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Las cosas que NO debes hacer con tu celular

Con el crecimiento tanto de internet como de los dispositivos y aplicaciones móviles conectados, escribimos más mensajes que nunca y somos cada vez más terriblemente silenciosos, según un estudio del Pew Internet publicado en 2010.

Además algunos (príncipes incluidos) toman fotos de sí mismos desnudos o permiten que otros lo hagan y no saben cuándo podrían terminar esas fotos en internet.

Te presentamos los cinco mensajes de texto que nunca deberían llegar de tus manos a los ojos de alguien más.

1. “Creo que debemos ver a otras personas”.

Esta grosera maniobra no es exclusiva de adolescentes austadizos. El año pasado, el 33% de los adultos encuestados en Estados Unidos rompió su relación con alguien a través de un mensaje de texto, correo electrónico o por Facebook, según una investigación de Lab 42 en Estados Unidos. El 60% dijo que “nunca” lo haría.

Sí, romper con alguien es difícil. Saber que vas a lastimar a alguien hace que tu estómago se sienta como acróbata de Cirque du Soleil. Pero hacerlo por medios digitales es absolutamente cruel, porque deja a la otra persona ladeando su cabeza preguntándose “hey, ¿qué acaba de pasar?”. Esa completa falta de cierre definitivo lo hace más obsesivo de lo necesario.

El mensaje de texto para romper con alguien es sólo un poco más noble que esconderte de alguien con quien sales, dejando que los silencios se vuelvan más y más largos hasta que puedes decirte que fue una separación mutua y huir a medianoche como una cucaracha cobarde. Si ya tuviste suficientes citas como para llamar a esta persona novio o novia, él o ella merece por lo menos una llamada.

2. “¿Quieres casarte conmigo?”.

Una propuesta de matrimonio por SMS. Realmente sucede. Por favor, ¿podemos considerar a las declaraciones como uno de los pocos bastiones que quedan del romance a la antigua, libres de la cortina indiferente que la tecnología ha puesto sobre todo?

A menos que hayas ideado alguna hazaña inteligente que exprese la forma nerd en que se conocieron, tu teléfono debe ser guardado, tu rodilla debe estar en el piso, y tus manos deben sostener un anillo; no elegir un ringtone.

3. “Pensamos en ir al rato a cenar comida china, pero Aiden sigue durmiendo & Mónica pensaba invitar gente para cenar en la terraza. No sé si quiero estar en el calor, ya que sigo con resaca por la fiesta de piratas de Bosco de ayer. ¿Tú y Weeds siguen… [1 de 2]”.

4. “…paseando en el parque, o quieres hacer algo después? Respóndeme si ves esto antes de las 10. Voy a dormirme un rato. [2 de 2]”.

Se supone que enviar mensajes de texto iba a ahorrarnos tiempo al evitar las llamadas e instantáneamente telegrafiar las cosas importantes. Pero nos hemos vuelto tan dependientes de los SMS y servicios de mensajería en smartphones que inconscientemente extrañamos, las conversaciones rápidas por teléfono. En México casi 9 de cada 10 prefieren mensajes y en Estados Unidos solamente cuatro de cada 10 consideran a las llamadas telefónicas como una de sus actividades principales en smartphones.

A menudo, ponemos a trabajar a nuestros pulgares tecleando mensajes largos y complicados que requieren un torrente meticuloso de respuestas, cuando con una llamada habríamos aclarado las cosas en 20 segundos.

Más de la mitad de las personas que envían mensajes de texto tienen “intercambios de mensajes de texto personales largos”, según una encuesta de 2010. Todos pierden el tiempo.

Nuestra regla de pulgares (rojos, despellejados y muy utilizados): si tu mensaje de texto supera las dos frases y exige una respuesta más allá de un simple sí o no, sólo presiona Llamar. Ahorrarás tiempo y confusión.

5. [una fotografía de tus “partes”]

Según un estudio publicado este año por la revista Time, más de la mitad de los adultos de 25 a 29 años ha enviado una fotografía «provocativa» desde un teléfono celular. Y el 15% ha recibido uno de estos mensajes. (Aparentemente estos autorretratos son prolíficos).

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Desaparece en Disneyland y aparece días después en un bote de basura en Mexicali: el misterioso caso de Annie Encino

Una adolescente estadounidense de 16 años fue localizada con vida dentro de un contenedor de basura en Mexicali, Baja California, días después de haber desaparecido en el parque Disney California Adventure, en Anaheim. El caso ha despertado preocupación e interrogantes en ambos lados de la frontera, especialmente por el silencio mediático en México y las lagunas que aún rodean su cruce hacia territorio nacional.

Annie Kathleen Encino desapareció el pasado 20 de abril tras una discusión con su familia dentro del parque temático. Fue vista por última vez alejándose sola, lo que activó una Alerta Amber en Estados Unidos. Sin embargo, esa alerta nunca cruzó a territorio mexicano, dejando a la opinión pública del país sin conocimiento de su desaparición… hasta que la historia dio un giro tan insólito como alarmante.

Días después, una llamada anónima al 911 alertó a la policía municipal de Mexicali sobre la presencia de una menor dentro de un bote de basura. Al llegar al sitio, los oficiales encontraron a la joven en condiciones que no han sido detalladas, pero confirmaron su identidad. El consulado de Estados Unidos fue notificado de inmediato y su madre viajó a la ciudad fronteriza para identificarla y llevarla de regreso.

Hasta ahora, las autoridades mexicanas no han informado cómo fue que Annie cruzó la frontera sin documentos, sin acompañantes y sin ser detectada. Tampoco han revelado si fue víctima de trata, secuestro, abuso o si viajó voluntariamente con ayuda de terceros. La Fiscalía de Baja California mantiene abierta una investigación para esclarecer los hechos.

Lo que sí queda claro es que algo falló en los mecanismos de cooperación fronteriza. Ni la alerta internacional funcionó, ni hubo un protocolo binacional que permitiera actuar a tiempo. La aparición de una menor estadounidense en un contenedor de basura, en una ciudad donde los casos de desapariciones no son novedad, pone una vez más bajo la lupa la crisis de seguridad y el flujo irregular entre ambos países.

Mientras se esperan más detalles oficiales, el caso de Annie Encino evidencia que incluso en un entorno supuestamente seguro como Disneyland, la vulnerabilidad de los menores puede terminar en una historia digna de una serie policiaca.

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