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Opinión

Opinión: Cada día falta menos, por Nancy Toledo

No sé si a todos les pasa o sea cosa mía, pero creo que todos hemos tenido una bomba de sensaciones al ver que alguna fecha o evento esperado se acerca.

Es como una mezcla de emoción, nervios, ansiedad y expectativa que te invaden mayormente en el estómago, aunque también acelera un poco el corazón y pone a volar nuestra cabeza.

A veces es un evento que está por llegar, un plazo que está por cumplirse, unas vacaciones, un proyecto a punto de concluir o un deseo que está a punto de “cuajar”. Cada quien sabrá con que lo ha sentido… pero creo que no me dejarán mentir acerca de que existe.

Estas ilusiones son las que dan motor a nuestros días… siempre vivimos planeando y esperando algo, es lo bonito de poder imaginar el futuro… aunque nadie sabe si estaremos el día de mañana, son estas pequeñas emociones chicas o grandes que nos mantienen avanzando hacia adelante.

Cada vez estamos más cerca de alcanzar algo que queremos… ¡cada vez faltan menos días para lo que sea que esperas! Y cuando eso llegue, habrá algo más que esperar… buscar y desear.

Detente a pensar si en este momento tienes algo que estuviste esperando, que te llenó de ilusión cuando solo era un deseo que se veía lejos, piensa que lo que hoy tienes tú lo buscaste, tú lo elegiste.
Así. Lleno de ilusión.

No pierdas de vista eso… debemos tener los ojos en el momento también. ¡Disfrutarlo igual! Ya sin mariposas en la panza, sin las miles de sensaciones, pero con la satisfacción de haberlo alcanzado.

Disfrutemos del hoy, sin dejar de desear un mañana.

Nancy Anahí Toledo Rascón
IG: @eso.pienso
Facebook.com/Esopienso

Opinión

KAFKIANO. Por Raúl Saucedo

ECOS DOMINICALES

En el laberinto de la política contemporánea, a menudo podríamos considerar  que nos encontramos deambulando por pasillos de las obras de Franz Kafka. Esa sensación de absurdo, opresión y burocracia incomprensible que caracterizan lo «Kafkiano» no es exclusiva de la ficción; es una realidad palpable en el día a día de millones de ciudadanos alrededor del mundo.

A nivel global, la política parece haberse transformado en un sistema gigantesco, deshumanizado y a menudo ilógico. Las decisiones se toman en esferas lejanas, por personajes que parecen habitar otro universo, mientras que las consecuencias recaen directamente sobre los ciudadanos de a pie. ¿Cuántas veces hemos visto acuerdos internacionales o normativas supranacionales que, a pesar de sus buenas intenciones, terminan generando más confusión y restricciones que soluciones? Es la burocracia global, un monstruo de muchas cabezas que opera bajo sus propias reglas, ajeno a las realidades individuales. Los ciudadanos se sienten como los personajes de Kafka, constantemente a la espera de un veredicto o una explicación que nunca llega, o que llega demasiado tarde y de forma incomprensible.

En América Latina, la esencia Kafkiana de la política se magnifica. La historia de la región está plagada de sistemas que parecen laberintos, donde los procesos se estancan por años, las acusaciones no tienen fundamento claro y la justicia parece un privilegio, no un derecho. La corrupción es otro elemento profundamente Kafkiano: actos inexplicables de desvío de recursos o favores políticos que operan en las sombras, imposibles de rastrear o de exigir responsabilidades. Los ciudadanos se enfrentan a un estado omnipresente pero ineficiente, que promete soluciones pero solo entrega más papeleo y trámites sin fin. Las promesas electorales se desvanecen en el aire como niebla, dejando un rastro de desilusión y cinismo. La sensación de desamparo es palpable, pues la maquinaria política y administrativa, en lugar de servir, parece diseñada para agobiar y confundir.

Existen países que para interactuar con dependencias gubernamentales puede ser una auténtica Odisea Kafkiana. Solicitar un permiso, registrar una propiedad o incluso tramitar una simple credencial puede convertirse en una misión imposible, llena de requisitos ambiguos, ventanillas equivocadas y funcionarios que ofrecen respuestas contradictorias. La burocracia, en muchos casos, no solo es lenta, sino que parece tener una lógica interna ajena a la razón, diseñada para agotar la paciencia del ciudadano. A esto se suma la impunidad, un fenómeno profundamente Kafkiano, donde crímenes y actos de corrupción permanecen sin castigo, generando una sensación de injusticia y resignación. Las narrativas oficiales a menudo carecen de la transparencia necesaria, dejando a la población en un estado de perpetua incertidumbre y desconfianza, buscando desesperadamente una explicación que nunca llega, o que es inaceptable.

En este panorama, la política se percibe como un ente ajeno, una fuerza opresiva que opera bajo un código indescifrable. Para muchos, participar activamente se siente como un esfuerzo en vano contra un sistema que parece inmune al cambio. La resignación es un peligro real, y la apatía se convierte en una respuesta lógica a la frustración persistente.

Sin embargo, como en las obras de Kafka, donde los protagonistas, a pesar de su desorientación, siguen buscando una salida o una explicación, nuestra sociedad no debe rendirse. Entender la naturaleza Kafkiana de nuestra política es el primer paso para exigir transparencia, simplificación y, sobre todo, una humanización de los sistemas que nos rigen. Solo así podremos, quizás, encontrar la puerta de salida de este interminable laberinto.

Esta reflexión viene de mensajes en grupos, cafés en mesas y observaciones del pasado domingo, donde lo kafkiano quizá no es la situación, si no nosotros mismos.

@Raul_Saucedo

rsaucedo@uach.mx

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