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Opinión

Matar a un periodista. Por Caleb Ordoñez Talavera

El periodista Caleb Ordoñez asegura que México es un país donde ciertas profesiones sufren una amenaza persistente, por el simple hecho de hacer su trabajo; es el país más peligroso para uno de los oficios más apasionantes: el periodismo.

Caleb Ordóñez T.

Caleb Ordóñez Talavera

El ¨chato” no sabe exactamente lo que está sucediendo –es un perro que alguna vez fue rescatado- , solo espera pacientemente que la puerta de su hogar sea abierta de nuevo al llegar su dueña, algo que nunca sucederá.

Las patrullas y los servicios forenses acordonan la pequeña casa de la periodista Lourdes Maldonado, quien de acuerdo con los primeros informes, viajaba en su vehículo cuandofue objeto de un ataque armado y fue asesinada.

La espera del “chato” terminó siendo infinita; se le unieron un par de gatos que Lourdes también había adoptado. Unasniñas, vecinas de la periodista, llevaron comida a los animales y buscaron darles un poco de consuelo.

La asoladora imagen del fiel guardián de Maldonado esperando en la puerta de su hogar ha recorrido el mundo. Fue Yolanda Morales, amiga de Lourdes quien la subió a twitter y desde entonces ha logrado conmover a miles de personas; pero también hacer reflexionar sobre una desolada realidad que vivimos diariamente en nuestro país.

En este México ensangrentado, el duelo social es un constante padecimiento que ataca con sucesos violentos que nos suelen erizar la piel. La violencia con la que convivimos a diario nos puede llevar del temor, al enojo e incluso la búsqueda de venganza por nuestra propia mano.

México es un país donde ciertas profesiones sufren una amenaza persistente, por el simple hecho de hacer su trabajo. Es el país más peligroso para uno de los oficios más apasionantes: El periodismo. Y es que es enorme el grupo de personas que nos dedicamos a informar, quienes hemos sufrido la amenaza de muerte, alguna vez en nuestra vida.

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Texto de Caleb Ordoñez

Opinión

El G20: ¿Progreso real o más promesas vacías? Por Sigrid Moctezuma

Hablar del G20 es hablar de una oportunidad única: una reunión que pone sobre la mesa problemas que afectan directamente nuestras vidas, como la pobreza y el cambio climático. Pero, ¿Estamos realmente avanzando o seguimos atrapados en las buenas intenciones?

En pleno 2024, más de 700 millones de personas en el mundo viven con menos de 2 dólares al día, y el cambio climático sigue empujando a millones al borde de la desesperación. Según la FAO, en 2023 hubo un aumento alarmante de 122 millones de personas que enfrentan inseguridad alimentaria debido a conflictos y fenómenos climáticos extremos. Estas cifras no son abstractas; son vidas humanas, historias de lucha diaria que rara vez llegan a los titulares.

Erradicar la pobreza no es simplemente “dar más dinero”. Se trata de atacar la raíz del problema: desigualdades históricas y estructuras económicas que privilegian a unos pocos. Por ejemplo, los países del G20 representan el 85% del PIB mundial, pero también son responsables del 75% de las emisiones de gases de efecto invernadero. Es una contradicción enorme: quienes tienen más recursos para ayudar son también quienes más contribuyen al problema.

También es fácil hablar de «transición energética» y «economía verde», pero ¿Qué significa esto para alguien que perdió su casa por un huracán? En México, por ejemplo, los desastres naturales generaron pérdidas económicas por más de 45 mil millones de pesos en 2023. Y mientras tanto, los países más contaminantes siguen retrasando acciones contundentes, como reducir su dependencia de los combustibles fósiles. ¿Por qué? Porque aún les resulta más barato contaminar que invertir en soluciones sostenibles?.

¿Qué se debería hacer?

Las soluciones están claras, pero falta voluntad política. El G20 propone algunas ideas interesantes: redistribuir recursos, apoyar economías locales y fomentar la innovación tecnológica para reducir desigualdades. Pero todo esto suena a más promesas, a menos que veamos medidas concretas. ¿Dónde están los fondos para las comunidades más vulnerables? ¿Por qué no se prioriza la educación y la formación laboral en zonas desfavorecidas?

Como sociedad, necesitamos exigir que las grandes cumbres dejen de ser solo escenarios de fotos grupales. Los líderes globales deben recordar que detrás de cada estadística hay una persona que sufre, pero también que sueña con un futuro mejor. Si no empezamos a construir ese futuro ahora, ¿cuándo lo haremos?

El G20 no es la solución mágica, pero puede ser un catalizador. Si los compromisos se traducen en acciones reales, estaremos un paso más cerca de un mundo más justo. Si no, solo estaremos alimentando un ciclo de discursos vacíos que poco tienen que ver con las necesidades reales de la gente.

¿Qué opinas tú? ¿Crees que estas cumbres realmente cambian algo o son puro espectáculo?

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