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Opinión

Los dilemas de Manlio Fabio en Chihuahua por Victor M. Quintana Silveira

LOS DILEMAS  DE MANLIO FABIO EN CHIHUAHUA.

Por: Víctor M. Quintana S.

Nunca imaginó Manlio Fabio Beltrones, ya casi presidente nacional del PRI, que uno de los más espinosos asuntos que tiene que resolver es,  el del gobernador que a toda costa buscaba ocupar el puesto al que el sonorense accederá en unos cuantos días.

Hasta el momento en que Beltrones fue designado, el gobernador de Chihuahua, César Duarte, buscó a toda costa la presidencia nacional del tricolor. Su oficina de prensa hizo que varias columnas de diarios de circulación nacional publicaran la especie de que Duarte (César) era “el bueno” para el PRI, por su cercanía con Peña Nieto. Pero seguramente el mexiquense agobiado por lo duro y lo tupido de sus descalabros pensó: “primeros son mis dientes que mis parientes” y prefirió el colmillo y el oficio de Beltrones a ponerse en manos del cada vez más cuestionado mandatario chihuahuense.

Ahora, lejos de representar una solución para el PRI nacional, César Duarte se le ha convertido en un problema. En primer lugar porque de aceptó de muy mala gana que Manlio Fabio llegara al puesto para el cual se consideraba predestinado, antesala de la candidatura presidencial. Ni siquiera acudió a la asamblea donde Beltrones fue proclamado candidato “de unidad”. No va a desaprovechar ocasión para mostrar su descontento con los priístas del Centro del país. Va a tratarles de hacer ver que, si lo excluyeron del tan codiciado cargo, en Chihuahua nada más él manda.

Esto se torna más problemático en la coyuntura de la sucesión en Chihuahua. Duarte va a redoblar sus esfuerzos para imponer a su candidato a la gubernatura en 2016. Va a intentar bloquear a cuanto adversario interno encuentre. Así lo está haciendo con el ex alcalde de la capital del estado, Marco Adán Quezada, aparentemente a la cabeza de los priístas en las encuestas y apoyado por el grupo de los ex gobernadores Fernando y Reyes Baeza. El Congreso del Estado le cerró las puertas a buscar una candidatura independiente aprobando una reforma constitucional que priva del derecho a ese tipo de candidaturas a quienes hayan militado en un partido político hasta hace dos años. Así mismo, e Congreso ha iniciado un proceso que quizá culmine en la inhabilitación de Quezada  por el asunto de accidente del Aeroshow en el que perecieron 13 personas en octubre de 2013, unos días antes de que dejara la presidencia municipal. Duarte alega que sólo se está siguiendo una recomendación de la CNDH, misma que le viene como anillo al dedo a sus propósitos hegemónicos.

El PRI estará se meterá en serios aprietos si  Duarte se enterca en designar él a su candidato. Va a profundizar la seria división interna que ya ha causado en el tricolor chihuahuense y va a transmitir a su delfín la ilegitimidad y el rechazo que todos los días se le manifiesta en Chihuahua.

Entonces, Manlio Fabio se va a enfrentar a un dilema: si para realizar la “operación cicatriz” y consolar a Duarte de no haber llegado al puesto que él va a ostentar, le permite conducir el proceso sucesorio estatal para 2015, precipitará a su partido aún más en el desbarrancadero. Si no lo permite, Duarte puede reaccionar con ira  al sentirse desplazado y traicionado por su dirigencia nacional. En ambas hipótesis será necesaria una gran labor de operación política para que el PRI no se presente dividido a la cita electoral de 2015.

Pero también hay otro dilema para Beltrones si quiere controlar a Duarte: dado que ha desaparecido la “sana distancia” entre el PRI y el Gobierno, puede operar para que se le dé un puesto más simbólico que efectivo en el gabinete de Peña, y así deje de causar problemas y deteriorar más al partido en Chihuahua.

El sonorense también puede manejar prenda de negociación con Duarte la denuncia contra él presentada por el Lic. Jaime García Chávez desde septiembre pasado, que está siendo investigada por la PGR. Se trata de una denuncia por enriquecimiento inexplicable, ejercicio indebido de funciones y otros presuntos delitos más, por la compra de acciones del Banco Progreso por un total de 65 millones de pesos realizada por César Duarte.  Aquí, el nuevo presidente del CEN del PRI podría ofrecerle al gobernador chihuahuense impunidad a cambio de disciplina. Archivar o poner en reserva el expediente a cambio de que permita un proceso sucesorio terso al interior y una progresiva recuperación  de imagen del partido.

Las dos posibilidades implican la impunidad para César Duarte. Y aquí está el desafío que Manlio Fabio tiene no sólo en Chihuahua, sino en todo el país: terminar con la complicidad de la dirigencia de su partido con este Duarte, con el de Veracruz, con varios gobernadores y ex gobernadores acusados de corrupción y de autoritarismo. No permitir que el fin de la “sana distancia” con el gobierno de Peña signifique propiciar la impunidad a las  trapacerías de él y de su gabinete.  Lo más posible es que Beltrones eluda ese reto. Paradójicamente, el superarlo, sería la única vía para que él y su partido detengan el camino al abismo de 2018.

 

 

 

Opinión

KAFKIANO. Por Raúl Saucedo

ECOS DOMINICALES

En el laberinto de la política contemporánea, a menudo podríamos considerar  que nos encontramos deambulando por pasillos de las obras de Franz Kafka. Esa sensación de absurdo, opresión y burocracia incomprensible que caracterizan lo «Kafkiano» no es exclusiva de la ficción; es una realidad palpable en el día a día de millones de ciudadanos alrededor del mundo.

A nivel global, la política parece haberse transformado en un sistema gigantesco, deshumanizado y a menudo ilógico. Las decisiones se toman en esferas lejanas, por personajes que parecen habitar otro universo, mientras que las consecuencias recaen directamente sobre los ciudadanos de a pie. ¿Cuántas veces hemos visto acuerdos internacionales o normativas supranacionales que, a pesar de sus buenas intenciones, terminan generando más confusión y restricciones que soluciones? Es la burocracia global, un monstruo de muchas cabezas que opera bajo sus propias reglas, ajeno a las realidades individuales. Los ciudadanos se sienten como los personajes de Kafka, constantemente a la espera de un veredicto o una explicación que nunca llega, o que llega demasiado tarde y de forma incomprensible.

En América Latina, la esencia Kafkiana de la política se magnifica. La historia de la región está plagada de sistemas que parecen laberintos, donde los procesos se estancan por años, las acusaciones no tienen fundamento claro y la justicia parece un privilegio, no un derecho. La corrupción es otro elemento profundamente Kafkiano: actos inexplicables de desvío de recursos o favores políticos que operan en las sombras, imposibles de rastrear o de exigir responsabilidades. Los ciudadanos se enfrentan a un estado omnipresente pero ineficiente, que promete soluciones pero solo entrega más papeleo y trámites sin fin. Las promesas electorales se desvanecen en el aire como niebla, dejando un rastro de desilusión y cinismo. La sensación de desamparo es palpable, pues la maquinaria política y administrativa, en lugar de servir, parece diseñada para agobiar y confundir.

Existen países que para interactuar con dependencias gubernamentales puede ser una auténtica Odisea Kafkiana. Solicitar un permiso, registrar una propiedad o incluso tramitar una simple credencial puede convertirse en una misión imposible, llena de requisitos ambiguos, ventanillas equivocadas y funcionarios que ofrecen respuestas contradictorias. La burocracia, en muchos casos, no solo es lenta, sino que parece tener una lógica interna ajena a la razón, diseñada para agotar la paciencia del ciudadano. A esto se suma la impunidad, un fenómeno profundamente Kafkiano, donde crímenes y actos de corrupción permanecen sin castigo, generando una sensación de injusticia y resignación. Las narrativas oficiales a menudo carecen de la transparencia necesaria, dejando a la población en un estado de perpetua incertidumbre y desconfianza, buscando desesperadamente una explicación que nunca llega, o que es inaceptable.

En este panorama, la política se percibe como un ente ajeno, una fuerza opresiva que opera bajo un código indescifrable. Para muchos, participar activamente se siente como un esfuerzo en vano contra un sistema que parece inmune al cambio. La resignación es un peligro real, y la apatía se convierte en una respuesta lógica a la frustración persistente.

Sin embargo, como en las obras de Kafka, donde los protagonistas, a pesar de su desorientación, siguen buscando una salida o una explicación, nuestra sociedad no debe rendirse. Entender la naturaleza Kafkiana de nuestra política es el primer paso para exigir transparencia, simplificación y, sobre todo, una humanización de los sistemas que nos rigen. Solo así podremos, quizás, encontrar la puerta de salida de este interminable laberinto.

Esta reflexión viene de mensajes en grupos, cafés en mesas y observaciones del pasado domingo, donde lo kafkiano quizá no es la situación, si no nosotros mismos.

@Raul_Saucedo

rsaucedo@uach.mx

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