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Opinión

Migrantes, la fuerza que EU quiere desaparecer. Por Caleb Ordoñez T.

Estados Unidos ha sido construido sobre la base del trabajo y el sacrificio de migrantes. Desde su fundación, ha sido un país que ha recibido a quienes buscan una vida mejor, aportando su talento y esfuerzo a la economía. Sin embargo, hoy en día, la comunidad latina enfrenta una crisis sin precedentes, resultado de políticas migratorias amenazan su estabilidad y afectan directamente el desarrollo del país.

La fuerza económica de los migrantes latinos

Caleb Ordóñez T.

Hablar de migrantes latinos en Estados Unidos es hablar de una comunidad que mantiene en marcha sectores clave de la economía. Desde la agricultura hasta la construcción, la hotelería y los servicios, su trabajo es esencial para el funcionamiento de la nación. Según el Pew Research Center, los latinos representan casi el 18% de la población estadounidense y desempeñan un papel fundamental en la economía, contribuyendo con más de 2.8 billones de dólares al PIB.

A pesar de su importancia, las políticas migratorias recientes han puesto en jaque a esta comunidad, generando redadas y deportaciones masivas que han dejado campos de cultivo vacíos, tiendas sin empleados y empresas en crisis. Las cosechas se están perdiendo porque no hay trabajadores para recogerlas, y los negocios enfrentan problemas porque faltan manos que los mantengan en marcha.

Redadas que ahogan la economía

El discurso oficial justifica las redadas masivas como una estrategia para “sacar criminales de las calles”. Sin embargo, en la práctica, los operativos de ICE (Servicio de Inmigración y Control de Aduanas) han golpeado con más fuerza a trabajadores agrícolas, empleados de supermercados, obreros de construcción y personal de restaurantes.

Las imágenes de supermercados con estantes vacíos y campos de cultivo con frutas y verduras pudriéndose reflejan una crisis migratoria y una económica. Sin estos trabajadores, la inflación sube, los precios de los alimentos aumentan y el sector empresarial enfrenta una escasez de mano de obra que amenaza con afectar la recuperación económica tras la pandemia.

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Opinión

Inflexión. Por Raúl Saucedo

LO QUE SE VIENE EL DOMINGO

En entregas anteriores como LA URNA (1) y LA CLAVE (2) abordamos puntos del próximo ejercicio democratico en méxico considerando que la próxima jornada electoral del 1 de junio emerge no sólo como un evento democrático más, sino como un auténtico punto de inflexión para el gobierno federal. Más allá de la renovación de Congresos y gobiernos locales en un par de estados, la inminente elección directa de jueces, magistrados y ministros representa un desafío sin precedentes y una oportunidad estratégica que definirá el rumbo y la legitimidad del país.

La propuesta de reformar el Poder Judicial y someterlo a la voluntad popular fue una bandera clave de la administración anterior y ha sido refrendada por la actual. La promesa es clara: construir una justicia más cercana al pueblo, transparente y libre de vicios. Sin embargo, la materialización de esta visión a través de las urnas el 1 de junio no es un camino exento de riesgos. Para la administración federal, el resultado de esta elección judicial no sólo medirá el respaldo ciudadano a una de sus principales apuestas, sino que también sentará las bases sobre las cuales operará el poder judicial durante su sexenio.

Si la elección del 1 de junio deriva en la llegada de juzgadores alineados con la visión del gobierno, la política ejecutiva se podría ver fortalecida su capacidad para impulsar la agenda sin los contrapesos que un Poder Judicial tradicionalmente independiente suele ejercer. Esto, desde la óptica de sus simpatizantes, sería un avance para desatorar reformas y proyectos que, en ocasiones, fueron frenados por resoluciones judiciales. Sin embargo, para los críticos y la oposición, significa una concentración de poder sin precedentes y una erosión de la independencia judicial, pilar fundamental de cualquier democracia.

Por otro lado, si los resultados de la elección arrojan un panorama judicial más plural, con la llegada de juzgadores que no necesariamente comparten la misma visión política, el gobierno federal se enfrentaría a un Poder Judicial que podría actuar como un contrapeso más vigoroso. Esto, aunque potencialmente generador de fricciones y debates necesarios, sería visto por muchos como un fortalecimiento del sistema democrático de pesos y contrapesos, garantizando que el ejercicio del poder se mantenga dentro de los límites constitucionales.

La forma en que se desarrolló la campaña electoral para los puestos judiciales, la participación ciudadana y, sobre todo, la legitimidad percibida de los resultados, serán cruciales. Una elección pulcra y transparente podría otorgarle un capital político inmenso para legitimar su proyecto de nación. Sin embargo, cualquier indicio de irregularidad o polarización exacerbada durante el proceso podría enturbiar la imagen del gobierno y sembrar dudas sobre la verdadera independencia del Poder Judicial desde su génesis electoral.

Desde este teclado en la Ciudad de México, dónde estamos convencidos que la certeza jurídica es clave para el futuro de una nación, la configuración del Poder Judicial será observada con lupa. Un sistema judicial que genere confianza es vital para la atracción de capitales y el mantenimiento del estado de derecho. La elección del 1 de junio no es solo una votación de nombres; es la definición de las reglas del juego judicial para la próxima década, y con ello, de la gobernabilidad y la estabilidad democrática.

Esta reflexión viene a causa de que hoy es el último día de proselitismo para aquellos contendientes que el domingo mas haya de buenas voluntades vivirán el sistema político mexicano.

@Raul_Saucedo

rsaucedo@uach.mx

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