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Opinión

Opinión: Llegó la Navidad, por Nancy Toledo

Cada vez que se acerca esta fecha, automáticamente empiezan a surgir muchas emociones. Hay algo en las decoraciones, el clima, los villancicos y la comida de la época que nos hacen pensar y sentir tantas cosas.

Es una mezcla de felicidad con un toque de nostalgia, pensar en el año que se va, sentir que se acaba… nos hace llenarnos de suspiros y sonrisas, y como todo lo que está llegando a su fin, merece un gran festejo.

Tal vez habrá quien tenga recuerdos tristes, o felices, pero sé sin duda, que todos tenemos esa parte en la mente y corazón. Ese espacio dentro de nosotros destinado para estas fechas… Son momentos diseñados para llegar al fondo de nuestros más profundos sentimientos y tocar el alma… para agradecer todo lo que tenemos y hemos tenido a lo largo de este año de nuestras vidas.

Ha sido un año lleno de retos personales, por no decir mundiales. ¡Y claro que hay cosas buenas!, pero lo cierto es que cada día del calendario presentó alguna dificultad, limitante, noticia y situaciones que pusieron en jaque a toda la humanidad. Y en el resumen, es más fácil resaltar estos sucesos y dejamos de lado el hecho de apreciar que seguimos aquí… Y sentir que después de todo, ha sido un buen año. Esa es mi intención, hacerte pensar en lo bueno, resaltar esa parte y llenarte de felicidad con mis palabras, que leas esperanza y amor en ellas, por que así fueron escritas.

Quizá se quedaron viajes, planes o negocios en el camino…. esta Navidad será diferente a las demás. Pero no tengas duda que será una buena Navidad. Estoy convencida que hay una magia que nos da tregua en estos días y todo… ¡todo puede disfrutarse!

¡Feliz navidad!

Nancy Anahí Toledo Rascón
instagram @eso.pienso
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Opinión

KAFKIANO. Por Raúl Saucedo

ECOS DOMINICALES

En el laberinto de la política contemporánea, a menudo podríamos considerar  que nos encontramos deambulando por pasillos de las obras de Franz Kafka. Esa sensación de absurdo, opresión y burocracia incomprensible que caracterizan lo «Kafkiano» no es exclusiva de la ficción; es una realidad palpable en el día a día de millones de ciudadanos alrededor del mundo.

A nivel global, la política parece haberse transformado en un sistema gigantesco, deshumanizado y a menudo ilógico. Las decisiones se toman en esferas lejanas, por personajes que parecen habitar otro universo, mientras que las consecuencias recaen directamente sobre los ciudadanos de a pie. ¿Cuántas veces hemos visto acuerdos internacionales o normativas supranacionales que, a pesar de sus buenas intenciones, terminan generando más confusión y restricciones que soluciones? Es la burocracia global, un monstruo de muchas cabezas que opera bajo sus propias reglas, ajeno a las realidades individuales. Los ciudadanos se sienten como los personajes de Kafka, constantemente a la espera de un veredicto o una explicación que nunca llega, o que llega demasiado tarde y de forma incomprensible.

En América Latina, la esencia Kafkiana de la política se magnifica. La historia de la región está plagada de sistemas que parecen laberintos, donde los procesos se estancan por años, las acusaciones no tienen fundamento claro y la justicia parece un privilegio, no un derecho. La corrupción es otro elemento profundamente Kafkiano: actos inexplicables de desvío de recursos o favores políticos que operan en las sombras, imposibles de rastrear o de exigir responsabilidades. Los ciudadanos se enfrentan a un estado omnipresente pero ineficiente, que promete soluciones pero solo entrega más papeleo y trámites sin fin. Las promesas electorales se desvanecen en el aire como niebla, dejando un rastro de desilusión y cinismo. La sensación de desamparo es palpable, pues la maquinaria política y administrativa, en lugar de servir, parece diseñada para agobiar y confundir.

Existen países que para interactuar con dependencias gubernamentales puede ser una auténtica Odisea Kafkiana. Solicitar un permiso, registrar una propiedad o incluso tramitar una simple credencial puede convertirse en una misión imposible, llena de requisitos ambiguos, ventanillas equivocadas y funcionarios que ofrecen respuestas contradictorias. La burocracia, en muchos casos, no solo es lenta, sino que parece tener una lógica interna ajena a la razón, diseñada para agotar la paciencia del ciudadano. A esto se suma la impunidad, un fenómeno profundamente Kafkiano, donde crímenes y actos de corrupción permanecen sin castigo, generando una sensación de injusticia y resignación. Las narrativas oficiales a menudo carecen de la transparencia necesaria, dejando a la población en un estado de perpetua incertidumbre y desconfianza, buscando desesperadamente una explicación que nunca llega, o que es inaceptable.

En este panorama, la política se percibe como un ente ajeno, una fuerza opresiva que opera bajo un código indescifrable. Para muchos, participar activamente se siente como un esfuerzo en vano contra un sistema que parece inmune al cambio. La resignación es un peligro real, y la apatía se convierte en una respuesta lógica a la frustración persistente.

Sin embargo, como en las obras de Kafka, donde los protagonistas, a pesar de su desorientación, siguen buscando una salida o una explicación, nuestra sociedad no debe rendirse. Entender la naturaleza Kafkiana de nuestra política es el primer paso para exigir transparencia, simplificación y, sobre todo, una humanización de los sistemas que nos rigen. Solo así podremos, quizás, encontrar la puerta de salida de este interminable laberinto.

Esta reflexión viene de mensajes en grupos, cafés en mesas y observaciones del pasado domingo, donde lo kafkiano quizá no es la situación, si no nosotros mismos.

@Raul_Saucedo

rsaucedo@uach.mx

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