México es el país con la población con menos tiempo libre de América Latina —apenas 14 horas semanales para las mujeres y 16 para los hombres— según la edición 2013 el estudio “Panorama Social de América Latina”, elaborado cada año por la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL).
Además, México está entre los países con mayores jornadas laborales, con 45 horas semanales en promedio (54 horas para los hombres y 46 para las mujeres). En 2002, la jornada laboral promedio era de 46 horas, lo que representa una disminución de 2.1% de horas en una década. En el mismo nivel se encuentran Ecuador, Costa Rica, Nicaragua y Colombia. En el caso de los tres primeros, la jornada laboral se incrementó entre 8 y 2 por ciento durante la década pasada. Venezuela es el país latinoamericano con la menor jornada laboral, de 37 horas semanales.
El estudio hace énfasis en la carga laboral no remunerada —cuidado de niños, familiares ancianos y enfermos, entre otras actividades—, específicamente la de la población femenina, que alcanza las 37 horas semanales, lo que arroja una carga global de trabajo de 84 horas semanales para este segmento de la población.
En el caso de los hombres, la carga global de trabajo es de 67 horas, con sólo 13 destinadas al trabajo no remunerado.
La primera conclusión que hace el estudio en este respecto es que “la creciente incorporación de las mujeres al trabajo remunerado no ha sido compensada por una mayor participación de los hombres en el trabajo doméstico. En otras palabras, en América Latina la división sexual del trabajo se ha transformado en forma parcial y desigual“.
Dentro de un apartado denominado “Dimensiones soslayadas del bienestar”, el estudio señala que los indicadores de bienestar más utilizados no capturan la complejidad entera del fenómeno de la pobreza. El PIB, por ejemplo, se centra en la producción de bienes y servicios y no considera elementos como la distribución del ingreso, la justicia, las libertades, la capacidad de las personas de tener una vida con sentido, la satisfacción con la vida y la sustentabilidad del progreso económico. Por esto, el estudio propone tres “dimensiones soslayadas”: espacio, tiempo y convivencia.
La primera involucra el medio ambiente —agua, suelo, aire, objetos, seres vivos, relaciones entre hombres y mujeres, y elementos intangibles como los valores culturales—, la segunda se refiere al porcentaje del día que una persona le puede dedicar al esparcimiento, el descanso y actividades ajenas al trabajo, y la tercera a formas de convivencia social positivas y pacíficas que hacen que un individuo se sienta parte de la sociedad.
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