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Mata a empleado de Burger King porque la comida tardaba

Un empleado de un Burger King en Florida ha muerto tras una disputa con uno de los clientes. Según han informado los medios locales, una mujer que estaba molesta porque su pedido tardaba demasiado hizo que «su hombre» viniera al restaurante y disparara al trabajador. El fallecido tenía 22 años y había empezado a trabajar en el local de comida rápida tan solo unos días antes.

Desmond Armond Joshua murió en el hospital al que fue llevado de urgencia después del disparo recibido el sábado 1 de agosto en el condado Orange, en el centro de Florida, según la oficina del alguacil de la zona. Esa noche el local estaba muy concurrido y los clientes debieron esperar más de lo habitual para recibir sus pedidos, según relatan los medios locales.

Una mujer que aguardaba su comida comenzó a enfadarse y a gritar y llegó a amenazar con que iba a llamar a «su hombre» para que arreglara la situación. El personal la vio tan alterada que le entregó a la mujer un reembolso de 40 dólares y le pidió que se fuera. Así lo hizo, pero regresó al poco tiempo con el agresor, identificado luego como Kelvis Rodríguez-Tormes, de 37 años. La mujer, cuya identidad no ha sido difundida, desafió a Joshua a que peleara con él.

Las cámaras de seguridad del restaurante captaron cómo Rodríguez-Tormes agarró al empleado por la cabeza y trató de asfixiarlo hasta que una persona que estaba allí logró que lo soltara. Rodríguez-Tormes abandonó el restaurante pero fue a su vehículo, tomó una pistola y regresó. Antes de abrir fuego le advirtió: «tienes dos segundos antes de que te dispare».

El hispano fue detenido y acusado de homicidio en primer grado con un arma de fuego, destrucción de evidencia (el arma no ha aparecido) y posesión de arma de fuego por una persona con una condena penal previa.

EFE

Increible

Desaparece en Disneyland y aparece días después en un bote de basura en Mexicali: el misterioso caso de Annie Encino

Una adolescente estadounidense de 16 años fue localizada con vida dentro de un contenedor de basura en Mexicali, Baja California, días después de haber desaparecido en el parque Disney California Adventure, en Anaheim. El caso ha despertado preocupación e interrogantes en ambos lados de la frontera, especialmente por el silencio mediático en México y las lagunas que aún rodean su cruce hacia territorio nacional.

Annie Kathleen Encino desapareció el pasado 20 de abril tras una discusión con su familia dentro del parque temático. Fue vista por última vez alejándose sola, lo que activó una Alerta Amber en Estados Unidos. Sin embargo, esa alerta nunca cruzó a territorio mexicano, dejando a la opinión pública del país sin conocimiento de su desaparición… hasta que la historia dio un giro tan insólito como alarmante.

Días después, una llamada anónima al 911 alertó a la policía municipal de Mexicali sobre la presencia de una menor dentro de un bote de basura. Al llegar al sitio, los oficiales encontraron a la joven en condiciones que no han sido detalladas, pero confirmaron su identidad. El consulado de Estados Unidos fue notificado de inmediato y su madre viajó a la ciudad fronteriza para identificarla y llevarla de regreso.

Hasta ahora, las autoridades mexicanas no han informado cómo fue que Annie cruzó la frontera sin documentos, sin acompañantes y sin ser detectada. Tampoco han revelado si fue víctima de trata, secuestro, abuso o si viajó voluntariamente con ayuda de terceros. La Fiscalía de Baja California mantiene abierta una investigación para esclarecer los hechos.

Lo que sí queda claro es que algo falló en los mecanismos de cooperación fronteriza. Ni la alerta internacional funcionó, ni hubo un protocolo binacional que permitiera actuar a tiempo. La aparición de una menor estadounidense en un contenedor de basura, en una ciudad donde los casos de desapariciones no son novedad, pone una vez más bajo la lupa la crisis de seguridad y el flujo irregular entre ambos países.

Mientras se esperan más detalles oficiales, el caso de Annie Encino evidencia que incluso en un entorno supuestamente seguro como Disneyland, la vulnerabilidad de los menores puede terminar en una historia digna de una serie policiaca.

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