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Opinión

Más que un año nuevo. Por Itali Heide

Itali Heide

Otro año se ha precipitado, llegando de golpazo sin previo aviso. Parece que fue ayer cuando dimos la bienvenida a 2021, y ahora debemos despedirnos de un año lleno de sorpresas, algunas buenas y otras malas, y abrazar lo que nos tiene preparado el 2022.

Sería un error decir que este ha sido un año maravilloso. Claro que hubo momentos de felicidad, instantes de risas inolvidables, minutos de gratitud plena y fracciones de segundo de euforia total. Sin embargo, también hubo momentos de preocupación, ocasiones de tristeza, horas de estrés y destellos de incertidumbre.

Si hay una palabra para describir este año, sería incertidumbre. Incertidumbre en torno a lo que fue, lo que es y lo que está por venir. Confusión en torno al estado del mundo y a lo que será de las elecciones que toman quienes formamos parte de la red de la humanidad, mientras que también intentamos mantener la esperanza al ver que la gente hace el bien incluso cuando el mundo parece decaer.

¿Debemos estar emocionados, enfadados, esperanzados, asustados, felices, nerviosos? Es justo decir que deberíamos sentir todo el espectro de emociones mientras nos dirigimos a otro año que no tiene la capacidad de predecir el futuro. Lo que sí podemos controlar es el amor que nos profesamos: que prospere, crezca y sea eterno.

Que las familias que no están de acuerdo en aspectos que relatan al estado del mundo encuentren un punto medio de paz. Que el torbellino de cosas fuera de nuestro control se reduzca a algo que podamos manejar. Que los que sufren encuentren la curación. Que los que han encontrado la curación, ayuden a otros a hacer lo mismo. Que el mundo nos ofrezca nuevas formas de conectar y respetar a los demás, independientemente de lo que traiga el nuevo año.

Alegrémonos de los pequeños momentos del día que nos permiten estar agradecidos de existir. Preparar un café debería ser un placer. Respirar aire fresco debería ser un acto de meditación. Encontrar los traumas ocultos en nosotros mismos debería ser una revelación para seguir creciendo personalmente. Afrontar las dificultades debería enseñarnos a apreciar cada segundo de la vida. Recordemos: nada es eterno, ni las cosas buenas ni las malas. Todo pasa, y la fluidez de la existencia humana es lo que hace que nuestra vida valga la pena.

Tratar el nuevo año como si un nuevo mundo estuviera a punto de surgir sería ingenuo por nuestra parte. A fin de cuentas, cuando el 31 de diciembre de 2021 se convierta en el 1ero de enero de 2022, no habrá cambiado nada más que nuestra percepción del tiempo. Depende de nosotros hacer los cambios que queremos ver en el mundo, así que abrazar el nuevo año como el cierre de una era y la bienvenida a la siguiente no es responsabilidad de nadie más que de nosotros mismos.

Las oportunidades perdidas se dejarán pasar, los momentos de felicidad se recordarán, los tiempos de incertidumbre se convertirán en una lección de esperanza, lo malo se dejará atrás y lo bueno crecerá hasta convertirse en una fuerza imparable. Que este nuevo año nos traiga no sólo un nuevo calendario que colgar, sino nuevos caminos que descubrir, nuevos retos que emprender, nuevas pasiones con las que tropezar, nuevas personas a las que apreciar y nuevos recuerdos que crear.

Opinión

La semilla. Por Raúl Saucedo

Libertad Dogmática

El 4 de diciembre de 1860 marcó un hito en la historia de México, un parteaguas en la relación entre el Estado Mexicano y la Iglesia. En medio de la de la “Guerra de Reforma», el gobierno liberal de Benito Juárez, refugiado en Veracruz, promulgó la Ley de Libertad de Cultos. Esta ley, piedra angular del Estado laico mexicano, estableció la libertad de conciencia y el derecho de cada individuo a practicar la religión de su elección sin interferencia del gobierno.

En aquel entonces, la Iglesia Católica ejercía un poder absoluto en la vida política y social del país. La Ley de Libertad de Cultos, junto con otras Leyes de Reforma, buscaba romper con ese dominio, arrebatándole privilegios y limitando su influencia en la esfera pública. No se trataba de un ataque a la religión en sí, sino de un esfuerzo por garantizar la libertad individual y la igualdad ante la ley, sin importar las creencias religiosas.
Esta ley pionera sentó las bases para la construcción de un México moderno y plural. Reconoció que la fe es un asunto privado y que el Estado no debe imponer una creencia particular. Se abrió así el camino para la tolerancia religiosa y la convivencia pacífica entre personas de diferentes confesiones.
El camino hacia la plena libertad religiosa en México ha sido largo y sinuoso. A pesar de los avances logrados en el lejano 1860, la Iglesia Católica mantuvo una fuerte influencia en la sociedad mexicana durante gran parte del siglo XX. Las tensiones entre el Estado y la Iglesia persistieron, y la aplicación de la Ley de Libertad de Cultos no siempre fue consistente.
Fue hasta la reforma constitucional de 1992 que se consolidó el Estado laico en México. Se reconoció plenamente la personalidad jurídica de las iglesias, se les otorgó el derecho a poseer bienes y se les permitió participar en la educación, aunque con ciertas restricciones. Estas modificaciones, lejos de debilitar la laicidad, la fortalecieron al establecer un marco legal claro para la relación entre el Estado y las iglesias.
Hoy en día, México es un país diverso en materia religiosa. Si bien la mayoría de la población se identifica como católica, existen importantes minorías que profesan otras religiones, como el protestantismo, el judaísmo, el islam y diversas creencias indígenas. La Ley de Libertad de Cultos, en su versión actual, garantiza el derecho de todos estos grupos a practicar su fe sin temor a la persecución o la discriminación.
No obstante, aún persisten desafíos en la construcción de una sociedad plenamente tolerante en materia religiosa. La discriminación y la intolerancia siguen presentes en algunos sectores de la sociedad, y es necesario seguir trabajando para garantizar que la libertad religiosa sea una realidad para todos los mexicanos.

La Ley de Libertad de Cultos de 1860 fue un paso fundamental en la construcción de un México más justo y libre. A 163 años de su promulgación, su legado sigue vigente y nos recuerda la importancia de defender la libertad de conciencia y la tolerancia religiosa como pilares de una sociedad democrática y plural.
Es importante recordar que la libertad religiosa no es un derecho absoluto. Existen límites establecidos por la ley para proteger los derechos de terceros y el orden público. Por ejemplo, ninguna religión puede promover la violencia, la discriminación o la comisión de delitos.
El deseo de escribir esta columna más allá de conmemorar la fecha, me viene a deseo dado que este último mes del año y sus fechas finales serán el marco de celebraciones espirituales en donde la mayoría de la población tendrá una fecha en particular, pero usted apreciable lector a sabiendas de esta ley en mención, sepa que es libre de conmemorar esa fecha a conciencia espiritual y Libertad Dogmática.

@Raul_Saucedo
rsaucedo@uach.mx

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