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México no está preparado para los efectos de una guerra mundial: expertos

El conflicto entre Ucrania y Rusia impactará negativamente a los mexicanos en primera instancia por el alza en los precios del gas y el petróleo; además, en caso de escalar la confrontación, no se tiene la preparación para una remota participación armada, coinciden internacionalistas.

Firme a su política exterior, el gobierno de México se pronunció por la resolución pacífica de los conflictos que suceden a 10,772 kilómetros de distancia, sin embargo, la operación militar de Rusia puede convertirse en un conflicto internacional que obligue a la actual administración a definir un papel más activo. Estos son los temas iniciales en la mesa: economía, tensión política, suministros y fuerzas armadas.

El conflicto entre Ucrania y Rusia no tardará en mostrar sus efectos económicos, pues la nación presidida por Vladimir Putin suministra el 10% del petróleo mundial y un tercio del gas de Europa, por lo que el precio de ambos energéticos ha comenzado a incrementarse, al menos en los mercados internacionales.

“En la medida que va subiendo la gasolina, se afectan las cadenas de suministro; entonces comienzan a subir las frutas, verduras, todo porque cada vez cuesta más transportarla. Se va a disparar más la inflación”, explica Norma Soto Castañeda, especialista en Relaciones Internacionales de la Facultad de Negocios de la Universidad La Salle.

En contraste con la valoración de los analistas, el presidente López Obrador ha asegurado que su gobierno está preparado ante un posible incremento en el precio del gas y petróleo.

“Estamos preparados para que no haya apagones, para que no falte la luz y que no aumente el precio”, dijo desde el Salón de Tesorería.

Pobreza, desempleo, inseguridad y problemas sociales se van a agudizar mucho más si se mantiene el conflicto entre Rusia y Ucrania” Norma Soto Castañeda, especialista en Relaciones Internacionales de la Universidad La Salle.

El presidente y su canciller, Marcelo Ebrard, han sido cautelosos por lo que se han pronunciado por una solución pacífica, sin embargo, en el primer día de actividad armada, la embajadora de Ucrania en México, Oksana Dramaretska, hizo un llamado para que México sea más determinante y rompa relaciones con Rusia .

Al respecto, la especialista de La Salle afirma que México debe ser cuidadoso de no tomar parte ni de Ucrania ni de Rusia.

«Sería un error si México se pusiera a favor de uno o de otro, eso condenaría al país y al partido en el poder. Se tiene que actuar con suma inteligencia», destaca.

Otra presión que estará presente será la de mantener el respaldo a lo que defina el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, y quien ya se mostró poder participar en forma activa en su respaldo a Ucrania.

Para los analistas este debe ser otro elemento de cautela, pues Estados Unidos es el principal socio comercial de México, eso sin dejar de lado los miles de kilómetros de frontera común.

«Estamos bajo el paraguas nuclear de Estados Unidos, independientemente de que nos guste o no, es la primera potencia nuclear del potencia», afirma Abelardo Rodríguez Sumano, profesor-investigador del departamento de Estudios Internacionales en la Universidad Iberoamericana.

Actualmente, México recibe de Rusia millones de dosis de la vacuna Sputnik, procedentes del Centro Nacional de Investigación de Epidemiología y Microbiología Gamaleya. De mantenerse el conflicto, la especialista Norma Soto prevé que incluso pudiera haber afectaciones en el suministro de las vacunas Sputnik.

“Ante la posible carencia de vacunas, el gobierno de México tendría que cambiar de semáforo, volver un poco al confinamiento, para seguir controlando la pandemia, porque si no, se puede disparar”, sostiene.

Opinión

Emilia Pérez: Una Mirada Cuestionada sobre México Por: Sigrid Moctezuma

En un mundo donde el cine es tanto un arte como una poderosa herramienta de representación cultural, las películas que abordan la identidad de un país llevan consigo una gran responsabilidad. Tal es el caso de Emilia Pérez, una cinta que, aunque prometía ser un relato innovador, ha generado un torrente de críticas por su visión estereotipada y su superficialidad al retratar la cultura nacional.

Descrita por sus creadores como un “narco-musical”, Emilia Pérez sorprendió al ganar cuatro Globos de Oro, lo que dejó en evidencia una desconexión entre las audiencias internacionales y la percepción mexicana. Mientras en el extranjero se celebra como un experimento cinematográfico audaz, aquí ha sido criticada por perpetuar clichés culturales que parecen sacados de una postal turística, ignorando las complejidades del México actual. Aunque su mezcla de comedia, drama y música despertó curiosidad inicial, para muchos terminó siendo un recordatorio de cómo los estereotipos siguen dominando la narrativa global.

Uno de los puntos de mayor desagrado ha sido la manera en que la película aborda temas sensibles como la identidad de género y la narcocultura. Si bien es positivo que estas cuestiones tengan espacio en la narrativa cinematográfica, en Emilia Pérez se sienten tratadas con una ligereza que no honra su trascendencia. Los personajes, en lugar de reflejar matices reales, se convierten en caricaturas que difícilmente conectan con el público.

Las críticas no solo vienen de los espectadores, sino también de sectores especializados en cine y cultura. Se ha señalado que la película parece diseñada para un público extranjero que consume el «México pintoresco», mientras ignora las voces y experiencias auténticas que definen al país. Lo que representa una oportunidad desperdiciada para proyectar un discurso que sea fiel a nuestra riqueza cultural y social.

Este fenómeno no es nuevo en el cine. Muchas producciones internacionales han intentado capturar supuestamente nuestra esencia, pero terminan cayendo en la trampa: el mariachi omnipresente, las cantinas llenas de tequila y la violencia gratuita. Emilia Pérez, desafortunadamente, parece sumar su nombre a esta lista.

No obstante, este tipo de reacciones también abre un espacio importante para la reflexión. La discusión que surge de estas películas pone sobre la mesa la necesidad de que seamos nosotros quienes contemos nuestras propias historias, desde múltiples perspectivas. Es imperativo que el relato cinematográfico internacional comience a escuchar más atentamente las voces locales y trabajen en colaboración para evitar simplificaciones que diluyan nuestra esencia.

En un mundo donde las plataformas digitales hacen que el cine viaje más rápido que nunca, la responsabilidad de representar adecuadamente a un país se vuelve aún más crucial. La recepción de Emilia Pérez debería servir como un recordatorio de que no somos un concepto único y fácil de definir, sino una amalgama compleja de historias, tradiciones y modernidades.

Quizá, en el futuro, podamos ver más producciones que tomen este desafío en serio, dejando de lado las visiones simplistas. Porque México, con todas sus luces y sombras, merece ser contado con verdad y profundidad.

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