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Opinión

Opinión: Tan cerca y tan lejos, por Nancy Toledo

En una realidad híper conectada con acceso a todo y todos en todo momento, no puedo evitar pensar que esta cercanía nos separa al mismo tiempo de muchas cosas.

Podremos saber de alguien cosas tan propias de su día: qué desayunó, que está leyendo, qué tipo de ejercicio hace, con quien sale, que ve en la tele…y sentirnos tan cerca de esa ellos. Pero la realidad es que estamos tan lejos de ser parte de su vida.
Mi celular está lleno de grupos de WhatsApp, que son una excelente manera de estar conectados con la familia, amigos, compañeros de la escuela, vecinos. Pero esto nos lleva a hablar como grupo y le quita lo personal a la relación. Muchas veces ya no sabes quien dijo algo, quien mando qué.

A pesar de que uso y disfruto mucho estas herramientas y redes sociales, no me encanta la parte en la que nos alejamos de esta cercanía. Soy una “víctima” más de esta situación. Pero no debemos de caer en este tipo de relación mecánica. Yo trato de mantener algo de individualidad en esta era súper comunicada.

Parece mentira, pero para mi es difícil encontrar un tiempo en que pueda hacer una llamada. Una sustancial.
Pero de vez en cuando le hablo la gente que tengo en esos grupos, amigas que me nutren, que me gusta escuchar lo que tienen que decir…aunque sean chistes y cosas que podríamos leer en los grupos que compartimos, pero es diferente. Me hace sentir más cerca.
O simplemente mandar mensajes directos, y platicar de lo que sea. No en masa, algo personal. Y eso me hace sentir conectada con ellas.

Ahora son tiempos más difíciles para la convivencia real, y vernos cara a cara. Por eso reflexiono sobre el tema. Estamos a un “clic” de todos nuestros contactos.

Me rehúso a perder individualidad. Aunque es lindo pertenecer a un grupo, no quiero ser solo una persona de la bola.
No perdamos la bonita costumbre de felicitar en un cumpleaños, de procurar a los amigos, de estar cerca de los amigos. No perdamos el interés en los demás. No te alejes, cuando puedes estar cerca.

Nancy Anahi Toledo Rascón
Facebook.com/eso pienso
Instagram @eso.pienso

Opinión

La semilla. Por Raúl Saucedo

Libertad Dogmática

El 4 de diciembre de 1860 marcó un hito en la historia de México, un parteaguas en la relación entre el Estado Mexicano y la Iglesia. En medio de la de la “Guerra de Reforma», el gobierno liberal de Benito Juárez, refugiado en Veracruz, promulgó la Ley de Libertad de Cultos. Esta ley, piedra angular del Estado laico mexicano, estableció la libertad de conciencia y el derecho de cada individuo a practicar la religión de su elección sin interferencia del gobierno.

En aquel entonces, la Iglesia Católica ejercía un poder absoluto en la vida política y social del país. La Ley de Libertad de Cultos, junto con otras Leyes de Reforma, buscaba romper con ese dominio, arrebatándole privilegios y limitando su influencia en la esfera pública. No se trataba de un ataque a la religión en sí, sino de un esfuerzo por garantizar la libertad individual y la igualdad ante la ley, sin importar las creencias religiosas.
Esta ley pionera sentó las bases para la construcción de un México moderno y plural. Reconoció que la fe es un asunto privado y que el Estado no debe imponer una creencia particular. Se abrió así el camino para la tolerancia religiosa y la convivencia pacífica entre personas de diferentes confesiones.
El camino hacia la plena libertad religiosa en México ha sido largo y sinuoso. A pesar de los avances logrados en el lejano 1860, la Iglesia Católica mantuvo una fuerte influencia en la sociedad mexicana durante gran parte del siglo XX. Las tensiones entre el Estado y la Iglesia persistieron, y la aplicación de la Ley de Libertad de Cultos no siempre fue consistente.
Fue hasta la reforma constitucional de 1992 que se consolidó el Estado laico en México. Se reconoció plenamente la personalidad jurídica de las iglesias, se les otorgó el derecho a poseer bienes y se les permitió participar en la educación, aunque con ciertas restricciones. Estas modificaciones, lejos de debilitar la laicidad, la fortalecieron al establecer un marco legal claro para la relación entre el Estado y las iglesias.
Hoy en día, México es un país diverso en materia religiosa. Si bien la mayoría de la población se identifica como católica, existen importantes minorías que profesan otras religiones, como el protestantismo, el judaísmo, el islam y diversas creencias indígenas. La Ley de Libertad de Cultos, en su versión actual, garantiza el derecho de todos estos grupos a practicar su fe sin temor a la persecución o la discriminación.
No obstante, aún persisten desafíos en la construcción de una sociedad plenamente tolerante en materia religiosa. La discriminación y la intolerancia siguen presentes en algunos sectores de la sociedad, y es necesario seguir trabajando para garantizar que la libertad religiosa sea una realidad para todos los mexicanos.

La Ley de Libertad de Cultos de 1860 fue un paso fundamental en la construcción de un México más justo y libre. A 163 años de su promulgación, su legado sigue vigente y nos recuerda la importancia de defender la libertad de conciencia y la tolerancia religiosa como pilares de una sociedad democrática y plural.
Es importante recordar que la libertad religiosa no es un derecho absoluto. Existen límites establecidos por la ley para proteger los derechos de terceros y el orden público. Por ejemplo, ninguna religión puede promover la violencia, la discriminación o la comisión de delitos.
El deseo de escribir esta columna más allá de conmemorar la fecha, me viene a deseo dado que este último mes del año y sus fechas finales serán el marco de celebraciones espirituales en donde la mayoría de la población tendrá una fecha en particular, pero usted apreciable lector a sabiendas de esta ley en mención, sepa que es libre de conmemorar esa fecha a conciencia espiritual y Libertad Dogmática.

@Raul_Saucedo
rsaucedo@uach.mx

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