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Opinión

Opinión: A todos los papás, por Nancy Toledo

Estamos por festejar el Día del padre. Y quizá no veamos las florerías desfilando por las calles como el día de las madres. Pero seguro que el olor a carne asada reinara por la ciudad.

La cosa es que se merecen el mismo aplauso que nos llevamos las mamás en nuestro día.
Porque no podemos hacer menos el papel que lleva el papá en la familia. También carga esta responsabilidad en sus hombros, es el co protagonista de la tan afamada paternidad.

Así que, papá…créelo y saca adelante este papel. Eres una de las personas más importante en la vida de tus hijos.

Es imposible que iguales las horas de una mamá…físicamente es imposible que los lleves en tu cuerpo o los alimentes de el.
Y quizás las situaciones laborales o familiares te limiten también. Pero nunca subestimes el tiempo y ejemplos que puedes darles a tus hijos…no desperdicies ni una oportunidad de estar con ellos.

Si todavía son niños, aprovecha!!
Estar presente en su vida les dará la seguridad que van a necesitar a lo largo de su vida…sin darte mucha cuenta irás dejando huellas y ejemplos que serán útiles siempre.

Demuéstrales que en la vida hay un poco de todo…enséñales el esfuerzo paseando en bici, la paciencia en un juego de mesa, las reglas en un juega fútbol, la imaginación jugando a las muñecas, la disciplina cuando sea necesario…

Cuando sean adultos, o si ya lo son, seguramente su dinámica y convivencia es otra, pero no te pierdas de nada. Se parte de su vida. Está presente. Se una de las personas más importante en su vida.

Hay miles de roles que juegas en la vida de tus hijos…te dicen papá pero tiene miles de nombres más…protector, proveedor, amigo, animador, chambelan, abogado, mensajero, confidente, mecánico….así que por todo lo que representan…aquí está la reverencia que merecen!!!

Feliz Día del padre!!!!

NancyAnahi Toledo Rascón
Instagram @eso.pienso
Facebook.com/esopienso

Opinión

KAFKIANO. Por Raúl Saucedo

ECOS DOMINICALES

En el laberinto de la política contemporánea, a menudo podríamos considerar  que nos encontramos deambulando por pasillos de las obras de Franz Kafka. Esa sensación de absurdo, opresión y burocracia incomprensible que caracterizan lo «Kafkiano» no es exclusiva de la ficción; es una realidad palpable en el día a día de millones de ciudadanos alrededor del mundo.

A nivel global, la política parece haberse transformado en un sistema gigantesco, deshumanizado y a menudo ilógico. Las decisiones se toman en esferas lejanas, por personajes que parecen habitar otro universo, mientras que las consecuencias recaen directamente sobre los ciudadanos de a pie. ¿Cuántas veces hemos visto acuerdos internacionales o normativas supranacionales que, a pesar de sus buenas intenciones, terminan generando más confusión y restricciones que soluciones? Es la burocracia global, un monstruo de muchas cabezas que opera bajo sus propias reglas, ajeno a las realidades individuales. Los ciudadanos se sienten como los personajes de Kafka, constantemente a la espera de un veredicto o una explicación que nunca llega, o que llega demasiado tarde y de forma incomprensible.

En América Latina, la esencia Kafkiana de la política se magnifica. La historia de la región está plagada de sistemas que parecen laberintos, donde los procesos se estancan por años, las acusaciones no tienen fundamento claro y la justicia parece un privilegio, no un derecho. La corrupción es otro elemento profundamente Kafkiano: actos inexplicables de desvío de recursos o favores políticos que operan en las sombras, imposibles de rastrear o de exigir responsabilidades. Los ciudadanos se enfrentan a un estado omnipresente pero ineficiente, que promete soluciones pero solo entrega más papeleo y trámites sin fin. Las promesas electorales se desvanecen en el aire como niebla, dejando un rastro de desilusión y cinismo. La sensación de desamparo es palpable, pues la maquinaria política y administrativa, en lugar de servir, parece diseñada para agobiar y confundir.

Existen países que para interactuar con dependencias gubernamentales puede ser una auténtica Odisea Kafkiana. Solicitar un permiso, registrar una propiedad o incluso tramitar una simple credencial puede convertirse en una misión imposible, llena de requisitos ambiguos, ventanillas equivocadas y funcionarios que ofrecen respuestas contradictorias. La burocracia, en muchos casos, no solo es lenta, sino que parece tener una lógica interna ajena a la razón, diseñada para agotar la paciencia del ciudadano. A esto se suma la impunidad, un fenómeno profundamente Kafkiano, donde crímenes y actos de corrupción permanecen sin castigo, generando una sensación de injusticia y resignación. Las narrativas oficiales a menudo carecen de la transparencia necesaria, dejando a la población en un estado de perpetua incertidumbre y desconfianza, buscando desesperadamente una explicación que nunca llega, o que es inaceptable.

En este panorama, la política se percibe como un ente ajeno, una fuerza opresiva que opera bajo un código indescifrable. Para muchos, participar activamente se siente como un esfuerzo en vano contra un sistema que parece inmune al cambio. La resignación es un peligro real, y la apatía se convierte en una respuesta lógica a la frustración persistente.

Sin embargo, como en las obras de Kafka, donde los protagonistas, a pesar de su desorientación, siguen buscando una salida o una explicación, nuestra sociedad no debe rendirse. Entender la naturaleza Kafkiana de nuestra política es el primer paso para exigir transparencia, simplificación y, sobre todo, una humanización de los sistemas que nos rigen. Solo así podremos, quizás, encontrar la puerta de salida de este interminable laberinto.

Esta reflexión viene de mensajes en grupos, cafés en mesas y observaciones del pasado domingo, donde lo kafkiano quizá no es la situación, si no nosotros mismos.

@Raul_Saucedo

rsaucedo@uach.mx

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