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Opinión

Los que sí medran con la grandeza de los mayas Por Aquiles Córdova Morán

De las muchas y variadísimas culturas que florecieron en Mesoamérica (grosso modo: lo que hoy es la mitad meridional de México y Centroamérica), no hay duda de que la más valorada, admirada y reconocida en el mundo entero por sus grandes logros en los terrenos arquitectónico, urbanístico, cultural, artístico y científico (astronomía, agricultura y matemáticas, principalmente) es la civilización maya, que abarcó el sureste mexicano, casi todo el territorio de Guatemala y parte del de Honduras. Sus asombrosos edificios, palacios y templos; el trazado de sus ciudades y centros ceremoniales, el alto grado de perfeccionamiento de las comunicaciones entre los grandes centros urbanos; la complejidad y eficacia de su sistema de escritura y de su registro y cómputo del tiempo, de que dan testimonio sus bellísimas estelas históricas y conmemorativas y los gigantescos tableros de sus templos; su virtuosismo en la observación y estudio de los astros, que se comprueba hoy por el exacto “descenso de Ku-Kul-Kan” cada solsticio y en el cálculo exactísimo de la duración del año solar; el aprovechamiento sabio del agua y del suelo (todavía está vigente su clasificación en la edafología moderna) siguen asombrando al mundo de nuestros días.

Pese a su grandeza, los mayas no lograron evitar el sombrío destino que reservó la conquista española a todas las culturas mesoamericanas. Es verdad que su derrota y esclavización sólo pudo consumarse plenamente diez o más años después de que la Gran Tenochtitlan, corazón y centro administrativo y militar del gran imperio de los mexicas, había sucumbido a los cañones y a la piqueta brutal de los conquistadores (13 de agosto de 1521). Los mayas pudieron seguir resistiendo varios años más por varios motivos, algunos todavía no bien esclarecidos por los historiadores. En primer lugar, por su ubicación lejana y hasta cierto punto periférica en relación con México-Tenochtitlan, centro neurálgico de la conquista; en segundo lugar, por los terribles obstáculos naturales que oponía su hábitat (selvas, pantanos, marismas, etc.) y, en tercer lugar, sostienen algunos, por su gran valentía, que se vio potenciada por la instrucción militar de Gonzalo Guerrero, el español que se hizo maya entre los cheles de Quintana Roo, y es, por eso, el verdadero fundador de la mexicanidad.

Sea como sea, lo cierto es que los mayas resistieron heroicamente todo el tiempo que pudieron; y, cuando al fin sucumbieron, su terca fidelidad a su religión y a sus dioses nativos, su tenacidad para seguir practicando su arraigado culto en montes, cavernas y cenotes escondidos, fue el pretexto para que sobre ellos callera la más feroz represión, tanto en forma de masivos “autos de fe” que los exterminaban por fuego, ahorcamiento o decapitación, como en forma de arrasamiento e incendio de sus comunidades y el consiguiente despojo de sus tierras, aguas y bosques, que pasaban sin más a manos de los conquistadores. Desde entonces, los hijos y los herederos de esa inmensa cultura, orgullo de México y admiración del planeta entero, se convirtieron en esclavos, en parias y en mendigos en su propia tierra, en medio de las ruinas colosales de su grandioso pasado y de la gran riqueza natural que un día fuera toda suya. Y desde entonces comenzó ese doble juego perverso, esa indignante mascarada que consiste en elogiar hasta el ditirambo, hasta la caricatura, sin ton ni son muchas veces, la grandeza de la cultura maya en discursos, escritos, fiestas y ceremonias cívicas, mientras en los hechos se mantiene intacta (o casi) la injusticia, el despojo, el abandono (y de cuando en cuando la represión brutal) y el desprecio con que fueron tratados por los conquistadores españoles.

Los mayas de hoy, degradados físicamente y espiritualmente por la pobreza, el hambre, la desnutrición, la nula atención a su salud, a su educación; por la falta de vivienda digna y de servicios urbanos en sus comunidades, por la carencia de empleo o de una actividad productiva remuneradora, vagan sin rumbo y sin esperanza por todo el que fuera su grandioso imperio, sin que nadie haga por ellos más que demagogia burda y discursos huecos en tiempos electorales. Sus tierras de cultivo, sin recursos ni atención seria por parte de los gobernantes, o se inundan en temporada de huracanes o no rinden cosecha por causa de la sequía, y las “aseguradoras” se niegan a pagar el seguro respectivo; sus viviendas, la inmensa mayoría hecha de varas y lodo u otro material perecedero, son también las primeras víctimas de tormentas y ciclones; sus comunidades, mal comunicadas o incomunicadas de plano, se quedan aisladas con cada gran tormenta y no sólo no se puede entrar y salir en caso de emergencia, pero ni siquiera recibir la precaria ayuda que el gobierno da en esos casos. La “modernidad” sólo les ha traído un nuevo despojo, les ha arrebatado lo último que les quedaba, esto es, el prestigio universal de la belleza de su tierra y de su ancestral cultura, que hoy están convertidas en “gancho” para atraer turismo a la llamada “Riviera Maya”, en provecho exclusivo de los grandes inversionistas mexicanos y extranjeros.

Y allí está para probarlo un contingente muy representativo de la grandeza, valor y tenacidad de los mayas, así como del abandono, la injusticia social y el desprecio de que son víctimas en los tiempos que corren. Más de tres meses (desde el 20 de septiembre pasado) lleva en “plantón” un grupo de ellos frente al palacio municipal de Felipe Carrillo Puerto (donde despacha, por cierto, un hermano de raza de los pobres que protestan) en demanda de que se atiendan sus carencias más sencillas, humanas y urgentes. Y el presidente “maya” Sebastián Uc Yam, con ínfulas de “emperador de sangre azul”, los ha ignorado olímpicamente hasta hoy. Lo mejor que se le ha ocurrido al señor es pagar sueltos en la prensa para distorsionar los motivos de la protesta y para calumniar al líder de los mayas quintanarroenses, Lic. Dimas Romero González, tachándolo de corrupto, chantajista y prevaricador con la pobreza ajena. Es la misma vieja canción de todos los gobiernos insensibles, incapaces y (ellos sí) corruptos hasta la médula, a quienes les produce urticaria que el pueblo se atreva, no a suplicar, sino a defender y a exigir sus derechos ante supuestos “servidores públicos”. Pero es hora de que las cosas comiencen a cambiar. Desde aquí llamo a todos los mayas marginados, olvidados y maltratados que haya en el sureste mexicano, para que se organicen con nosotros, con el Movimiento Antorchista Nacional, y juntos demos la batalla por una suerte mejor. A mi compañero Dimas Romero González le envío el decidido apoyo de nuestro Movimiento, y le sugiero que comencemos una marcha regional hacia Felipe Carrillo Puerto para obtener justicia. El Antorchismo Nacional está con él para lo que sea necesario.

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León XIV: Entre Herencia y Esperanza. Por Caleb Ordoñez Talavera

El pasado 8 de mayo de 2025, la Plaza de San Pedro volvió a rugir con fuerza: un nuevo Papa, un nuevo nombre, y un nuevo horizonte para la Iglesia Católica. Robert Francis Prevost, estadounidense con alma latinoamericana, elegido como León XIV, asumió el timón de una institución milenaria que vive uno de sus momentos más complejos y decisivos.

Caleb Ordoñez T.

Caleb Ordoñez T.

Con 69 años y una historia de servicio en Perú y otros países del continente, León XIV hereda tanto la fuerza reformadora de su antecesor como las tensiones no resueltas que convulsionan los cimientos del Vaticano. Los desafíos son múltiples y profundos, pero también ofrecen la oportunidad de renovar la confianza y el sentido de pertenencia en millones de fieles en el mundo. Apuntémoslos, uno por uno.

Una Iglesia católica dividida.

El pontificado de Francisco dejó importantes avances, pero también sembró tensiones internas entre sectores progresistas y conservadores. La polarización no es nueva, pero ha ganado intensidad, especialmente en temas como el celibato, la diversidad sexual, y el papel de las mujeres. León XIV deberá actuar como un gran equilibrista: firme en convicciones, pero abierto al diálogo; pastor cercano, pero líder con autoridad.

Mantener la unidad sin sofocar el debate interno será clave. La religión católica no puede permitirse un cisma silencioso. León XIV debe tender puentes entre tradiciones y modernidad, entre las voces que claman por apertura y las que defienden la ortodoxia. Su perfil pastoral y su cercanía con América Latina podrían ser su mejor carta para lograrlo.

Crisis económica: Finanzas al Límite.

Uno de los retos más urgentes es la crisis económica que atraviesa el Vaticano. La caída estrepitosa de donativos, el déficit presupuestal que ronda los 30 millones de euros anuales y la pesada carga de sueldos y pensiones para miles de empleados son señales de alarma. León XIV no solo necesita recortar gastos con sensatez, sino también encontrar nuevas formas de financiamiento ético, sin comprometer la esencia espiritual del Vaticano.

La transparencia financiera y la gestión eficiente no son asuntos secundarios: son condiciones necesarias para recuperar la credibilidad y garantizar la sostenibilidad de las obras sociales, misiones y proyectos educativos que sostienen millones de vidas.

El Papel de la Mujer

Aunque se han dado pasos hacia una mayor participación de la mujer en la Iglesia, la brecha sigue siendo enorme. Las mujeres sostienen gran parte del trabajo pastoral, educativo y social del catolicismo, pero siguen excluidas de la toma de decisiones de mayor nivel.

León XIV tiene la oportunidad —y la obligación moral— de abrir un diálogo sincero y concreto sobre el acceso de las mujeres a ministerios más amplios, incluidos aquellos roles que hoy están reservados solo para varones. No se trata solo de equidad, sino de reconocer con justicia el rostro femenino de la fe.

Abusos Sexuales: Justicia Sin Excusas.

La herida de los abusos sexuales sigue abierta. Aunque se han adoptado protocolos y se han hecho avances, aún hay diócesis que actúan con opacidad o lentitud. León XIV deberá liderar con determinación un proceso de limpieza profunda: no más encubrimientos, no más silencios.

El mundo espera una Iglesia sin miedo a la verdad, que escuche a las víctimas, que repare con justicia y que garantice que nunca más el poder religioso sirva como escudo para la impunidad.

Una Voz de Paz en un Mundo en Guerra.

El nuevo Papa también enfrenta un mundo convulso: conflictos armados, crisis migratorias, cambio climático y una creciente indiferencia espiritual. León XIV ha empezado su pontificado con un llamado a la paz y al encuentro entre pueblos. No es casual: su experiencia misionera, su contacto con comunidades marginadas y su carácter conciliador le dan autoridad moral para convertirse en una voz de paz con peso geopolítico.

Frente al avance del individualismo, el cinismo y el fanatismo, León XIV puede volver a hacer de la Iglesia una plataforma de escucha, mediación y servicio.

Un Papa con el Reto de Conectar

En un mundo que ya no cree fácilmente en las instituciones, León XIV tendrá que hacer lo que Francisco inició: bajar del trono, caminar entre la gente, hablar su idioma, y ofrecer respuestas reales. La Iglesia no puede ser solo una voz moral; debe ser un testimonio de esperanza concreta.

Su pontificado apenas comienza, pero los pasos que dé en estos primeros meses marcarán el tono de su legado.  (Y una caída cada vez más aguda de católicos) ¿Será León XIV el Papa que reconstruya los puentes rotos entre la fe católica y el mundo? Hay razones para creer que sí. Pero también muchas heridas que sanar, y estructuras que transformar.

La historia lo espera. Y millones de creyentes católicos también.

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