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Opinión

La preocupante crisis climática en Chihuahua. Por Itali Heide

Itali Heide

En el Valle de la Muerte, se registró una temperatura histórica de 54.4 °C. En el Polo Sur, el derretimiento de las capas de hielo aumenta el nivel global del mar. Olas de calor han destruido la Gran Barrera de Coral. Entre las Dunas de Samalayuca en el desierto de Chihuahua, la lluvia deja charcos enormes. Incendios forestales devastaron regiones en Siberia, liberando 56 millones de toneladas de dióxido de carbono. Si bien sabemos que el cambio climático está pegando a todos, ahora las consecuencias están en nuestro entorno.

Ante el registro preocupante de sequías en 52 de los 67 municipios en el Estado de Chihuahua, instituciones gubernamentales dieron a conocer que se presentó una solicitud para acceder al Fondo de Desastres Naturales, para evitar daños en los sectores de agricultura y ganadería.

(Foto: Pawe? Czerwin?ski)

La solicitud fue presentada a la Dirección General de la Comisión Nacional del Agua, junto con un informe detallando la ocurrencia de la sequía mediante datos de monitoreo del Servicio Meteorológico Nacional.

 

Según informa El Diario de Chihuahua, muchos municipios enfrentan dificultades debido a las condiciones meteorológicas. El Charco, una comunidad fuera de la ciudad de Chihuahua, ha sido devastado por el cambio climático visto en la última década. Los recursos desaparecieron, y en la presente temporada ya han muerto decenas de vacas de hambre o sed.

Se registra sequía severa en áreas de Chihuahua (Foto: Gobierno de México)

 

A medida que las consecuencias del calentamiento global afectan a más personas a nuestro alrededor inmediato, es nuestra responsabilidad informarnos sobre el papel que jugamos en el cambio climático. Todas las soluciones tienen algo en común: dependen de nosotros. Debemos modificar nuestro comportamiento de consumo de energía, y abarcar políticas que fomenten el uso inteligente de los recursos y la transparencia de corporaciones.

La humanidad actual debe comprometerse a un cambio radical de comportamiento, tanto en instituciones gubernamentales, corporaciones, centros educativos e ideología social. Las comunidades deberán adaptarse para evitar realidades inminentes: inundaciones, sequías, incendios, contingencias ambientales, repercusiones económicas, etc.

Las consecuencias del calentamiento global ha impactado especialmente al sector agricultor y ganadero. (Foto: Gobierno de México)

Aquí algunos cambios rutinarios simples, accesibles y fáciles, que podemos emplear todos para cuidar al planeta:

 

  • Reducir la compra de ropa: el consumo sustentable de la industria de la moda es clave, ya que es uno de los mayores contribuyentes a la contaminación.
  • Un clásico: las tres erres. Reducir, reutilizar y reciclar.
  • Responsabilidad de transporte: buscar la forma más sostenible de ir del punto A al punto B.
  • Hábitos alimentarios sostenibles: apoyar la agricultura local, reducir el consumo de alimentos con menor impacto ambiental.
  • Consciencia energética: además de ahorrar dinero, genera menos demanda de recursos energéticos no renovables, como el carbón, petróleo, gas y propano.

Cada año, se establece una fecha llamada Earth Overshoot Day, en que habremos excedido la cantidad de recursos renovables y servicios que el planeta puede regenerar y absorber en un año. Después de esta fecha, los recursos gastados son de futuras generaciones. Este año, cayó en el 17 de agosto. Para recordar las responsabilidades que enfrentamos, debemos fomentar la educación sobre este tema, para poder adaptarnos a un nuevo mundo inminente.

Opinión

KAFKIANO. Por Raúl Saucedo

ECOS DOMINICALES

En el laberinto de la política contemporánea, a menudo podríamos considerar  que nos encontramos deambulando por pasillos de las obras de Franz Kafka. Esa sensación de absurdo, opresión y burocracia incomprensible que caracterizan lo «Kafkiano» no es exclusiva de la ficción; es una realidad palpable en el día a día de millones de ciudadanos alrededor del mundo.

A nivel global, la política parece haberse transformado en un sistema gigantesco, deshumanizado y a menudo ilógico. Las decisiones se toman en esferas lejanas, por personajes que parecen habitar otro universo, mientras que las consecuencias recaen directamente sobre los ciudadanos de a pie. ¿Cuántas veces hemos visto acuerdos internacionales o normativas supranacionales que, a pesar de sus buenas intenciones, terminan generando más confusión y restricciones que soluciones? Es la burocracia global, un monstruo de muchas cabezas que opera bajo sus propias reglas, ajeno a las realidades individuales. Los ciudadanos se sienten como los personajes de Kafka, constantemente a la espera de un veredicto o una explicación que nunca llega, o que llega demasiado tarde y de forma incomprensible.

En América Latina, la esencia Kafkiana de la política se magnifica. La historia de la región está plagada de sistemas que parecen laberintos, donde los procesos se estancan por años, las acusaciones no tienen fundamento claro y la justicia parece un privilegio, no un derecho. La corrupción es otro elemento profundamente Kafkiano: actos inexplicables de desvío de recursos o favores políticos que operan en las sombras, imposibles de rastrear o de exigir responsabilidades. Los ciudadanos se enfrentan a un estado omnipresente pero ineficiente, que promete soluciones pero solo entrega más papeleo y trámites sin fin. Las promesas electorales se desvanecen en el aire como niebla, dejando un rastro de desilusión y cinismo. La sensación de desamparo es palpable, pues la maquinaria política y administrativa, en lugar de servir, parece diseñada para agobiar y confundir.

Existen países que para interactuar con dependencias gubernamentales puede ser una auténtica Odisea Kafkiana. Solicitar un permiso, registrar una propiedad o incluso tramitar una simple credencial puede convertirse en una misión imposible, llena de requisitos ambiguos, ventanillas equivocadas y funcionarios que ofrecen respuestas contradictorias. La burocracia, en muchos casos, no solo es lenta, sino que parece tener una lógica interna ajena a la razón, diseñada para agotar la paciencia del ciudadano. A esto se suma la impunidad, un fenómeno profundamente Kafkiano, donde crímenes y actos de corrupción permanecen sin castigo, generando una sensación de injusticia y resignación. Las narrativas oficiales a menudo carecen de la transparencia necesaria, dejando a la población en un estado de perpetua incertidumbre y desconfianza, buscando desesperadamente una explicación que nunca llega, o que es inaceptable.

En este panorama, la política se percibe como un ente ajeno, una fuerza opresiva que opera bajo un código indescifrable. Para muchos, participar activamente se siente como un esfuerzo en vano contra un sistema que parece inmune al cambio. La resignación es un peligro real, y la apatía se convierte en una respuesta lógica a la frustración persistente.

Sin embargo, como en las obras de Kafka, donde los protagonistas, a pesar de su desorientación, siguen buscando una salida o una explicación, nuestra sociedad no debe rendirse. Entender la naturaleza Kafkiana de nuestra política es el primer paso para exigir transparencia, simplificación y, sobre todo, una humanización de los sistemas que nos rigen. Solo así podremos, quizás, encontrar la puerta de salida de este interminable laberinto.

Esta reflexión viene de mensajes en grupos, cafés en mesas y observaciones del pasado domingo, donde lo kafkiano quizá no es la situación, si no nosotros mismos.

@Raul_Saucedo

rsaucedo@uach.mx

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