¿Cuántas veces has dejado de lado algo que te gusta o quieres hacer por evitar ser juzgado? Acuérdate de las veces que te detienes de hacer algo que estas disfrutando porque ves una mirada juzgadora de alguien más… entonces, ¿quién importa más? ¿Lo que piense ese alguien o lo que disfrutas tu?
Pasamos mucho tiempo de nuestra vida haciendo lo que “toca”… y hasta cierto punto, esta bien.
Nuestros papás toman decisiones por nosotros cuando somos más chicos: compran nuestra ropa, eligen nuestra escuela, nos enseñan creencias, inculcan costumbres, nos llevan a clases de natación, karate, piano o jazz. Todo esto está bien. Nos están enseñando el mundo y mientras estamos en formación la vida debemos de conocer distintas cosas. Esas actividades o decisiones impuestas nos llevan por un camino recorrido por muchos y quizá vamos a querer seguir por ahí o buscar nuevas veredas.
Y luego llegamos al momento en que tenemos decisión propia.
De pronto podemos elegir la música que nos gusta, el corte de cabello, los amigos con que más congeniamos, tus hobbies.
Luego de la etapa dudosa e insegura que pasamos todos en la pubertad, llega la tan esperada madurez. Y es entonces cuando queremos agarrar la vida por los cuernos y vivirla a plenitud.
Si me gusta bailar, cantar, usar sombreros, andar pelona, viajar, pintar, vestirme de cierta forma, juntarme con tal o cual grupito… ¡debo hacerlo! Hay que saber quiénes somos. Conocernos antes de desconocernos.
Vivimos en una sociedad pequeña en la que probar cosas que nadie haya hecho antes nos resulta penoso o temeroso. Para muchos resulta muy importante la opinión que la gente tenga de ellos, y viven en un estado de alerta constante que no te deja disfrutar tu vida. Si vives pensando en que piensan los demás, buscando encajar en un conjunto de identidad por que no quieres ser juzgado, es sobresalir en nada y de nadie.
Comencemos a vivir la vida que nosotros queremos en el momento que queremos. No me refiero a ser un rebelde irreverente, irrespetuoso con la gente o alterar el orden público solo por gusto.
Hay que hacer las cosas de una manera auténtica, sin represiones por miedo al “que dirán”, ni pretensiones buscando “que digan algo”. No hay nadie a quien impresionar, ni nadie a quien rendirle cuentas de lo que llena nuestras vidas. Debemos conservar nuestra identidad, y seguir buscando cada día, que eso que disfrutamos y nos hace sonreír de corazón. 🙂
Nancy Anahí Toledo Rascón
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