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Opinión

Opinión: Más esencia, menos apariencia, por Nancy Toledo

¿Cuántas veces has dejado de lado algo que te gusta o quieres hacer por evitar ser juzgado? Acuérdate de las veces que te detienes de hacer algo que estas disfrutando porque ves una mirada juzgadora de alguien más… entonces, ¿quién importa más? ¿Lo que piense ese alguien o lo que disfrutas tu?

Pasamos mucho tiempo de nuestra vida haciendo lo que “toca”… y hasta cierto punto, esta bien.

Nuestros papás toman decisiones por nosotros cuando somos más chicos: compran nuestra ropa, eligen nuestra escuela, nos enseñan creencias, inculcan costumbres, nos llevan a clases de natación, karate, piano o jazz. Todo esto está bien. Nos están enseñando el mundo y mientras estamos en formación la vida debemos de conocer distintas cosas. Esas actividades o decisiones impuestas nos llevan por un camino recorrido por muchos y quizá vamos a querer seguir por ahí o buscar nuevas veredas.

Y luego llegamos al momento en que tenemos decisión propia.

De pronto podemos elegir la música que nos gusta, el corte de cabello, los amigos con que más congeniamos, tus hobbies.

Luego de la etapa dudosa e insegura que pasamos todos en la pubertad, llega la tan esperada madurez. Y es entonces cuando queremos agarrar la vida por los cuernos y vivirla a plenitud.

Si me gusta bailar, cantar, usar sombreros, andar pelona, viajar, pintar, vestirme de cierta forma, juntarme con tal o cual grupito… ¡debo hacerlo! Hay que saber quiénes somos. Conocernos antes de desconocernos.

Vivimos en una sociedad pequeña en la que probar cosas que nadie haya hecho antes nos resulta penoso o temeroso. Para muchos resulta muy importante la opinión que la gente tenga de ellos, y viven en un estado de alerta constante que no te deja disfrutar tu vida. Si vives pensando en que piensan los demás, buscando encajar en un conjunto de identidad por que no quieres ser juzgado, es sobresalir en nada y de nadie.

Comencemos a vivir la vida que nosotros queremos en el momento que queremos. No me refiero a ser un rebelde irreverente, irrespetuoso con la gente o alterar el orden público solo por gusto.

Hay que hacer las cosas de una manera auténtica, sin represiones por miedo al “que dirán”, ni pretensiones buscando “que digan algo”. No hay nadie a quien impresionar, ni nadie a quien rendirle cuentas de lo que llena nuestras vidas. Debemos conservar nuestra identidad, y seguir buscando cada día, que eso que disfrutamos y nos hace sonreír de corazón. 🙂

Nancy Anahí Toledo Rascón
Instagram @eso.pienso
Facebook eso pienso

Opinión

El tren. Por Raúl Saucedo

Por las vías de los recuerdos y el futuro

En la actual era de la inmediatez y la conectividad a nivel mundial, donde la información
viaja a la velocidad de la luz, es fácil olvidar la importancia de las arterias que mueven el
mundo físico: las vías férreas son ejemplo de ello. Los trenes como gigantes de acero que
surcan valles y montañas, no son sólo reliquias del pasado, sino fueron clave fundamental
para el desarrollo económico y social de las naciones, y México fue la excepción.
A lo largo de la historia, el ferrocarril ha sido sinónimo de progreso. Desde la Revolución
Industrial, las vías férreas han tejido lazos entre pueblos y comunidades, impulsando el
comercio, la industria, el turismo y el intercambio cultural. Países como Estados Unidos,
China y Japón son ejemplos claros de cómo una robusta red ferroviaria puede ser el motor de
un crecimiento económico sostenido.
En México, la historia del ferrocarril está ligada a la propia construcción del país. El «Caballo
de Hierro», como se le conoció en el siglo XIX, unió a una nación fragmentada por la
geografía y las diferencias sociales regionales. Sin embargo, a pesar de su glorioso pasado, el
sistema ferroviario mexicano ha sufrido un prolongado periodo de abandono y desinversión.
Hoy, en un momento en que México busca consolidarse como una potencia regional y lograr
un desarrollo más equilibrado y sustentable, es imperativo revalorizar el papel del ferrocarril.
La construcción de nuevas líneas, la modernización de la infraestructura existente y la
promoción del transporte ferroviario de carga y pasajeros son acciones estratégicas que deben
estar en el centro de la agenda nacional.
Los beneficios de un sistema ferroviario eficiente reduce los costos de transporte, facilita el
comercio interior y exterior, y promueve la inversión en diversos sectores productivos,
permite conectar zonas marginadas con los principales centros urbanos e industriales,
impulsando el desarrollo local y la creación de empleos y un sistema ferroviario eficiente
ofrece una alternativa de transporte segura, cómoda y accesible para la población.
La actual administración federal ha mostrado un interés renovado en el desarrollo ferroviario,
con proyectos emblemáticos como el Tren Maya y el Corredor Interoceánico del Istmo de
Tehuantepec, así como las futuras líneas a Nogales, Veracruz, Nuevo Laredo, Querétaro y
Pachuca.
Con estas obras México recuperara su vocación ferroviaria y aprovechara a mi parecer el
potencial de este medio de transporte para impulsar su desarrollo hacia el futuro.
El motivo esta columna semanal viene a alusión de mis reflexiones de ventana en un vagón
de tren mientras cruzaba la península de la hermana república de Yucatán y en mi cabeza
recordaba aquella canción compuesta en una tertulias universitaria que decía…”En las Vías
de la Facultad”

@RaulSaucedo
rsaucedo@uach.mx

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