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Millonario celebra cumpleaños de su hija y gasta más de 202 millones de pesos

La fiesta de cumpleaños de Isabella Barbo, hija del millonario William Barbo, costó más de 202 millones de pesos y por supuesto que las fotos no han parado de circular en Internet debido a lo ostentoso del evento celebrado en Filipinas.

El empresario en cosméticos no escatimó en gastos para festejar el cumpleaños número siete de su hija, mostrando una desigualdad social que se vive en el país del sur de Asia, lo que condujo a un intenso debate en redes sociales.

Tan sólo por mencionar, el pastel tenía seis pisos y estaba envuelto en una fina masa elástica y decorado con cristales swarovski, el vestido de princesa de Isabella Barbo estaba bordado con hilos de plata, y su corona de diamantes tampoco pasó desapercibida.

El padre y el hermano mayor de la niña lucieron finos trajes de seda y oro de príncipes, mientras que la madre se presentó en un exclusivo vestido color nude. En la fiesta hubo 300 invitados vestidos de gala, aunado a los menores de edad, que estaban todos con trajes de príncipes, princesas y superhéroes.

La decoración también fue espectacular: El techo estaba adornado por globos y flores de la estación y había 20 arañas decorativas de cristales, mesas con manteles de seda, cubiertos de plata y finas rosas, además de tulipanes en floreros de plata y los candelabros de cristal. En total, se gastaron 10 millones de dólares (202 millones de pesos 366 mil 700 pesos mexicanos).

La enorme escalera del salón fue adornada con flores y un piso con el nombre de la pequeña Isabella, a quien sus padres complacieron con un show de princesas filipinas de Disney que le cantaron sus canciones favoritas. Asimismo, contaron con un espectáculo de ballet y de 3D para los mayores. Eso sin contar a la exclusiva banda de músicos y a su hermano, que tocó el piano.

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Desaparece en Disneyland y aparece días después en un bote de basura en Mexicali: el misterioso caso de Annie Encino

Una adolescente estadounidense de 16 años fue localizada con vida dentro de un contenedor de basura en Mexicali, Baja California, días después de haber desaparecido en el parque Disney California Adventure, en Anaheim. El caso ha despertado preocupación e interrogantes en ambos lados de la frontera, especialmente por el silencio mediático en México y las lagunas que aún rodean su cruce hacia territorio nacional.

Annie Kathleen Encino desapareció el pasado 20 de abril tras una discusión con su familia dentro del parque temático. Fue vista por última vez alejándose sola, lo que activó una Alerta Amber en Estados Unidos. Sin embargo, esa alerta nunca cruzó a territorio mexicano, dejando a la opinión pública del país sin conocimiento de su desaparición… hasta que la historia dio un giro tan insólito como alarmante.

Días después, una llamada anónima al 911 alertó a la policía municipal de Mexicali sobre la presencia de una menor dentro de un bote de basura. Al llegar al sitio, los oficiales encontraron a la joven en condiciones que no han sido detalladas, pero confirmaron su identidad. El consulado de Estados Unidos fue notificado de inmediato y su madre viajó a la ciudad fronteriza para identificarla y llevarla de regreso.

Hasta ahora, las autoridades mexicanas no han informado cómo fue que Annie cruzó la frontera sin documentos, sin acompañantes y sin ser detectada. Tampoco han revelado si fue víctima de trata, secuestro, abuso o si viajó voluntariamente con ayuda de terceros. La Fiscalía de Baja California mantiene abierta una investigación para esclarecer los hechos.

Lo que sí queda claro es que algo falló en los mecanismos de cooperación fronteriza. Ni la alerta internacional funcionó, ni hubo un protocolo binacional que permitiera actuar a tiempo. La aparición de una menor estadounidense en un contenedor de basura, en una ciudad donde los casos de desapariciones no son novedad, pone una vez más bajo la lupa la crisis de seguridad y el flujo irregular entre ambos países.

Mientras se esperan más detalles oficiales, el caso de Annie Encino evidencia que incluso en un entorno supuestamente seguro como Disneyland, la vulnerabilidad de los menores puede terminar en una historia digna de una serie policiaca.

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