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Murió Diego Armando Maradona

Diego Armando Maradona murió a los 60 años después de sufrir una descompensación en su domicilio.
La noticia fue confirmada en ESPN F90.

Pelusa nació el 30 de octubre de 1960, en Villa Fiorito, provincia de Buenos Aires. De origen muy humilde, en poco tiempo comenzó a destacarse por su enorme habilidad con la pelota. Debutó en Primera División jugando para Argentinos Juniors, a los 15 años, el 20 de octubre de 1976, en la derrota ante Talleres de Córdoba por 1-0.

En la Argentina, además de jugar en el Bicho de La Paternal, se dio el gusto de vestir los colores de Boca Juniors, club del que era hincha, y de Newell’s Old Boys de Rosario. Desde el Xeneize pegó el saltó a Europa: en el Viejo Continente desembarcó primero en Barcelona, y luego pasó a Nápoles, donde llegó la consagración. Tras una suspensión por doping, tuvo un último paso en Europa como futbolista del Sevilla.

Su trayectoria profesional se desarrolló durante 21 años, entre 1976 y 1997. Jugó siete años en el Napoli, el club que más lo disfrutó, y apenas 5 encuentros en Newell’s Old Boys durante 1993. En toda su carrera disputó 679 partidos y convirtió 345 goles.

En Argentinos Juniors jugó desde 1976 hasta 1980. Fueron 166 partidos con 111 goles anotados. El estadio del club, en merecido homenaje, tiene su nombre.

Su carrera siguió por Boca Juniors, donde debutó el 22 de febrero de 1981 ante Talleres de Córdoba. El Xeneize ganó por 4-2 y el 10 marcó dos tantos. Con la azul y oro fue campeón del Metropolitano de 1981. Con Boca jugó 40 partidos y anotó 28 goles.

Luego de ser vendido al Barcelona, regresó 14 años después al club de la Ribera, el 7 de octubre de 1995. El 25 de octubre de 1997 colgó los botines, la tarde en que los xeneizes vencieron a River Plate por 2-1. En esa segunda etapa boquense jugó 30 partidos y marcó 7 tantos.

Con Barcelona debutó el 4 de septiembre de 1982, ante el Valencia. Allí ganó la Copa de la Liga y la Copa del Rey. El 5 de mayo de 1984 se despidió con una derrota contra Athletic de Bilbao, en la final de la Copa del Rey. Con los catalanes jugó 58 partidos y marcó 38 goles.

Nápoles fue su lugar en el mundo. Allí debutó el 16 de septiembre de 1984 contra Verona, con derrota por 3 a 1. Gracias a su talento, en la temporada 1986/87 el equipo del sur de Italia consiguió el primer Scudetto de su historia, título que repitió en 1989/90. También ganó la Copa Italia de 1986/87, la Supercopa ’90 y la Copa de la UEFA 1988/89. El 24 de marzo de 1991 se despidió con una derrota contra Sampdoria. En Napoli jugó 259 encuentros y marcó 115 goles.

Tras su salida de Italia, lo esperaba Sevilla: el debut en España se produjo el 4 de octubre de 1992, ante el Athletic de Bilbao, con una derrota por 2-1. Allí jugó 29 partidos y anotó 8 goles.

Llegó el paso por Newell’s, en lo que fue la etapa más breve de su carrera: comenzó el 10 de octubre de 1993, jugando cinco partidos sin marcar goles.

La Selección Argentina se dio el gusto de verlo jugar con 16 años, cuando jugó el primer partido con la Mayor, el 27 de febrero de 1977, contra Hungría. El partido se jugó en La Bombonera, con triunfo argentino por 5-2. Fue campeón mundial en México ’86, donde marcó el mejor gol de todos los tiempos ante Inglaterra, y subcampeón en Italia ’90.

Los casos de dóping marcaron una triste etapa de su carrera. La primera suspensión fue el 17 de marzo de 1991, después de un partido en el que el Napoli venció 1-0 al Bari. La muestra de orina presentó restos de cocaína, y el 20 de abril de ese año, Maradona fue suspendido por 15 meses. La pena duró hasta el 30 de junio de 1992.

El 25 de junio de 1994, en el Mundial de Estados Unidos, se vivió otro episodio doloroso para los fanáticos del fútbol: la Selección Argentina venció por 2-1 a Nigeria, y tras el partido el 10 fue sorteado para el control antidoping. En esa ocasión dio positivo de efedrina, una sustancia que estaba prohibida por la FIFA.

Como entrenador debutó en Deportivo Mandiyú de Corrientes en 1994, con Carlos Fren como ayudante de campo (dirigió 12 partidos, ganó 1, empato 6 y perdió 5). En 1995 llegó a Racing Club (dirigió 11 partidos, 2 ganados, 6 empatados, 3 perdidos).

Luego de muchos años sin actividad llegó el momento de dirigir a la Selección Argentina, su sueño. Entre 2008 y 2010, incluido el Mundial de Sudáfrica, dirigió 24 partidos: ganó 18 y perdió 6.

En 2011 y 2012 dirigió al Al Wasl de Emiratos Arabes Unidos, y entre 2017 y 2018 estuvo en el Al Fujairah del mismo país.

En 2018 y 2019 llegó a Dorados de Sinaloa, de la Segunda de México, con 38 partidos dirigidos, 20 ganados, 9 empatados y 9 perdidos.

El último paso de Diego como DT lo tuvo en la Argentina, como técnico de Gimnasia y Esgrima de La Plata (20 partidos, 7 ganados, 5 empatados y 8 perdidos).

Su efectividad como entrenador fue del 55,16 por ciento

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Con polémica incluida, Real Madrid vence al Atlético de Madrid en penales y avanza

Nivelada la eliminatoria por el Atlético de Madrid a los 27 segundos, con ocasiones suficientes para la remontada total contra Thibaut Courtois, y fallada una pena máxima por Vinicius Júnior ya en la segunda parte, la tanda de penaltis culminó la supervivencia del Real Madrid en el Metropolitano, agarrado a un resbalón de Julián Alvarez y lanzado a los cuartos de final de la Liga de Campeones para enfrentarse contra el Arsenal.

La apoteosis del Real Madrid, la desolación del Atlético, que lo intentó de todas las maneras posibles, se desfondó hasta el final y cayó en la tanda final, en la agonía del partido.

Superadas ya las once y media de la noche en el Metropolitano, exhaustos todos y cada uno de los futbolistas, abrazados en la banda y en el terreno de juego (Simeone caminando de un lado para otro), entre la tensión desbordante, el Real Madrid inició los lanzamientos. Primero Kylian Mbappé. Gol. Segundo, Sorloth. También gol. Igual que Bellingham después. No Julián Alvarez. Se resbaló, tocó dos veces el balón. Marcó pero no valió. Frustración.

No falló Valverde después para aumentar la ventaja, con el 1-3. Correa resistió con el 2-3, apareció Oblak para repeler el tiro de Lucas Vázquez. Y la escuadra escupió el derechazo de Marcos Llorente. El gol decisivo, el final, fue de Rudiger. El Real Madrid siempre sobrevive.

27 segundos. Una jugada. Como un relámpago, el Atlético reequilibró la eliminatoria. Tan pronto, el Real Madrid sintió perdido todo lo ganado en la ida, tan crucial en un duelo como este. El segundo gol más rápido recibido por el club blanco en su historia en la Champions. Un nuevo duelo, un nuevo plan, un nuevo objetivo, una nueva responsabilidad. Ni medio minuto del saque inicial al gol. Sólo Roy Maakay, en 11 segundos en 2007, lo marcó antes. 

Un pelotazo de Lenglet, la segunda jugada, un mal despeje de Asencio… Y todo activo. El rechace lo ganó Griezmann. No acudió nadie del Real Madrid. La acción la continuó primero Gallagher -una de las novedades del once de Simeone, junto a Reinildo-, después Julian Alvarez y más allá, ya en la banda derecha, De Paul para poner el centro raso que tocó de tacón Giuliano y que remachó con el alma, imparable, lanzado, el propio Gallagher. 

Estalló, volcánico, el Metropolitano. El mejor inicio para el Atlético, el peor comienzo para el Real Madrid. Todos los condicionantes desaparecieron en un instante; la obligación del gol del equipo rojiblanco, las posibilidades de especulación del conjunto blanco. La partida giró. El Atlético optó por el repliegue, por resguardar el gol y el contragolpe. El juego previsto del Real Madrid, que, en cambio, se apropió de la posesión: aceptó la invitación de su rival.

Desde el empuje el 1-0, desde la ventaja, frente al control de balón con el que maniobró el Real Madrid de un lado a otro a la espera de un pase, de un espacio, de una vía para probar a Oblak (no lo hizo hasta el minuto 29 por medio de Rodrygo, flojo a las manos del guardameta desde una posición nada prometedora), el equipo local se compactó en 30 metros en torno a sus bienes más preciados: la portería y la igualdad de la eliminatoria.

El partido estaba entonces donde quería el Atlético. Protegido en su defensa, en la red de ayudas tejida en la pizarra de Simeone (Vinicius frente a Llorente y Giuliano; Rodrygo ante Reinildo y Gallagher), sin una sola ocasión clara del conjunto blanco, sus ráfagas de respuesta y las segundas jugadas ganadas en cada envío en largo contra los centrales madridistas lo reafirmaron en el éxito del plan, más aún el latigazo que soltó Julián Alvarez. 

Expresivo Courtois en la estirada de respuesta, el Real Madrid también entendió el riesgo -alertado por otra jugada de Griezmann y por un cabezazo fallido de Lenglet- sin haber saboreado aún nada más que una cantidad improductiva de pases horizontales, revelado como una estructura inestable y salvado otra vez por su portero. Otra vez, a Julián Alvarez.

El remate de Bellingham contra Tchouameni, entre las explicaciones reclamadas por el inglés, relató la confusión por la que se movía el juego blanco, tan aparente como inofensivo, cuando enfiló el descanso sin exigir una sola parada de mérito a Oblak. Descriptivo del primer tiempo. Del partido del Atlético y de la inocua respuesta del Madrid.

Antes del primer minuto de la segunda parte, Julián Alvarez advirtió de nuevo a Courtois, seguro desde el suelo. Hasta el quinto minuto de la reanudación, el Real Madrid no volvió a combinar tres pases. Era el mismo partido de antes, el que quería el Atlético, entre un centro chut de Marcos Llorente y un buen susto para Courtois. Respiró cuando lo vio fuera. Igual que lo hizo luego Oblak cuando Bellingham no remató un centro de Rodrygo. 

Insustancial Vinicius, desparecido Mbappé (finalmente titular tras la duda de las últimas horas por un golpe en el tobillo), con poco peso decisivo Luka Modric, demasiado lejos Fede Valverde, intermitente Bellingham, Rodrygo era la opción más nítida del Real Madrid, atascado ante la resistencia del Atlético, que no se quedó solo ahí: su amenaza era tanto o más potente que la de su adversario. El testarazo de Giménez lo atestiguó de nuevo. 

El encuentro estaba ahí. En un detalle. En un acierto. En un pase filtrado del Real Madrid o en un contraataque del Atlético. Un filo tan fino, tan estresante, tan inquietante, para determinar toda una clasificación para los cuartos de final de la Liga de Campeones, en vilo para los dos, por más que la sensación local era más prometedora que la visitante. Sólo eso.

Porque el Real Madrid tiene unos atacantes extraordinarios. En cuanto corren, en cuanto perciben el espacio, se transforman en unos cohetes incontenibles, como Mbappé en el contragolpe que pudo transformarlo todo ya superada la hora de encuentro. El paso en falso puso en evidencia a Giménez, facilitó el quiebro al atacante francés. A Lenglet, justo detrás, no le quedó otra que derribarle. El penalti lo pidió Vinicius. Lo lanzó fuera. 

A un metro de altura del larguero, a las nubes, pateó el atacante brasileño la mejor ocasión del Real Madrid hasta entonces. Casi la única. Era ya el minuto 69. La contra surgió en una mala decisión de Griezmann en el otro área. Instantes después reincidió, salvado el Atlético por el cruce providencial de Reinildo cuando Rodrygo enfilaba la recta del gol ante Oblak. 

Un síntoma del descontrol que, por primera vez en todo el partido, padeció el Atlético, personificado en cada intervención de Griezmann. Futbolista formidable en la historia del equipo rojiblanco, no está en su mejor tiempo, desgastado, impreciso, lejos de su mejor versión en los últimos choques, también en el emocionante derbi de Champions.

A diez minutos del final, sin un solo cambio de Simeone, cuando su equipo lo desprendía de manera evidente hasta el minuto 85 (un notable Gallagher dio paso al imprevisible Lino), era el momento del Real Madrid en el partido. No lo aprovechó entonces. Ni una sola oportunidad. Es más, Correa, a la media vuelta, apuntó al 2-0. No lo logró. La prórroga. No llegó De Paul a ella, desfondado y acalambrado, como Mendy minutos antes en el otro lado. 

La novena prórroga ya entre ambos equipos en la era Simeone, que pedía calma cuando Correa iba a toda velocidad a sacar un córner, tras una nueva oportunidad del Atlético, ya por las siete ocasiones en hora y media por una tan solo del Real Madrid, que reapareció con otro tímido tiro de Brahim. También un cabezazo de Sorloth. Sólo cuatro minutos del tiempo extra, más roto el encuentro, sin tanto físico, sin tanto tino. También se fue exhausto Reinildo, reivindicado con un gran partido defensivo. No aguantó ya más.

Todo siguió igual. El primer tiempo de la prórroga. Aún 1-0. La segunda parte, sin ocasiones, sin goles, a los penaltis. Más de tres horas y media de tensión reducidas a once metros, a nueve lanzamientos, al resbalón desgraciado de Julián Alvarez a la victoria agónica del Real Madrid, el vigente campeón de la Liga de Campeones, superviviente en el Metropolitano.

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