La cantidad de energía en las corrientes oceánicas como remolinos ha aumentado en las últimas tres décadas, según un informe publicado en la revista Nature Climate Change. Los científicos aseguran que el proceso puede tener efectos desconocidos en la capacidad del océano para retener el dióxido de carbono y el calor de la quema de combustibles fósiles.
Los remolinos oceánicos, que abarcan desde 10 hasta 100 kilómetros de diámetro, representan el movimiento espiral del fluido del agua y juegan un papel importante en la mezcla de trazadores como el calor, el carbono y nutrientes, regulando así el clima regional y global.
La investigación utilizó dos conjuntos de datos de observación independientes de la variabilidad de los remolinos de mesoescala de superficie, recibidos desde altímetros de satélites entre 1993 y 2020 (uno estima las corrientes de superficie y el otro se deriva de la temperatura de la superficie del mar), indicando que los remolinos se intensificaron en las regiones donde son conocidos por ser los más activos. Tales cambios fueron detectados en el océano Antártico, en el océano Atlántico y en la corriente de Australia Oriental.
¿Y cómo influye?
El informe no vincula la actividad humana con los cambios en el océano. Sin embargo, Josué Martínez-Moreno, el investigador principal del Centro de Excelencia ARC para Extremos Climáticos y la Universidad Nacional de Australia, explicó el jueves a The Guardian que el proceso podría afectar el clima mundial y la pesca, tras afirmar que entender los cambios podría mejorar las previsiones del cambio climático.
Los cambios de los remolinos del océano Antártico, que absorbe un 40 % de la captación oceánica total, podrían «posiblemente tener impacto en el sumidero de carbono y la habilidad de absorber el carbono que podríamos continuar emitiendo en el futuro», aseguró al medio británico Janet Sprintall, especialista del Instituto de Oceanografía Scripps de California (EE.UU.).
El océano ha retenido alrededor de 90 % del calentamiento global desde los años sesenta, y el 40 % del dióxido de carbono que fue arrojado a la atmósfera desde el inicio de la Revolución Industrial. Ahora, la habilidad del océano de absorber carbono podría cambiar considerablemente.