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Salud y Bienestar

Pastillas para dormir crean depresión y dolor crónico

Aunque las pastillas para dormir suelen ser un componente eficaz para recuperar el sueño, suconsumo debe ser cuidadoso porque pueden provocar diversos problemas como depresión, dolor crónico, presión arterial alta y más riesgo de sufrir accidentes, alertó el Instituto Mayo Clinic.
Por lo general, expone en un comunicado, la incapacidad de conciliar o mantener el sueño es síntoma de alguna enfermedad o afección subyacente que contribuye al mal dormir y posiblemente incluye dolor crónico, tos, problemas cardíacos, dificultad para respirar, problemas digestivos o de la tiroides.
Señala que el alcohol y los medicamentos como los antidepresivos, la cafeína, los descongestionantes, los fármacos contra el asma y los analgésicos también pueden contribuir al insomnio.

Por ello, subraya la importancia de que quien tenga problemas para dormir busque una evaluación médica minuciosa para conocer las ventajas y riesgos de consumir pastillas para conciliar el sueño.
Esto, advierte, porque entre los efectos secundarios estarían mareo o aturdimiento, riesgo de dependencia, aunado a que debido a que suprimen la respiración, las pastillas empeorarían cualquier problema respiratorio, como apnea del sueño, o aumentar las posibilidades de una infección.
Aclara que cuando se receta una pastilla para dormir, la primera elección es un fármaco de corta acción y de nueva generación, cuyos efectos secundarios no dejan de ser relativamente comunes, pero con una ocurrencia y gravedad menor que con medicamentos anteriores.

También se puede considerar un fármaco de acción más larga, aunque en los ancianos los efectos tal vez sean más duraderos, mientras que para los pacientes con depresión las dosis deben ser reguladas, advierte.

La institución puntualiza que recurrir a pastillas para dormir debe ser una decisión que se tome en estrecha comunicación con el médico.

Revista

La grasa abdominal profunda: el enemigo silencioso que envejece tu cuerpo y tu mente

Oculta bajo la piel y rodeando órganos vitales como el corazón, el hígado y los riñones, la grasa visceral representa una de las amenazas más serias para la salud metabólica y cerebral, incluso en personas delgadas. Más que un problema estético, esta grasa activa procesos inflamatorios que pueden desencadenar enfermedades como la diabetes tipo 2, el hígado graso, problemas cardiovasculares y, a largo plazo, deterioro cognitivo.

De acuerdo con el Dr. Andrew Freeman, especialista en prevención cardiovascular, la grasa visceral es un marcador de múltiples riesgos de salud, aun en quienes aparentan estar en forma. El fenómeno conocido como “skinny fat” —personas con peso normal pero con alta proporción de grasa interna— evidencia que la salud no siempre se refleja en el espejo.

El impacto va más allá del metabolismo. La neuróloga preventiva Kellyann Niotis advierte que este tipo de grasa libera compuestos inflamatorios que aceleran la atrofia cerebral y favorecen la aparición de placas beta-amiloides y ovillos de tau, señales asociadas con la enfermedad de Alzheimer, incluso desde los 40 o 50 años.

¿Cómo saber si la grasa visceral está fuera de control? La medida de la cintura es un primer indicio: más de 88.9 cm en mujeres y 101.6 cm en hombres eleva el riesgo, según los CDC. La masa muscular también importa: quienes tienen más grasa que músculo tienden a acumular esta grasa profunda. Estudios como la DEXA o básculas con medición de grasa corporal pueden ayudar a evaluar estos indicadores.

La buena noticia: es reversible. Freeman insiste en un enfoque integral con ejercicio cardiovascular diario (como caminatas rápidas de al menos 30 minutos) y entrenamiento de fuerza con resistencia. Ejercicios como desplantes, sentadillas, lagartijas y peso muerto movilizan grandes grupos musculares, aceleran el metabolismo y estimulan hormonas que mejoran la composición corporal.

Una alimentación basada en plantas, como la dieta mediterránea, también es clave. Rica en frutas, vegetales, granos enteros, aceite de oliva y pescado, esta dieta ha demostrado reducir la grasa abdominal y el riesgo de muerte por enfermedades crónicas, especialmente en mujeres.

El ayuno intermitente —comer solo durante una ventana de seis horas al día— puede ser un complemento efectivo, aunque no es apto para todos. La combinación de alimentación natural, entrenamiento funcional y periodos de ayuno puede “hacer magia” en la reducción de grasa visceral, señala Freeman.

En resumen, mantener el músculo, eliminar alimentos ultraprocesados, moverse cada día y reorganizar los horarios de comida no solo combate la grasa abdominal profunda, sino que extiende la salud física y mental hacia el futuro. Porque el verdadero “elixir de la juventud” no se compra: se construye con hábitos.

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