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Opinión

Lo que el Covid se llevó: el amor en pandemia. Por Itali Heide

Itali Heide

Unos inocentes besos en la banqueta soltaron un tsunami de reclamos, chismes, memes y suspiros en los hoyos negros de información que son las redes sociales. La cara familiar de Hugo López-Gatell, quien nos entretiene noche tras noche con la nueva cifra devastadora de infecciones y muertes por coronavirus, fue capturada dando picos a su acompañante en un restaurante al aire libre.

Dejando por un momento la polémica rodeando la sana distancia, y viendo a López-Gatell como un ser humano merecedor de amor y no como un peón en el ajedrez del juego político, parece que el subsecretario está viviendo su versión de amor en tiempos de pandemia. Con manos entrelazadas, viéndose fijamente a los ojos y risas entre besos, fuimos testigo del cumplimiento de la necesidad básica humana de relacionarnos, escucharnos, tocarnos y querernos en persona.

Para quienes respetan las indicaciones del gobierno al quedarse en casa, guardar la sana distancia e implementar una rutina de higiene, la metamorfosis de haber cambiado radicalmente nuestra estructura socio-emocional ha sembrado sus raíces. Enfrentamos nuevas emociones y preocupaciones, afrontamos la soledad y descubrimos nuevas maneras de conectar con el mundo. La irregularidad existencial que nos está tocando vivir, definirá por muchos años nuestras habilidades sociales y podría afectar nuestra salud mental.

La privación de contacto físico puede aumentar el estrés, la depresión y la ansiedad, provocando una cascada de efectos fisiológicos negativos. (Imagen: Venecia Carswell)

No todo se trata de besos y romance: recordemos que el cariño físico no es exclusivo para parejas enamoradas. Nos hace falta el abrazo de la abuela, el zape del amigo, el beso en el cachete de la amiga, el apretón de mano del jefe, la mirada profunda de los que queremos en el mismo espacio físico que nosotros. En un mundo sin coronavirus, estamos acostumbrados a tener contacto físico platónico a diario.

La ciencia lo confirma: el tacto positivo puede mejorar el sistema inmunológico, regular la digestión y mejorar el sueño. Tanto a nivel físico como psicológico, la privación de contacto físico nos puede impactar. «El tacto es el lenguaje fundamental de la conexión», dice Dacher Keltner, profesor de psicología en la Universidad Berkeley de California. «Cuando pensamos en un vínculo entre padres e hijos o en dos amigos o parejas románticas, muchas de las formas en las que nos conectamos, confiamos y colaboramos se basan en el contacto».

Nos enfrentamos a una nueva realidad que nos aleja del contacto físico al que estamos acostumbrados. (Imagen: Thiago Barletta)

Un evento histórico nos obligó a adaptarnos a este nuevo mundo extraño, donde humanizamos las redes sociales para mantenernos en contacto con nuestros seres queridos. Quien ha estado escuchando la silenciosa voz de la culminación del cambio, se adapta a las nuevas maneras de amar: paciencia para esperar al momento correcto, sinceridad para dar cumplidos de buena fe, compromiso para mantener viva la amistad, empatía para escuchar sin prejuicios e independencia para aprender a vivir el uno sin el otro.

Anímese, querida. Algún día la besaré y a usted le agradará. Pero ahora no. Le ruego que no sea tan impaciente.

Extracto de Lo que el viento se llevó, de Margaret Mitchell

Opinión

La semilla. Por Raúl Saucedo

Libertad Dogmática

El 4 de diciembre de 1860 marcó un hito en la historia de México, un parteaguas en la relación entre el Estado Mexicano y la Iglesia. En medio de la de la “Guerra de Reforma», el gobierno liberal de Benito Juárez, refugiado en Veracruz, promulgó la Ley de Libertad de Cultos. Esta ley, piedra angular del Estado laico mexicano, estableció la libertad de conciencia y el derecho de cada individuo a practicar la religión de su elección sin interferencia del gobierno.

En aquel entonces, la Iglesia Católica ejercía un poder absoluto en la vida política y social del país. La Ley de Libertad de Cultos, junto con otras Leyes de Reforma, buscaba romper con ese dominio, arrebatándole privilegios y limitando su influencia en la esfera pública. No se trataba de un ataque a la religión en sí, sino de un esfuerzo por garantizar la libertad individual y la igualdad ante la ley, sin importar las creencias religiosas.
Esta ley pionera sentó las bases para la construcción de un México moderno y plural. Reconoció que la fe es un asunto privado y que el Estado no debe imponer una creencia particular. Se abrió así el camino para la tolerancia religiosa y la convivencia pacífica entre personas de diferentes confesiones.
El camino hacia la plena libertad religiosa en México ha sido largo y sinuoso. A pesar de los avances logrados en el lejano 1860, la Iglesia Católica mantuvo una fuerte influencia en la sociedad mexicana durante gran parte del siglo XX. Las tensiones entre el Estado y la Iglesia persistieron, y la aplicación de la Ley de Libertad de Cultos no siempre fue consistente.
Fue hasta la reforma constitucional de 1992 que se consolidó el Estado laico en México. Se reconoció plenamente la personalidad jurídica de las iglesias, se les otorgó el derecho a poseer bienes y se les permitió participar en la educación, aunque con ciertas restricciones. Estas modificaciones, lejos de debilitar la laicidad, la fortalecieron al establecer un marco legal claro para la relación entre el Estado y las iglesias.
Hoy en día, México es un país diverso en materia religiosa. Si bien la mayoría de la población se identifica como católica, existen importantes minorías que profesan otras religiones, como el protestantismo, el judaísmo, el islam y diversas creencias indígenas. La Ley de Libertad de Cultos, en su versión actual, garantiza el derecho de todos estos grupos a practicar su fe sin temor a la persecución o la discriminación.
No obstante, aún persisten desafíos en la construcción de una sociedad plenamente tolerante en materia religiosa. La discriminación y la intolerancia siguen presentes en algunos sectores de la sociedad, y es necesario seguir trabajando para garantizar que la libertad religiosa sea una realidad para todos los mexicanos.

La Ley de Libertad de Cultos de 1860 fue un paso fundamental en la construcción de un México más justo y libre. A 163 años de su promulgación, su legado sigue vigente y nos recuerda la importancia de defender la libertad de conciencia y la tolerancia religiosa como pilares de una sociedad democrática y plural.
Es importante recordar que la libertad religiosa no es un derecho absoluto. Existen límites establecidos por la ley para proteger los derechos de terceros y el orden público. Por ejemplo, ninguna religión puede promover la violencia, la discriminación o la comisión de delitos.
El deseo de escribir esta columna más allá de conmemorar la fecha, me viene a deseo dado que este último mes del año y sus fechas finales serán el marco de celebraciones espirituales en donde la mayoría de la población tendrá una fecha en particular, pero usted apreciable lector a sabiendas de esta ley en mención, sepa que es libre de conmemorar esa fecha a conciencia espiritual y Libertad Dogmática.

@Raul_Saucedo
rsaucedo@uach.mx

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