El Tercer Informe de Gobierno de Enrique Peña Nieto recordó en cierta medida a la película ‘El discurso del Rey’, no por lo conmovedor de la cinta, sino por el paralelismo de sus historias: un líder sin presencia, con un papel meramente simbólico y bastante menso, cuya mayor misión es hilar un discurso preparado por sus asesores con los menores errores de dicción posibles. La única diferencia es que el monarca británico, Jorge VI, logra impresionar a sus súbditos, mientras que el presidente mexicano dejó, como ya es común, una larga estela de decepción, tal como menciona el escritor Antonio Ortuño.
Peña arrancó con un ‘mea culpa’ que llamó la atención por evitar llamar a las cosas por su nombre, y por destinar apenas dos minutos de su discurso de dos horas a los problemas del país. Pasado el espinoso momento, dio rienda suelta a una serie de cifras a modo, en las que se destacaba el descenso de la violencia en el norte del país, pero sin mencionar la carnicería en las demás regiones del país.
Hubo muchos, muchos aplausos, de esos que le gustan tanto al presidente. Después salió con el viejo conocido: sus decálogos, en los que anunció una serie de medidas que suenan a redundancia, a mentiras, y la más destacable fue la creación de una secretaría, la de Cultura, así como va, a mitad del sexenio, lo cual hace pensar que ‘reorganizar’ es una forma bonita de llamarle a los recortes a la cultura, o las asociaciones público-privadas, que a muchos les parece un eufemismo de ‘privatización’.
Dijo que “ahora nos toca ajustarnos el cinturón”, ¿hasta ahorita? Esperemos que sea cierto pues es mejor tarde que nunca, y como señalamos ayer las finanzas públicas están que no aguantan. Lo que llamó la atención fue que no aumentarán los impuestos (por ahora) ni subirá más la gasolina (en este año).
Pero fue el final el que más llamó la atención de los medios, políticos y algunos ciudadanos que se interesaron medianamente por el informe. Su alerta reiterada contra el populismo, sobre todo en un escenario tan simbólico como el informe presidencial, tiene una lectura en la que más o menos todos coinciden. Sienten pasos en la azotea, y esos pasos se llaman AMLO y ‘Bronco’, quienes por vías muy distintas han crecido y amenazan el statu quo de la nación.
Imposible una peor estrategia. Amlo es un picapleitos de cantina, y dedicarle tanto espacio solo lo beneficia, pues es en la confrontación donde se crece, quien no crea nada más recuerde a Fox, quien en su afán de desaforarlo casi lo hizo presidente.
El populismo, entiéndase, es una vía política que busca alinear al pueblo en oposición a una oligarquía, un grupo que concentra el poder, la riqueza y los privilegios, y hay que arrebatárselos. Hay muchos tipos de populismos, algunos de izquierda, otros de derecha, algunos totalitarios y otros democráticos. En el caso de México, los populismos vigentes en la escena política no pintan nada bien, lo malo es que el gobierno actual (y los que vienen) tampoco.
Ahí en el informe anduvo, como debía ser, el gobernador César Duarte, quien despejó todos los rumores de un distanciamiento de Peña con un largo y caluroso abrazo, de esos que saben a apapacho y que se hacen en público para que todos lo noten. También estuvo el director del Issste, José Reyes Baeza, el líder juvenil del PRI, Christopher James Barousse, y la senadora Lilia Merodio Reza.
Lilia ya se destapó a la brava. Ha hablado en público y en privado de convertirse en la primera gobernadora de Chihuahua, y ya tiene toda su atención en el 5 de junio de 2016, pues como habíamos adelantado, la senadora acordó con Emilio Gamboa, su coordinador de bancada, el dejar la Mesa Directiva del Senado para meterle todos los kilos a su proyecto, y jura a que 10 alcaldes ya la apoyan, aunque no se trate obviamente de sus rivales, esos con los que tiene tiro cantado.
Lilia es movida. Cualquiera que la conozca lo sabe, y no sólo ha recorrido los 67 municipios y ganado su puesto con 500 mil votos, también destacó su labor en la aprobación de leyes secundarias de seguridad y transparencia, así como las reformas para controlar la explotación infantil y el endeudamiento excesivo de los estados.
Otro priísta reconocido que tiene un reto grande es Kamel Athié Flores, quien ha demostrado que le sabe a la grilla, pero más aún a los temas del agua, pues no sólo encabezó esa comisión como diputado federal y ha publicado hasta libros sobre la materia, lo cual le valió para ser el nuevo delegado de Conagua.
Se sacó la rifa del tigre, dicen, y es que Álex LeBarón ha estado demasiado enamorado como para atender el cochinero de la dependencia y ahora se sabe que hay funcionarios que pese a que ya fueron corridos no se quieren ir, sin importarles tener a cuestas un número pesado de irregularidades. Si algo emana de Conagua no es precisamente el agua, sino la asfixiante corrupción.
Las que traen un tiro mediático son las señoras del PAN, Maru Campos y Rocío Reza, quienes están compitiendo a ver quién le echa más al gobernador Duarte, quien critica más cosas y quién hace más alianzas dentro y fuera del partido. El encontronazo tiene pronóstico reservado.