Tras reunirse en el Vaticano durante tres días con el Papa para analizar la crisis por abusos de poder, de conciencia y sexuales en la Iglesia chilena, todos los obispos de ese país entregaron sus renuncias a Francisco.
“Queremos pedir perdón por el dolor causado a las víctimas, al Papa, al pueblo de Dios y al país por nuestros graves errores y omisiones”, indicaron en una declaración conjunta, leída durante la comparecencia de dos de ellos ante la prensa.
De acuerdo al texto, la víspera los 34 obispos presentes en el Vaticano y en la última de cuatro sesiones a puertas cerradas que iniciaron el 15 de mayo, pusieron sus cargos en las manos del santo padre por escrito.
Fernando Ramos, obispo auxiliar de Santiago, y Juan Ignacio González, obispo de San Bernardo, los voceros designados para el contacto con la prensa, se limitaron a leer la declaración en una sala ubicada a pocos pasos de la Plaza de San Pedro y no aceptaron preguntas.
En su mensaje agradecieron al Papa “por su escucha de padre y su corrección fraterna”, y a las víctimas, “por su perseverancia y su valentía, a pesar de las enormes dificultades personales, espirituales, sociales y familiares que han debido afrontar.
Reconocieron que muchas veces ellos actuaron en medio de la incomprensión y los ataques de la propia comunidad eclesial. “Una vez más imploramos su perdón y ayuda para seguir avanzando en el camino de curación y cicatrización de las heridas”, añadieron.
Los obispos aseguraron que desean, en comunión con el pontífice, “restablecer la justicia y contribuir a la reparación del daño causado, para reimpulsar la misión profética de la Iglesia en Chile, cuyo centro debió siempre estar en Cristo”.