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Salud y Bienestar

Los 7 síntomas que pueden poner en evidencia al parkinson en una etapa temprana

El parkinson se caracteriza por ser una enfermedad neurodegenerativa y puede alcanzar estados crónicos y hacer perder el control del movimiento a quienes lo padecen. Sin embargo, reconocerlo a tiempo a través de los primeros síntomas puede ayudar a elegir un tratamiento médico adecuado para tratar de controlar el avance de la enfermedad.

Son varios los síntomas que podrían evidenciar esta enfermedad, pero son tres los principales síntomas a lo que hay que prestar mayor atención:

1.Temblores en las extremidades. Este síntoma puede manifestarse inicialmente en una extremidad cuando frecuentemente las manos o dedos padecen de temblores involuntarios. Una de las características del párkinson es que el pulgar y el dedo índice están en constante movimiento, expandiéndose los temblores incluso cuando el cuerpo está en reposo.
2.La bradicinesia. Es un síntoma que provoca la lentitud en los movimientos retardándolos y se puede notar al caminar o al tener dificultades para levantarse de una silla.
3.Rigidez muscular. Es uno de los síntomas más característicos de esta enfermedad ya que se produce en cualquier parte del cuerpo ocasionando dolor o limitando el movimiento.

Sin embargo, existen otros cuatro síntomas que no dejan de ser menos importantes para acudir al médico:
1.Pérdida del olfato.
2.Problemas en la piel.
3.Trastornos del sueño.
4.Problemas digestivos.

Aunque estos síntomas también pueden asociarse con otras enfermedades, según recoge el Heraldo de México, podrían ser clave para detectar en una etapa inicial la enfermedad de Parkinson.

Algunos estudios revelaron que la actividad física y una alimentación sana incluyendo té verde en la dieta diaria resultan beneficiosos para reducir el riesgo de esta enfermedad.

Revista

La grasa abdominal profunda: el enemigo silencioso que envejece tu cuerpo y tu mente

Oculta bajo la piel y rodeando órganos vitales como el corazón, el hígado y los riñones, la grasa visceral representa una de las amenazas más serias para la salud metabólica y cerebral, incluso en personas delgadas. Más que un problema estético, esta grasa activa procesos inflamatorios que pueden desencadenar enfermedades como la diabetes tipo 2, el hígado graso, problemas cardiovasculares y, a largo plazo, deterioro cognitivo.

De acuerdo con el Dr. Andrew Freeman, especialista en prevención cardiovascular, la grasa visceral es un marcador de múltiples riesgos de salud, aun en quienes aparentan estar en forma. El fenómeno conocido como “skinny fat” —personas con peso normal pero con alta proporción de grasa interna— evidencia que la salud no siempre se refleja en el espejo.

El impacto va más allá del metabolismo. La neuróloga preventiva Kellyann Niotis advierte que este tipo de grasa libera compuestos inflamatorios que aceleran la atrofia cerebral y favorecen la aparición de placas beta-amiloides y ovillos de tau, señales asociadas con la enfermedad de Alzheimer, incluso desde los 40 o 50 años.

¿Cómo saber si la grasa visceral está fuera de control? La medida de la cintura es un primer indicio: más de 88.9 cm en mujeres y 101.6 cm en hombres eleva el riesgo, según los CDC. La masa muscular también importa: quienes tienen más grasa que músculo tienden a acumular esta grasa profunda. Estudios como la DEXA o básculas con medición de grasa corporal pueden ayudar a evaluar estos indicadores.

La buena noticia: es reversible. Freeman insiste en un enfoque integral con ejercicio cardiovascular diario (como caminatas rápidas de al menos 30 minutos) y entrenamiento de fuerza con resistencia. Ejercicios como desplantes, sentadillas, lagartijas y peso muerto movilizan grandes grupos musculares, aceleran el metabolismo y estimulan hormonas que mejoran la composición corporal.

Una alimentación basada en plantas, como la dieta mediterránea, también es clave. Rica en frutas, vegetales, granos enteros, aceite de oliva y pescado, esta dieta ha demostrado reducir la grasa abdominal y el riesgo de muerte por enfermedades crónicas, especialmente en mujeres.

El ayuno intermitente —comer solo durante una ventana de seis horas al día— puede ser un complemento efectivo, aunque no es apto para todos. La combinación de alimentación natural, entrenamiento funcional y periodos de ayuno puede “hacer magia” en la reducción de grasa visceral, señala Freeman.

En resumen, mantener el músculo, eliminar alimentos ultraprocesados, moverse cada día y reorganizar los horarios de comida no solo combate la grasa abdominal profunda, sino que extiende la salud física y mental hacia el futuro. Porque el verdadero “elixir de la juventud” no se compra: se construye con hábitos.

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