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Opinión

La transformación de Juárez viene de la mano de Cruz. Por Héctor Ochoa

Héctor Ochoa

A Ciudad Juárez le augura un futuro distinto al de otras administraciones, ya que si hablamos del tema político, el alcalde Cruz Pérez Cuéllar tiene todo de su lado para sacar adelante al municipio frente a los grandes rezagos que tiene.

El nuevo alcalde reconoció a Juárez una gran ciudad, una tierra con una gran historia, heroica e “indomable con retos enormes” que sabrá administrar con fuerza,creatividad y austeridad, y precisamente es el discurso de arranque el que analizaremos para los lectores de Ser Empresario.

El primer reto que se impuso fue darle la vuelta al rezago brutal” que tiene esta frontera y para ello se estableció ya una alianza con la Organización de las Naciones Unidas para que el Plan Municipal de Desarrollo esté emparejado con la Agenda 2030, y además buscará a organismos nacionales e internacionales que deseen apoyar.

Cruz busca un gobierno moderno, eficaz y transparente, con orden territorial y urbano, justicia social y equidad de género. Sobre este último tópico destacó el grave problema de violencia de género, al que se comprometió “no descansar hasta erradicar la violencia contra nuestras mujeres”.

Sus ejes de gobierno pondrán en primer lugar a sus habitantes, con honestidad, cercanía, gestión y mucho trabajo.

Para ello instruyó a los titulares de las áreas de seguridad para que no haya abusos, pero tampoco influyentismo de quienes se quieran saltar las leyes a través de amigos o conocidos dentro del gobierno.

Una frase que cimbró y se ganó el aplauso de los asistentes fue: “Seré implacable con el que se quiera pasar de lanza y quiera hacer de Juárez un botín; Juárez es nuestra casa y no lo vamos sacar adelante robando las arcas del Municipio”, en clara advertencia a quienes busquen hacer negocio con los recursos públicos.
Asimismo pidió al Gobierno del Estado tratar a los juarenses como adultos, al momento de solicitar el manejo la Junta de Aguas, transporte público y que sea el Gobierno Municipal el que pueda decidir que se hace con el recurso de los puentes internacionales.

Por otra parte afirmó que no será un gobernante de escritorio; Juárez tiene un rezago enorme y tenemos que estar cerca de la ciudadanía”.

El mensaje fue fuerte y claro, arropado por el líder de su partido Morena, Mario Delgado, por su amigo el senador Ricardo Monreal, diputados locales y federales, senadores, así como exalcaldes y de quienes fueron sus contrincantes, destacando el apoyo del nuevo secretario de Educación Javier González Mocken, Adriana Fuentes, hoy colaboradora en el Municipio como jefa de Proyectos Especiales y del empresario Rodolfo Martínez.

En resumen, Cruz promete un gobierno fuerte y creativo para con austeridad y colaboración de la sociedad en su conjunto lograr la transformación que Juárez y su gente se merecen.

 

Opinión

KAFKIANO. Por Raúl Saucedo

ECOS DOMINICALES

En el laberinto de la política contemporánea, a menudo podríamos considerar  que nos encontramos deambulando por pasillos de las obras de Franz Kafka. Esa sensación de absurdo, opresión y burocracia incomprensible que caracterizan lo «Kafkiano» no es exclusiva de la ficción; es una realidad palpable en el día a día de millones de ciudadanos alrededor del mundo.

A nivel global, la política parece haberse transformado en un sistema gigantesco, deshumanizado y a menudo ilógico. Las decisiones se toman en esferas lejanas, por personajes que parecen habitar otro universo, mientras que las consecuencias recaen directamente sobre los ciudadanos de a pie. ¿Cuántas veces hemos visto acuerdos internacionales o normativas supranacionales que, a pesar de sus buenas intenciones, terminan generando más confusión y restricciones que soluciones? Es la burocracia global, un monstruo de muchas cabezas que opera bajo sus propias reglas, ajeno a las realidades individuales. Los ciudadanos se sienten como los personajes de Kafka, constantemente a la espera de un veredicto o una explicación que nunca llega, o que llega demasiado tarde y de forma incomprensible.

En América Latina, la esencia Kafkiana de la política se magnifica. La historia de la región está plagada de sistemas que parecen laberintos, donde los procesos se estancan por años, las acusaciones no tienen fundamento claro y la justicia parece un privilegio, no un derecho. La corrupción es otro elemento profundamente Kafkiano: actos inexplicables de desvío de recursos o favores políticos que operan en las sombras, imposibles de rastrear o de exigir responsabilidades. Los ciudadanos se enfrentan a un estado omnipresente pero ineficiente, que promete soluciones pero solo entrega más papeleo y trámites sin fin. Las promesas electorales se desvanecen en el aire como niebla, dejando un rastro de desilusión y cinismo. La sensación de desamparo es palpable, pues la maquinaria política y administrativa, en lugar de servir, parece diseñada para agobiar y confundir.

Existen países que para interactuar con dependencias gubernamentales puede ser una auténtica Odisea Kafkiana. Solicitar un permiso, registrar una propiedad o incluso tramitar una simple credencial puede convertirse en una misión imposible, llena de requisitos ambiguos, ventanillas equivocadas y funcionarios que ofrecen respuestas contradictorias. La burocracia, en muchos casos, no solo es lenta, sino que parece tener una lógica interna ajena a la razón, diseñada para agotar la paciencia del ciudadano. A esto se suma la impunidad, un fenómeno profundamente Kafkiano, donde crímenes y actos de corrupción permanecen sin castigo, generando una sensación de injusticia y resignación. Las narrativas oficiales a menudo carecen de la transparencia necesaria, dejando a la población en un estado de perpetua incertidumbre y desconfianza, buscando desesperadamente una explicación que nunca llega, o que es inaceptable.

En este panorama, la política se percibe como un ente ajeno, una fuerza opresiva que opera bajo un código indescifrable. Para muchos, participar activamente se siente como un esfuerzo en vano contra un sistema que parece inmune al cambio. La resignación es un peligro real, y la apatía se convierte en una respuesta lógica a la frustración persistente.

Sin embargo, como en las obras de Kafka, donde los protagonistas, a pesar de su desorientación, siguen buscando una salida o una explicación, nuestra sociedad no debe rendirse. Entender la naturaleza Kafkiana de nuestra política es el primer paso para exigir transparencia, simplificación y, sobre todo, una humanización de los sistemas que nos rigen. Solo así podremos, quizás, encontrar la puerta de salida de este interminable laberinto.

Esta reflexión viene de mensajes en grupos, cafés en mesas y observaciones del pasado domingo, donde lo kafkiano quizá no es la situación, si no nosotros mismos.

@Raul_Saucedo

rsaucedo@uach.mx

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