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Resto del mundo

Líder máximo del EI fue herido en ataque aéreo: medios

El líder del grupo yihadista Estado Islámico (EI), Abu Bakr al-Baghdadi, resultó gravemente herido en un ataque aéreo lanzado en marzo pasado por la coalición internacional en el oeste de Irak, reportó hoy el diario británico The Guardian.

Una fuente en Irak, con conexiones con el grupo extremista, reveló al periódico que al-Baghdadi sufrió heridas graves durante el ataque de la coalición y que un principio se llegó a temer por su vida, pero desde entonces tiene una lenta recuperación.

Aunque el líder del EI ha logrado recuperarse poco a poco, aún no ha retomado el liderazgo efectivo del grupo yihadista, según la fuente citada por el rotativo.

La gravedad de las heridas de al-Baghdadi llevó a la convocatoria de reuniones urgentes de los líderes de EI, convencidos en un principio de que iba a morir, por lo que trazaron planes para nombrar un nuevo líder.

Dos funcionarios de forma independiente -un diplomático occidental y un asesor iraquí- confirmaron que el ataque aéreo se llevó a cabo el pasado 18 de marzo en Al-Baaj, un distrito de Nínive, cerca de la frontera con Siria.

El diplomático occidental aseguró que un bombardeo de la coalición, dirigida por Estados Unidos, contra un convoy de tres coches tuvo lugar ese día entre las localidades de Umm al-Rous y al-Qaraan.

Hisham al-Hashimi, un funcionario iraquí que asesora a Bagdad frente a la amenaza de EI, dijo a The Guardian: «Sí, al-Baghdadi fue herido en al-Baaj cerca del pueblo de Umm al-Rous el 18 de marzo, junto a un grupo que estaba con él» .

El 14 de diciembre de 2014, el líder del EI salió ileso cuando varios proyectiles de la coalición cayeron sobre un convoy de vehículos en la Mosul, sin embargo un dirigente yihadista, Auf Abdul Rahman al Efery, perdió la vida.

En los últimos meses, los bombardeos de la coalición también habrían matado al «número dos» de al-Baghdadi, Abu Muslim al Turkmani, así como al responsable de las operaciones militares en Irak del grupo yihadista.

Deportes

Wimbledon sin jueces de línea: el fin de una era que muchos ya extrañan

Por primera vez en sus 148 años de historia, Wimbledon ha eliminado por completo a los jueces de línea humanos, reemplazándolos con un sistema electrónico automatizado. Esta decisión marca un punto de inflexión en uno de los torneos de tenis más tradicionales del mundo, generando una mezcla de aceptación tecnológica y nostalgia por la humanidad que esta figura representaba en la cancha.

Pauline Eyre, quien fue jueza de línea en 16 ediciones del torneo, recuerda con orgullo su primera vez pisando el césped sagrado del All England Club a los 21 años. “Era un sentimiento extraordinario”, comenta. Lejos de haber soñado con ganar un trofeo como jugadora —ella misma se describe como una mala competidora juvenil—, su máximo orgullo fue formar parte del equipo de oficiales, un grupo que consideraba “visiblemente diferente y especial”.

Esa esencia humana es justo lo que, para Eyre y otros puristas, se pierde con esta transformación. Aunque el sistema electrónico —el mismo adoptado por el Abierto de Australia y el US Open— promete precisión absoluta, Eyre sostiene que el cambio elimina una parte esencial del deporte: la imperfección humana. “El tenis es sobre personas. Si le quitas la humanidad, estás quitando una parte fundamental del juego”, afirma.

La medida, anunciada por el All England Lawn Tennis Club en octubre pasado, responde a la intención de garantizar la máxima precisión en el arbitraje y ofrecer condiciones homogéneas para los jugadores, en línea con la mayoría de los torneos del circuito ATP y WTA. Sally Bolton, directora ejecutiva del club, explicó que la transición busca estandarizar el entorno competitivo. Sin embargo, incluso antiguos funcionarios como Andrew Jarrett, ex árbitro principal de Wimbledon entre 2006 y 2019, admiten que el cambio, aunque lógico desde el punto de vista tecnológico, tiene un “costo humano”.

Jarrett subraya que durante su gestión nunca se contempló seriamente eliminar a los jueces de línea, aunque reconocía que la introducción del sistema Hawk-Eye en 2007 marcaba el inicio de una posible transición. Para Eyre, ese momento fue revelador: “Hawk-Eye nos demostró que casi siempre teníamos razón”, dice, con cierta melancolía.

La eliminación de estos oficiales también impacta el futuro del arbitraje en el tenis. “¿Por qué un joven de 15 años querría ahora pasar sus fines de semana arbitrando partidos infantiles si ya no puede soñar con llegar a Wimbledon?”, cuestiona Eyre.

Entre los jugadores, la reacción es dividida. Aryna Sabalenka, número uno del mundo, considera que el sistema electrónico elimina controversias y aporta claridad, aunque reconoce estar «50/50». Por otro lado, Barbora Krej?íková y Frances Tiafoe expresaron su preferencia por el estilo tradicional, destacando el «fanfarroneo» y la interacción humana que ofrecían los desafíos a jueces de línea.

El sistema automático no está exento de fallas. Durante un partido de segunda ronda, el sistema emitió un llamado de «fuera» entre puntos, generando confusión y risas entre el público. Otros jugadores también señalaron que las señales automatizadas son a veces demasiado tenues para escucharse, especialmente en canchas con mayor ruido ambiental.

De los aproximadamente 300 jueces de línea que solían participar en Wimbledon, solo 80 permanecen este año como asistentes de cancha en caso de fallos técnicos del sistema.

Lo que antes era una aspiración para muchos —ser parte del torneo más prestigioso del mundo, aunque fuera desde los márgenes del terreno de juego— ahora queda relegado a la historia. Eyre, ahora comediante de stand-up, recuerda cuando fue abucheada por sancionar al favorito local Greg Rusedski o cuando John McEnroe la fulminó con la mirada por marcarle un error.

Con humor y algo de resignación, reconoce que los jueces de línea eran vistos como “jugadores fracasados y personas demasiado autoritarias”. Pero, en el fondo, lo hacían por amor al tenis. “Solo queríamos ser parte de algo que amamos”, concluye.

Y quizás, como muchas cosas en la vida, no sabíamos cuánto los íbamos a extrañar… hasta que desaparecieron.

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