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Opinión

Opinión: Seamos más diablos que viejos, por Nancy Toledo

Asumo que todos saben cuál es la frase en la que me estoy basando para nombrar este artículo, pero no está de más escribirla, estoy hablando del popular refrán:

«Más sabe el diablo por viejo que por diablo»

Lo hemos escuchado mil veces, pero si nos detenemos a analizarla, es muy claro el mensaje: En los millones de años de vida del diablo seguramente, ¡ha visto pasar de todo!

Y eso lo hace saber más cosas, no importa quien sea o qué cargo desempeñe, el hecho es que los años de experiencia lo respaldan y sus arrugas le habrán costado.

Por eso escuchamos a los mayores… papás, maestros, abuelos, y respetamos sus consejos. Ellos han vivido cosas que tú no, han tomado decisiones buenas y malas, seguramente han caído y se han levantado más de una vez, han triunfado o quebrado en algún negocio, en fin, la vida que han vivido les ha enseñado mucho de lo que hoy saben. Y debemos abrir los ojos ante esto.

Yo por ejemplo, sé cosas, porque viví muchas de ellas, pero otras tantas las vi pasar tan cerca que me lograron conmover y sacudir tanto que casi podría decir me pegaron a mi.

He visto a gente muy querida perder a sus papás, salir de un matrimonio fallido, deprimirse, fallar…y también los he visto triunfar, tener una carrera exitosa, ser excelentes padres de familia, perseguir sueños y emprender el negocio de sus vidas. Los he visto caerse y levantarse. Igual que yo he caído y levantado otras tantas. Escuchar sus problemas, atreverme a dar algún consejo o simplemente ser apoyo cuando estuve sin palabras, y del lado bueno, observarlos trabajar, analizar caminos y elegir el correcto…todo esto no fue mi vida quizá, pero pareciera que fue así.

Trato de aprender de mis errores y aciertos, y ver al mismo tiempo si algo aprendo de lo que veo, de lo que vivo en segundo plano.

No puedo esperar que todo me pase a mi, no me da la vida para tantas experiencias. Sin embargo no tienes que sentirlas en carne propia para que te den una lección personal. Los golpes que da la vida son tan fuertes que no debemos de esperar a que nos peguen directo en la cara para poder sentirlos, vivirlos y aprender de ellos.

Vivir la vida es la mejor escuela que existe…pero no podemos vivir todo, y hay decisiones que tomar en el camino mientras sigamos “verdes”. Podemos ser reflexivos, pensantes y maduros a la edad que nosotros elijamos serlo.

Sería bueno no tener que esperar a viejo para ser un poco más sabios. Saber por el hecho de estar alerta, no ignorar lo que le pasa al de al lado, ser más empáticos, tener ojos en todas partes y absorber el conocimiento de quienes nos rodean…

Nunca es tarde para aprender algo, pero si podemos aprenderlo antes, mejor.

No esperemos el paso del tiempo, hay que estar dispuestos a saber más, enseñémosle temprano a nuestros hijos lo que nosotros aprendimos tarde, hay que aprender de experiencias propias y ajenas. Seamos más diablos por diablos, no por viejos.

Nancy Anahi Toledo Rascón
Facebook.com/esopienso
Instagram @eso.pienso

Opinión

El tren. Por Raúl Saucedo

Por las vías de los recuerdos y el futuro

En la actual era de la inmediatez y la conectividad a nivel mundial, donde la información
viaja a la velocidad de la luz, es fácil olvidar la importancia de las arterias que mueven el
mundo físico: las vías férreas son ejemplo de ello. Los trenes como gigantes de acero que
surcan valles y montañas, no son sólo reliquias del pasado, sino fueron clave fundamental
para el desarrollo económico y social de las naciones, y México fue la excepción.
A lo largo de la historia, el ferrocarril ha sido sinónimo de progreso. Desde la Revolución
Industrial, las vías férreas han tejido lazos entre pueblos y comunidades, impulsando el
comercio, la industria, el turismo y el intercambio cultural. Países como Estados Unidos,
China y Japón son ejemplos claros de cómo una robusta red ferroviaria puede ser el motor de
un crecimiento económico sostenido.
En México, la historia del ferrocarril está ligada a la propia construcción del país. El «Caballo
de Hierro», como se le conoció en el siglo XIX, unió a una nación fragmentada por la
geografía y las diferencias sociales regionales. Sin embargo, a pesar de su glorioso pasado, el
sistema ferroviario mexicano ha sufrido un prolongado periodo de abandono y desinversión.
Hoy, en un momento en que México busca consolidarse como una potencia regional y lograr
un desarrollo más equilibrado y sustentable, es imperativo revalorizar el papel del ferrocarril.
La construcción de nuevas líneas, la modernización de la infraestructura existente y la
promoción del transporte ferroviario de carga y pasajeros son acciones estratégicas que deben
estar en el centro de la agenda nacional.
Los beneficios de un sistema ferroviario eficiente reduce los costos de transporte, facilita el
comercio interior y exterior, y promueve la inversión en diversos sectores productivos,
permite conectar zonas marginadas con los principales centros urbanos e industriales,
impulsando el desarrollo local y la creación de empleos y un sistema ferroviario eficiente
ofrece una alternativa de transporte segura, cómoda y accesible para la población.
La actual administración federal ha mostrado un interés renovado en el desarrollo ferroviario,
con proyectos emblemáticos como el Tren Maya y el Corredor Interoceánico del Istmo de
Tehuantepec, así como las futuras líneas a Nogales, Veracruz, Nuevo Laredo, Querétaro y
Pachuca.
Con estas obras México recuperara su vocación ferroviaria y aprovechara a mi parecer el
potencial de este medio de transporte para impulsar su desarrollo hacia el futuro.
El motivo esta columna semanal viene a alusión de mis reflexiones de ventana en un vagón
de tren mientras cruzaba la península de la hermana república de Yucatán y en mi cabeza
recordaba aquella canción compuesta en una tertulias universitaria que decía…”En las Vías
de la Facultad”

@RaulSaucedo
rsaucedo@uach.mx

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