Una de mis visitas en Guadalajara un amigo me sugirió visitar el Hospicio Cabañas, cuando el guía inicio el tour iba emocionándome un poco mas con la historia y con cada mural, al final nos posiciono en el centro de la cúpula del recinto y al alzar la mirada quedó justo sobre nosotros la obra más grande de José Clemente Orozco, de once metros de diámetro, “El hombre en llamas”.
Me declaro ignorante en temas artísticos; desconozco técnicas, historia, formas, clasificaciones, pero el muralismo me conmovió tanto por ser tan claro, cercano, digerible, tan al alcance, es fuerte, vibrante, contundente, imponente y más el muralismo de crítica. Después investigue un poco del muralismo mexicano específicamente, de sus texturas, colores y sobre todo de sus motivaciones, me cuestione; si investigamos y vanagloriamos a objetos y personas sin contenido, ¿por qué no hacerlo con algo tan simbólico?.
Los tres grandes del muralismo mexicano son; David Alfaro Siqueiros, José Clemente Orozco y Diego Rivera. Por gustos muy personales Siqueiros y Orozco atrapan, Rivera definitivamente no es mi favorito. Es mas que evidente que en esta búsqueda quien me enamoro totalmente fue Siqueiros, un personaje que toda su carrera artística y política, luchó por la democratización del arte, el plasmar su obra en lugares al alcance de todos y para todos, no limitar la cultura a la clase alta, a lo que él llamaba; la burguesía, blanco de muchas de sus críticas. Se debate si es oriundo o no de Ciudad Camargo Chihuahua, por practicidad histórica y su identidad totalmente revolucionaria afirman el dato, otros dicen que nació en Ciudad de México.
Su nombre realmente era José de Jesús Alfaro Siqueiros. Estudiante de la escuela nacional de artes, siguiendo sus convicciones en 1913 se incorpora al ejercito de la revolución, ahí es donde tiene el contacto hombro a hombro con el campesino y el obrero, con las tribus, con el México real. A él y sus compañeros los llamaron “artistas soldados”, se estaba fraguando lo que después saldría a la luz en forma de sus obras, sus etapas de Huertista y Carrancista lo van formando políticamente.
Conoce a Rivera en Paris, luego en España se une a los anarquistas y hace un llamamiento a los jóvenes artistas latinoamericanos de recuperar el mundo prehispánico, buscando identidad. En estos años inicia su etapa de muralista con la obra; “El entierro de un obrero” 1924, luego parte a
Jalisco y liderea el sindicato minero, aquí surge el Siqueiros político, viaja cuatro años después a la Unión Soviética en su carácter sindical, para este entonces su acervo político y cultural era enorme, al regresar su fuerza es mayor y se convierte en el líder de la Confederación Nacional Unitaria.
Molesto con Calles le reclama públicamente su desdén por la pintura, cosa que al presidente en turno no le cayó en gracia, pero no es hasta el Gobierno de Ortiz Rubio donde por primera vez pisa Lecumberri, a partir de este momento Siqueiros será preso político por varias ocasiones, acusado siempre de incendiario, para este entonces también había sido expulsado del partido comunista por la misma causa.
Es arraigado en Taxco por quince meses, sin importarle regresa a la CDMX, expone en el Casino Español su obra y realiza algunas participaciones políticas, lo destierran a Estados Unidos, sumido en la adversidad, en la carencia experimenta con materiales al alcance, crea tres murales, el más
fuerte; “América tropical”, imaginemos un enorme mural, donde sobre un indígena posa el águila americana y guerrilleros a su vez apuntan con sus rifles al animal, protesta abiertamente contra el imperialismo, al establishment americano le pareció aberrante, es expulsado.
Llega a Montevideo donde hace un fuerte llamamiento a los artistas uruguayos y señala que hay que sacar las pinturas de las sacristías aristocráticas y llevarla a la calle, donde todos la puedan apreciar. Aunque fue criado tajantemente católico tiene permanentemente un debate interno, en
donde siempre se imponían sus ideales sobre el dogma religioso, cosa que le vendría de perlas a muchos en la actualidad. En Buenos Aires lo intentan meter preso por sus exaltadas declaraciones, lo evade y viaja a Nueva York, se separa del amor de su vida; Blanca Luz Brum; poeta, pintora y
periodista chilena, incendiaria y líder de izquierda, una radical, se dicen muchas cosas de esta separación, supongo que en una relación de gigantes se pondera el poder al amor.
Viaja a España para esta vez enfrentar a Franco y defiende la república, gana el grado de teniente coronel en esta derrota en la que se acusa a Trotsky en España de intervenir en la derrota de la república, Siqueiros jamás olvida eso, no pasa mucho tiempo para que la vida le ofrezca la revancha. Tsotsky quien encabeza la oposición de izquierda al comunismo de Stalin, llega exiliado a México y es arropado por Rivera, quien habló con el presidente Cárdenas para este movimiento.
Siqueirios cerradamente Staliniano y el 24 de mayo 1941 participa en el atentado a Trotsky argumentando que la defensa y seguridad de éste, era norteamericana. Huye a Jalisco es aprendido y encarcelado en Lecumberri, pide audiencia con Ávila Camacho y cuando están frente
a frente ambos se reconocen como soldados en la revolución, por esa identidad, es liberado. En Cuba pinta el mural “Alegoría a la igualdad, cofradía de las razas blanca y negra”, en La Habana, porque es claro; incendiario que no haya pisado La Habana, no puede llamarse incendiario.
Después plasma otros dos murales, para este entonces ya era amigo cercano a Hemingway, ¿si estamos dándole la dimensión al personaje y sus amigos?.
Regresa y en Bellas Artes pinta el tríptico “Nueva democracia”, la mejor de sus obras quiero resaltar, el personaje central es increíble, parece que un gigante se sale de la pared, un dejo andrógino, con grilletes, el rojo vibrante, los cuerpos tirados, ¡hágase un favor y busque esta obra!.
Para este entonces ya era un Siqueiros enorme, pública el mas discutido de sus libros; “No hay mas ruta que la nuestra”, no mal interpretemos el título, no era petulante, en ella invitaba a los artistas a democratizar el arte. Reafirma este sentir y en la UNAM plasma; “El pueblo a la universidad y la universidad al pueblo”, “Derecho a la cultura”, y “Nuevo símbolo universitario”.
Por una venganza de López Mateos o como muchos le llamaban “López paseos”, lo encarcelan una vez mas en Lecumberri, miles demandan su libertad, y por esa presión y agradecimiento por su servicio militar, sale en 1964.
Inicia la construcción del Poliforum Siqueiros, en donde desarrollo todas sus técnicas; busca otra inmensidad, transgredir la historia y no estar contenido por ella, la máxima obra del poliforum es; “La mancha de la humanidad”. Afirma que aquí alcanzó un realismo perfecto y elocuente, más
rico, ya no pintaba solo con emoción, lo hacía con el conocimiento de un artista consagrado.
Con más de 70 años y mundialmente reconocido le entregan el Premio Nacional de las Artes, el Lenin de la Paz, asiste al congreso cultura Habana, entrega Cristo de la Paz al museo en el Vaticano, Tokio hace una retrospectiva de su obra. En su testamento le deja su taller llamado; “La Tallera” al pueblo de México, es inhumado en la rotonda de los hombres ilustres.
No entiendo como nuestro estado no le ha rendido un homenaje digno a este muralista, las personas que circulan por la calle victoria de esta capital se preguntan; ¿quién es el hombre plasmado en las dos enormes pinturas?, pues es él, es el mejor muralista de la historia. Ese que se creía oriundo de estas tierras, un hombre de esos escasos, de los que que su palabra verdaderamente pesaba, las ideas eran su estructura, su formación eran el centro de su obra, el salió a la calle y no se quedó en las paredes de un estudio, pionero de la pintura acción, hasta el día de hoy si te paras frente a una de sus obras sentirás que sus personajes viven.
Ser humano generoso y revolucionario, convencido de que el mundo puede cambiar para bien y el arte es el arma, su creencia firme de que el dinero ni el talento bastan, si no la disciplina, la convicción ideológica y sobre todo la personalidad.