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Opinión

Opinion: ¡Hay un mundo allá adentro!, por Nancy Toledo

Pasamos gran parte de nuestra vida deseando salir a vivirla.

Buscando nuevas aventuras, personas y experiencias nuevas. Hay un mundo allá afuera, y debemos conocerlo!

Si tienes oportunidad de experimentar nuevas cosas, hazlo! Todo lo que puedas sumar en tu vida es útil. Es increíble poder adquirir nuevos conocimientos, conceptos de la vida. Y vacacionar de vez en cuando!.

Conocer otras personas nos va a hacer consciencia qué hay distintas formas de pensar y de vivir. Practicar alguna disciplina o deporte nos va a enseñar del esfuerzo y perseverancia. Todo sirve…ver otras calles, otras ciudades, otro mundo…

Pero no estamos acostumbrados a buscar con el mismo deseo conocer el mundo en el que solamente tú vives. Tú mundo. Tú.

¡Hay un mundo allá adentro!

Tú mente, tú cuerpo, tus gustos, tus motivaciones…todo es sumamente personal! A pesar de que sean los mismos que alguien más, son únicos. Tú eres único. Y debemos de hacer conciencia de esto, y aventurarnos a conocernos. Porque solo así vas a saber cómo puedes aprovechar todo los recursos qué hay en ti.

Una vez que te des cuenta de lo que eres capaz de hacer, de pensar, de sentir…de crear. No vas a poder dejar de confiar en ti. Darte cuenta que tus ideas funcionan…al menos para ti, es todo un descubrimiento!.

Busquemos con la misma emoción conocer un poco más de nosotros mismos. Tenemos que trabajar todos los di?as en este autoconocimiento. Explorar este mundo, conocernos a fondo…te va a encantar descubrir de lo que eres capaz!

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Opinión

KAFKIANO. Por Raúl Saucedo

ECOS DOMINICALES

En el laberinto de la política contemporánea, a menudo podríamos considerar  que nos encontramos deambulando por pasillos de las obras de Franz Kafka. Esa sensación de absurdo, opresión y burocracia incomprensible que caracterizan lo «Kafkiano» no es exclusiva de la ficción; es una realidad palpable en el día a día de millones de ciudadanos alrededor del mundo.

A nivel global, la política parece haberse transformado en un sistema gigantesco, deshumanizado y a menudo ilógico. Las decisiones se toman en esferas lejanas, por personajes que parecen habitar otro universo, mientras que las consecuencias recaen directamente sobre los ciudadanos de a pie. ¿Cuántas veces hemos visto acuerdos internacionales o normativas supranacionales que, a pesar de sus buenas intenciones, terminan generando más confusión y restricciones que soluciones? Es la burocracia global, un monstruo de muchas cabezas que opera bajo sus propias reglas, ajeno a las realidades individuales. Los ciudadanos se sienten como los personajes de Kafka, constantemente a la espera de un veredicto o una explicación que nunca llega, o que llega demasiado tarde y de forma incomprensible.

En América Latina, la esencia Kafkiana de la política se magnifica. La historia de la región está plagada de sistemas que parecen laberintos, donde los procesos se estancan por años, las acusaciones no tienen fundamento claro y la justicia parece un privilegio, no un derecho. La corrupción es otro elemento profundamente Kafkiano: actos inexplicables de desvío de recursos o favores políticos que operan en las sombras, imposibles de rastrear o de exigir responsabilidades. Los ciudadanos se enfrentan a un estado omnipresente pero ineficiente, que promete soluciones pero solo entrega más papeleo y trámites sin fin. Las promesas electorales se desvanecen en el aire como niebla, dejando un rastro de desilusión y cinismo. La sensación de desamparo es palpable, pues la maquinaria política y administrativa, en lugar de servir, parece diseñada para agobiar y confundir.

Existen países que para interactuar con dependencias gubernamentales puede ser una auténtica Odisea Kafkiana. Solicitar un permiso, registrar una propiedad o incluso tramitar una simple credencial puede convertirse en una misión imposible, llena de requisitos ambiguos, ventanillas equivocadas y funcionarios que ofrecen respuestas contradictorias. La burocracia, en muchos casos, no solo es lenta, sino que parece tener una lógica interna ajena a la razón, diseñada para agotar la paciencia del ciudadano. A esto se suma la impunidad, un fenómeno profundamente Kafkiano, donde crímenes y actos de corrupción permanecen sin castigo, generando una sensación de injusticia y resignación. Las narrativas oficiales a menudo carecen de la transparencia necesaria, dejando a la población en un estado de perpetua incertidumbre y desconfianza, buscando desesperadamente una explicación que nunca llega, o que es inaceptable.

En este panorama, la política se percibe como un ente ajeno, una fuerza opresiva que opera bajo un código indescifrable. Para muchos, participar activamente se siente como un esfuerzo en vano contra un sistema que parece inmune al cambio. La resignación es un peligro real, y la apatía se convierte en una respuesta lógica a la frustración persistente.

Sin embargo, como en las obras de Kafka, donde los protagonistas, a pesar de su desorientación, siguen buscando una salida o una explicación, nuestra sociedad no debe rendirse. Entender la naturaleza Kafkiana de nuestra política es el primer paso para exigir transparencia, simplificación y, sobre todo, una humanización de los sistemas que nos rigen. Solo así podremos, quizás, encontrar la puerta de salida de este interminable laberinto.

Esta reflexión viene de mensajes en grupos, cafés en mesas y observaciones del pasado domingo, donde lo kafkiano quizá no es la situación, si no nosotros mismos.

@Raul_Saucedo

rsaucedo@uach.mx

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