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Opinión

No dejes ir la inspiración. Por Nancy Anahí Toledo

A veces pierdo la inspiración…no solo de escribir alguna reflexión, a veces va más allá. A pesar de que tenga ganas de hacer algo, hay momentos o días enteros en que no encuentro motivación para seguir o empezar.

Cuando vienen los momentos de inspiración es increíble que puedes hacer en 10 minutos lo mismo que en otros días con gran esfuerzo lograste.

No hay más pretextos, y la mente conecta con el cuerpo y empiezan a trabajar como la maquina perfecta que son…llena de energía y felicidad por lo que estás haciendo.

Es cierto que puedes preparar el ambiente, hacer horarios, ser disciplinada…y todo esto rendirá sus frutos. Seguro que avanzas en tus proyectos, físicos o intelectuales. Pero corríjanme si estoy mal hablando de estos momentos mágicos de iluminación en donde no puedes parar y todo fluye en armonía, y estás feliz de sentirte así. Capaz. Productiva.

Yo sé que existen y trato de recordarlo siempre que me siento tan falta de ganas, cuando pierdo la inspiración y hasta me pregunto si vale la pena retomar, o empezar a hacer algo. Si les ha pasado esto, detecten ese estado de ánimo y traten de compensarlo pensando en que vienen los momentos de luz y motivación imparables…y que todo puedes!

Recuerda por qué empezaste, porque o para que lo haces…empuja un poco tus límites, porque hay días que vas avanzando de subida, y pesa más, cuesta el doble de trabajo, pero ya vendrá la bajadita y entonces podrás avanzar mucho más, sin esfuerzo, relajado, disfrutando…

A veces pierdo la inspiración, pero no la dejo ir muy lejos…después de todo estoy convencida que siempre regresa.

Nancy Anahi Toledo Rascón
Instagram @eso.pienso
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Opinión

KAFKIANO. Por Raúl Saucedo

ECOS DOMINICALES

En el laberinto de la política contemporánea, a menudo podríamos considerar  que nos encontramos deambulando por pasillos de las obras de Franz Kafka. Esa sensación de absurdo, opresión y burocracia incomprensible que caracterizan lo «Kafkiano» no es exclusiva de la ficción; es una realidad palpable en el día a día de millones de ciudadanos alrededor del mundo.

A nivel global, la política parece haberse transformado en un sistema gigantesco, deshumanizado y a menudo ilógico. Las decisiones se toman en esferas lejanas, por personajes que parecen habitar otro universo, mientras que las consecuencias recaen directamente sobre los ciudadanos de a pie. ¿Cuántas veces hemos visto acuerdos internacionales o normativas supranacionales que, a pesar de sus buenas intenciones, terminan generando más confusión y restricciones que soluciones? Es la burocracia global, un monstruo de muchas cabezas que opera bajo sus propias reglas, ajeno a las realidades individuales. Los ciudadanos se sienten como los personajes de Kafka, constantemente a la espera de un veredicto o una explicación que nunca llega, o que llega demasiado tarde y de forma incomprensible.

En América Latina, la esencia Kafkiana de la política se magnifica. La historia de la región está plagada de sistemas que parecen laberintos, donde los procesos se estancan por años, las acusaciones no tienen fundamento claro y la justicia parece un privilegio, no un derecho. La corrupción es otro elemento profundamente Kafkiano: actos inexplicables de desvío de recursos o favores políticos que operan en las sombras, imposibles de rastrear o de exigir responsabilidades. Los ciudadanos se enfrentan a un estado omnipresente pero ineficiente, que promete soluciones pero solo entrega más papeleo y trámites sin fin. Las promesas electorales se desvanecen en el aire como niebla, dejando un rastro de desilusión y cinismo. La sensación de desamparo es palpable, pues la maquinaria política y administrativa, en lugar de servir, parece diseñada para agobiar y confundir.

Existen países que para interactuar con dependencias gubernamentales puede ser una auténtica Odisea Kafkiana. Solicitar un permiso, registrar una propiedad o incluso tramitar una simple credencial puede convertirse en una misión imposible, llena de requisitos ambiguos, ventanillas equivocadas y funcionarios que ofrecen respuestas contradictorias. La burocracia, en muchos casos, no solo es lenta, sino que parece tener una lógica interna ajena a la razón, diseñada para agotar la paciencia del ciudadano. A esto se suma la impunidad, un fenómeno profundamente Kafkiano, donde crímenes y actos de corrupción permanecen sin castigo, generando una sensación de injusticia y resignación. Las narrativas oficiales a menudo carecen de la transparencia necesaria, dejando a la población en un estado de perpetua incertidumbre y desconfianza, buscando desesperadamente una explicación que nunca llega, o que es inaceptable.

En este panorama, la política se percibe como un ente ajeno, una fuerza opresiva que opera bajo un código indescifrable. Para muchos, participar activamente se siente como un esfuerzo en vano contra un sistema que parece inmune al cambio. La resignación es un peligro real, y la apatía se convierte en una respuesta lógica a la frustración persistente.

Sin embargo, como en las obras de Kafka, donde los protagonistas, a pesar de su desorientación, siguen buscando una salida o una explicación, nuestra sociedad no debe rendirse. Entender la naturaleza Kafkiana de nuestra política es el primer paso para exigir transparencia, simplificación y, sobre todo, una humanización de los sistemas que nos rigen. Solo así podremos, quizás, encontrar la puerta de salida de este interminable laberinto.

Esta reflexión viene de mensajes en grupos, cafés en mesas y observaciones del pasado domingo, donde lo kafkiano quizá no es la situación, si no nosotros mismos.

@Raul_Saucedo

rsaucedo@uach.mx

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