado de la periodista ‘Lolita’ Ayala.
El que sí se lució fue el alcalde independiente de Juárez, Armando Cabada, quien parece que va viento en popa, pues aunque muchos le aseguraban que al ser independiente carecería de respaldo político para gobernar, pero ahora es la muchacha más buscada del baile y desde el gobernador electo Javier Corral hasta los alcaldes de otros municipios y hasta opositores ya se pusieron a la orden.
Ahí anduvo también María Eugenia Campos, alcaldesa electa por Chihuahua, y al igual que el resto de los jinetes fue recibida por el anfitrión, el alcalde independiente de Parral, Alfredo Lozoya. También hubo un conato de riña cuando Miguel Jurado, el ex panista ahora petista, dio su mensaje de bienvenida. Lo que se notó es que el Gobierno del Estado ahora no le metió lana al evento, no hubo un templete, ni música ni nada. Duarte hizo que lo extrañaran, no a él, pero sí al respaldo institucional.
El que no tuvo tiempo para triunfalismos fue el gobernador electo Javier Corral, quien está concentrado en los pormenores de la entrega-recepción, poniendo todo el ojo para rescatar lo más posible de la administración pública, pues el gobierno saliente está decidido a no dejar piedra sobre piedra y a ponerle todas las trabas posibles en el camino.
Hoy inaugura su casa de transición en Juárez, ciudad a la que le ha dado prioridad no sólo por ser donde se crio, sino por ser la más poblada, problemática e importante del estado, aunque a los capitalinos nos duela. Ahí arrancará de la mano con Armando Cabada, se reunirá luego con miembros de Alianza Ciudadana y con funcionarios del Consulado Americano, pues anda tendido para arrancar con mucha chamba desde el primer día de su mandato.
Esto luego de la reunión del sábado en el PAN, en la que dejó claro quién mandará en adelante en el partido, con una real o fingida unidad y complacencia de todos los presentes, quienes aún no se la creen que hayan ganado y por tanto. Todo pinta que la ‘Familia Feliz’ vuelve a tomar las riendas. También debemos hacer un paréntesis y apuntar que el panismo amaneció de luto por la pérdida de la reconocida Lucita Anderson, muy querida en Juárez.