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Opinión

Nos vale madre el medio ambiente. Por Itali Heide

Itali Heide

Nos guste o no, el mundo se desmorona ante nuestros ojos. La contaminación, el calentamiento global, el cambio climático, el aumento del nivel del mar, el consumismo y la superpoblación son sólo algunos de los principales problemas que afectan a nuestro día a día, por no hablar de los efectos que tendrá en la vida de las generaciones que vendrán después.

¿Es demasiado tarde para evitar lo que parece imposible de prevenir? ¿Hemos pasado el punto de no retorno? La respuesta parece ser afirmativa, sobre todo teniendo en cuenta que el mundo no ha tomado medidas drásticas para detener lo que se avecina.

Las empresas siguen vertiendo contaminantes en el aire y el agua, culpabilizando al consumidor diciéndole que compre productos «ecológicos» que son cualquier cosa menos ecológicos, mientras su producción sigue añadiendo toneladas de contaminación a nuestro mundo.

Prometen invertir en plantar más árboles, hacer donaciones a organizaciones benéficas y reducir su huella de carbono, pero no hacen casi nada para cambiar las cosas. Las tiendas se niegan a repartir bolsas de plástico mientras siguen vendiendo productos envueltos en toneladas de plástico.

La investigación del geógrafo Richard Heede ha demostrado algo alarmante: casi dos tercios de las emisiones de carbono (por uso de combustibles fósiles, fugas de metano y fabricación de cemento) se originan en sólo 90 empresas, entre ellas Pemex, lo que nos toca de cerca. Básicamente, en unos cuantos autobuses de Rápidos Cuauhtémoc cabrían todos los principales responsables de las emisiones de carbono.

Si bien es cierto que los casi 8 mil millones de consumidores de un mundo superpoblado también tienen cierta responsabilidad, el hecho de que la culpa recaiga mayoritariamente sobre ellos es simplemente inconcebible.

Aunque los efectos de las actividades humanas sobre el clima mundial son irreversibles para nosotros y las generaciones futuras, eso no significa que no debamos hacer nada para mejorar la situación. Ahora mismo, podríamos tomar decisiones políticas monumentales que podrían reducir algunas de las consecuencias y dar a nuestros bisnietos y a sus futuras generaciones más esperanzas en el futuro.

Uno de los temas más alarmantes es el cambio climático: desde la era preindustrial, el mundo se ha calentado alrededor de 1,2C, lo que puede provocar cambios monumentales. Sólo el océano ya ha absorbido el sombrero equivalente a cinco bombas atómicas de Hiroshima cada segundo.

El hecho de que esto haya sido ampliamente aceptado por los organismos gubernamentales de todo el mundo es francamente aterrador, y no hay mucho que la gente normal pueda hacer para detenerlo. Las personas que pueden tomar decisiones, claramente no se preocupan lo suficiente como para hacerlo, ya que afectaría a sus propios ingresos.

¿En qué momento el mundo comenzó a preocuparse más por el dinero que por el bienestar de los seres humanos que viven en la tierra? Aunque la riqueza y el bienestar han dado a la gente una sensación de poder y estatus durante mucho tiempo, no fue hasta la Era Industrial cuando el capitalismo realmente se aprovechó del hecho de que nadie se preocupara por el medio ambiente.

Escribir estas palabras parece inútil, pero es todo lo que podemos hacer (aparte de responsabilizarnos de cómo nuestro propio consumo afecta al medio ambiente).

Parece que llevamos años tratando de hacer valer nuestro punto de vista y, sin embargo, no se hace mucho al respecto (y si se hace, no es suficiente). En una tierra que va rápidamente hacia abajo, hemos renunciado a defender lo que es correcto. No culpo a nadie por cansarse de gritarlo al mundo, pero no podemos dejar de hacerlo. Mientras la humanidad se mantenga unida y siga alzando la voz, todavía podemos provocar el cambio.

Opinión

La semilla. Por Raúl Saucedo

Libertad Dogmática

El 4 de diciembre de 1860 marcó un hito en la historia de México, un parteaguas en la relación entre el Estado Mexicano y la Iglesia. En medio de la de la “Guerra de Reforma», el gobierno liberal de Benito Juárez, refugiado en Veracruz, promulgó la Ley de Libertad de Cultos. Esta ley, piedra angular del Estado laico mexicano, estableció la libertad de conciencia y el derecho de cada individuo a practicar la religión de su elección sin interferencia del gobierno.

En aquel entonces, la Iglesia Católica ejercía un poder absoluto en la vida política y social del país. La Ley de Libertad de Cultos, junto con otras Leyes de Reforma, buscaba romper con ese dominio, arrebatándole privilegios y limitando su influencia en la esfera pública. No se trataba de un ataque a la religión en sí, sino de un esfuerzo por garantizar la libertad individual y la igualdad ante la ley, sin importar las creencias religiosas.
Esta ley pionera sentó las bases para la construcción de un México moderno y plural. Reconoció que la fe es un asunto privado y que el Estado no debe imponer una creencia particular. Se abrió así el camino para la tolerancia religiosa y la convivencia pacífica entre personas de diferentes confesiones.
El camino hacia la plena libertad religiosa en México ha sido largo y sinuoso. A pesar de los avances logrados en el lejano 1860, la Iglesia Católica mantuvo una fuerte influencia en la sociedad mexicana durante gran parte del siglo XX. Las tensiones entre el Estado y la Iglesia persistieron, y la aplicación de la Ley de Libertad de Cultos no siempre fue consistente.
Fue hasta la reforma constitucional de 1992 que se consolidó el Estado laico en México. Se reconoció plenamente la personalidad jurídica de las iglesias, se les otorgó el derecho a poseer bienes y se les permitió participar en la educación, aunque con ciertas restricciones. Estas modificaciones, lejos de debilitar la laicidad, la fortalecieron al establecer un marco legal claro para la relación entre el Estado y las iglesias.
Hoy en día, México es un país diverso en materia religiosa. Si bien la mayoría de la población se identifica como católica, existen importantes minorías que profesan otras religiones, como el protestantismo, el judaísmo, el islam y diversas creencias indígenas. La Ley de Libertad de Cultos, en su versión actual, garantiza el derecho de todos estos grupos a practicar su fe sin temor a la persecución o la discriminación.
No obstante, aún persisten desafíos en la construcción de una sociedad plenamente tolerante en materia religiosa. La discriminación y la intolerancia siguen presentes en algunos sectores de la sociedad, y es necesario seguir trabajando para garantizar que la libertad religiosa sea una realidad para todos los mexicanos.

La Ley de Libertad de Cultos de 1860 fue un paso fundamental en la construcción de un México más justo y libre. A 163 años de su promulgación, su legado sigue vigente y nos recuerda la importancia de defender la libertad de conciencia y la tolerancia religiosa como pilares de una sociedad democrática y plural.
Es importante recordar que la libertad religiosa no es un derecho absoluto. Existen límites establecidos por la ley para proteger los derechos de terceros y el orden público. Por ejemplo, ninguna religión puede promover la violencia, la discriminación o la comisión de delitos.
El deseo de escribir esta columna más allá de conmemorar la fecha, me viene a deseo dado que este último mes del año y sus fechas finales serán el marco de celebraciones espirituales en donde la mayoría de la población tendrá una fecha en particular, pero usted apreciable lector a sabiendas de esta ley en mención, sepa que es libre de conmemorar esa fecha a conciencia espiritual y Libertad Dogmática.

@Raul_Saucedo
rsaucedo@uach.mx

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