Manny Pacquiao volvió a subirse al ring a los 46 años para desafiar al campeón wélter Mario Barrios en el MGM Grand Garden de Las Vegas. En su intento por convertirse en el monarca más veterano de la división, el filipino ofreció una actuación memorable que no fue suficiente para convencer a los jueces, quienes decretaron un empate mayoritario con tarjetas de 115-113 y dos de 114-114.
El público respondió con furia al fallo. Más de 13 mil asistentes corearon el nombre de Pacquiao y reprocharon una decisión que, a su juicio, no reflejó el dominio del filipino en varios pasajes del combate. Aunque Barrios conectó más golpes totales (120 por 101), Pacquiao fue más efectivo con los golpes de poder (81 contra 75), lo que alimentó la percepción de que merecía el triunfo.
Barrios, 16 años menor, no logró imponer su físico ni su juventud. Reconoció la dificultad del combate y elogió al veterano al terminar la pelea: “Tiene una energía increíble, sigue siendo fuerte y su ritmo es difícil de descifrar”. El mexicano-estadounidense intentó presionarlo y hacerlo sentir su edad, pero no lo consiguió.
Pacquiao, como siempre, se mantuvo sereno. Afirmó que ganó la pelea y dejó entrever que podría volver a pelear, motivado por su disciplina, condición física y amor al boxeo. “Espero que esto inspire a otros peleadores: si te cuidas y trabajas, puedes seguir peleando a esta edad”, dijo.
La noche tuvo todos los ingredientes de una función histórica: un público entregado, una leyenda de vuelta, nostalgia a flor de piel y una pelea cerrada entre generaciones. El resultado puede debatirse, pero una cosa es segura: Pacquiao sigue siendo un fenómeno. No ganó la pelea, pero volvió a demostrar que las leyendas nunca se retiran del corazón del público.