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«Matamos al gordo y a otro wey», dice ahora Palazuelos

En una nueva polémica, el precandidato de Movimiento Ciudadano al gobierno de Quintana Roo, Roberto Palazuelos, declaró que en un acto donde participaron varios, mataron a dos personas.

“Matamos al gordo, matamos a otro wey”, confesó, pero dijo que por su “conocimiento jurídico” se trataba de “legítima defensa”.

El conductor Yordi Rosado le pregunta si fue él quien disparó, pero no lo especifica pues da a entender que era un tumulto, donde varios sacaron sus armas.

“Yo traía una 380 con una portación de la Secretaría de la Defensa, que es el calibre que puedes portar, traía un teniente del Ejército con una 9 milímetros de uso exclusivo, y traía un amigo mío colombiano mafiosón, con otra 9, más chueca que él. Llegamos y se arma el show y la madre, abren la puerta y pow, pow, nos tiran dos madrazos al aire y nos encañonan con una p— pistola 22, un gordote.

“Yo con mi conocimiento jurídico, dije: este wey ya le jaló, trae pólvora, si me lo chingo es legítima defensa, de repente veo que se está agarrando con el de la puerta y la chingada, se armó una p— balacera, matamos a dos cabrones…

-¿Tú mataste a uno?

“Todos, todo mundo le dio a todos”, atajó.

Y agregó: “si la sacas (la pistola) es para usarla”. Sus amigos y él, reconoció, le “jalaron” al gatillo.

Estas polémicas declaraciones se suman a las de la semana pasada -por las que ya ofreció disculpas- cuando dijo que ajustará cuentas con quienes lo “difaman” si llega a la gubernatura de Roo.

Fuente: Aristegui Noticias

Opinión

Emilia Pérez: Una Mirada Cuestionada sobre México Por: Sigrid Moctezuma

En un mundo donde el cine es tanto un arte como una poderosa herramienta de representación cultural, las películas que abordan la identidad de un país llevan consigo una gran responsabilidad. Tal es el caso de Emilia Pérez, una cinta que, aunque prometía ser un relato innovador, ha generado un torrente de críticas por su visión estereotipada y su superficialidad al retratar la cultura nacional.

Descrita por sus creadores como un “narco-musical”, Emilia Pérez sorprendió al ganar cuatro Globos de Oro, lo que dejó en evidencia una desconexión entre las audiencias internacionales y la percepción mexicana. Mientras en el extranjero se celebra como un experimento cinematográfico audaz, aquí ha sido criticada por perpetuar clichés culturales que parecen sacados de una postal turística, ignorando las complejidades del México actual. Aunque su mezcla de comedia, drama y música despertó curiosidad inicial, para muchos terminó siendo un recordatorio de cómo los estereotipos siguen dominando la narrativa global.

Uno de los puntos de mayor desagrado ha sido la manera en que la película aborda temas sensibles como la identidad de género y la narcocultura. Si bien es positivo que estas cuestiones tengan espacio en la narrativa cinematográfica, en Emilia Pérez se sienten tratadas con una ligereza que no honra su trascendencia. Los personajes, en lugar de reflejar matices reales, se convierten en caricaturas que difícilmente conectan con el público.

Las críticas no solo vienen de los espectadores, sino también de sectores especializados en cine y cultura. Se ha señalado que la película parece diseñada para un público extranjero que consume el «México pintoresco», mientras ignora las voces y experiencias auténticas que definen al país. Lo que representa una oportunidad desperdiciada para proyectar un discurso que sea fiel a nuestra riqueza cultural y social.

Este fenómeno no es nuevo en el cine. Muchas producciones internacionales han intentado capturar supuestamente nuestra esencia, pero terminan cayendo en la trampa: el mariachi omnipresente, las cantinas llenas de tequila y la violencia gratuita. Emilia Pérez, desafortunadamente, parece sumar su nombre a esta lista.

No obstante, este tipo de reacciones también abre un espacio importante para la reflexión. La discusión que surge de estas películas pone sobre la mesa la necesidad de que seamos nosotros quienes contemos nuestras propias historias, desde múltiples perspectivas. Es imperativo que el relato cinematográfico internacional comience a escuchar más atentamente las voces locales y trabajen en colaboración para evitar simplificaciones que diluyan nuestra esencia.

En un mundo donde las plataformas digitales hacen que el cine viaje más rápido que nunca, la responsabilidad de representar adecuadamente a un país se vuelve aún más crucial. La recepción de Emilia Pérez debería servir como un recordatorio de que no somos un concepto único y fácil de definir, sino una amalgama compleja de historias, tradiciones y modernidades.

Quizá, en el futuro, podamos ver más producciones que tomen este desafío en serio, dejando de lado las visiones simplistas. Porque México, con todas sus luces y sombras, merece ser contado con verdad y profundidad.

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