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Opinión

¿PERIODISMO DIGITAL? por FRANCISCO RODRIGUEZ PEREZ

¿PERIODISMO DIGITAL?

Francisco Rodríguez Pérez

Mi gran amigo y excelente periodista Luis Ochoa Minjares, con toda una vida dedicada a la noble labor de informar, escudriñar informaciones y plantear sus puntos de vista, desde los más altos puestos directivos en diversos medios, hasta la sapiencia del articulista y pensador, me ha preguntado mi opinión acerca del periodismo digital.

En respuesta a su cuestionamiento, creo que salvo honrosas excepciones los medios informativos -tradicionales, “modernos” o digitales- siguen siendo pasquines o “recaderos”, como les ha llamado Virgilio Dante Caballero Pedraza.

Por otra parte, tradicional o digital, en el periodismo actual predomina la información reciclada, hecha en “machotes”, sin variedad, sin originalidad, sin distinción en géneros y, frecuentemente, sin calidad literaria. Esto ha marcado tendencia.

Si esto es así en términos generales, tal tendencia se ha llevado al absurdo, al abuso, a la denigración del oficio en “periódicos digitales” que pululan en la Red. Hay algunos que hasta se presentan como “páginas web especializadas”, pero que no pasan de ser un receptáculo de notitas que toman de aquí y de allá, sin ton ni son. Eso sí con mucha “imagen”, con mucha “presentación”, aunque carentes de imaginación y creatividad.

Por otra parte, el estigma de “prensa vendida” y “prensa comprada” no desaparece, por desgracia. Al contrario, se reafirma cuando pasquineros y recaderos, de diversos tamaños, se multiplican y reproducen hasta por “generación espontánea”. Suponen que el periodismo digital es “buen negocio”, incluso dejan de imprimir, para “subirse” al Internet y por eso nacen tantos y tantos medios. Ocurrencias, no más.

Hoy, todo mundo puede y en ocasiones quiere ser periodista: bástales un teléfono para ello.

Pero no, el periodismo es otra cosa. Y debieran entenderlo también aquellos que pretenden ejercer el noble oficio de informar en los formatos digitales.

Ojalá que en la Red de redes, la carretera de la información, se tomase en serio el papel de comunicadores y se asumieran, con responsabilidad, las ventajas y desventajas, las promesas y las amenazas de este “periodismo digital”.

Ciertamente, los medios de comunicación tradicionales como la radio, prensa y televisión están sufriendo cambios en la denominada “Era de la información”. Dentro de ellos, un tema que se discute con gran interés en la actualidad es el del periodismo digital y sus alcances.

 

No es para menos: una de las ramas de la comunicación que más llama la atención es el periodismo. Los medios masivos de comunicación suelen jugar un papel importante en la formación, conducción y manipulación de la opinión pública, por lo que el periodismo tradicional está sufriendo cambios que no todos los periodistas entienden o enfrentan.

El periodismo digital, en medio de esta discusión, es un tema con múltiples definiciones. Respecto al Internet y al periodismo digital, se dice que Internet es un metamedio que aglutina el audio, el texto y las imágenes. Internet tiene la inmediatez de la radio, la profundidad de contenidos del periódico y el impacto de la imagen televisiva.

Internet incorpora los medios de comunicación tradicionales y los actuales. Eso supone una amenaza al periodismo escrito, pero no es para tanto. Esto ya había ocurrido con la radio, el cine y luego con la televisión. Y el periodismo escrito, con todas sus limitaciones, sigue gozando de cabal salud. Es más, sigue siendo la fuente primaria de información, aunque las técnicas y las tecnologías cambien.

Algunos estudiosos hacen comparativos: la radio necesitó 38 años antes para alcanzar los 50 millones de oyentes, en tanto que la televisión precisó de 13 años para alcanzar la misma cifra. Internet, en apenas cuatro años (desde 1991 hasta 1995), alcanzó más de 50 millones de usuarios en todo el mundo.

El problema, sin embargo, no es de cantidad sino de calidad.

Si periodista es la profesión de quien informa a través de los medios de comunicación, su oficio está sufriendo cambios profundos con las nuevas tecnologías.

El propio concepto de «periodista» se discute desde hace décadas, especialmente desde la escalada masiva de la radio y la televisión.

En esta era digital ¿dónde están «los que informaban», los «profesionales de la información»? Hoy nos dicen, los más atrevidos, que  el verdadero periodismo es el periodismo en red, ya que éste rompe con la comunicación lineal y unidireccional acostumbrada, para implicar una serie de cambios fundamentales respecto a las rutinas del periodismo tradicional.

Debido a las condiciones y facilidades para la publicación de contenidos en la red, “cualquier usuario es un informador”. Todos pueden tener un espacio en la red y utilizarlo para lo que quieran.

Allí está el detalle: este “periodismo” genera sobreproducción de información y explosión de informantes. Ante ello, la labor del auténtico periodista no se reduce a la elaboración de publicaciones digitales, ni elaboración de contenidos.

Así, el trabajo del periodista digital, en todo caso, debiera estar enfocado a la gestión de la información; el análisis y la jerarquización de la misma.

Cuando el problema no es la falta de información, sino todo lo contrario, lo importante del periodista y los medios digitales será ofrecer a los usuarios la capacidad para que distingan lo significativo de lo irrelevante. Igual reto que en el periodismo tradicional, al que Salvador Borrego Estrada exige TRASCENDENCIA.

Allí está otro problema: el periodismo digital se pierde en el inmenso canal de contenidos, en la repetición, en la falta de criterios definidos o en la consecución de objetivos simplemente de competencia y rapidez.

La inmediatez deja fuera el análisis y la profundidad.

Si bien el periodismo digital enfrenta grandes retos y peligros también ofrece grandes oportunidades, según el enfoque que los periodistas o comunicadores tengan.

El periodismo digital requiere aprender el uso y los beneficios de las nuevas tecnologías y los recursos de Internet, pero necesita la propia investigación directa y en su caso la referencia.

El periodismo, como quiera que se presente, deberá respetar a los lectores, a la audiencia, a los usuarios.

Si bien Internet suele simplificar la tarea periodística, en términos de la cantidad de posibilidades, también la hace compleja y verdaderamente especializada.

El periodismo de la globalización, además, no debe perder el contacto con el desarrollo local y comunitario.

El periodista digital tendría que plantearse su trabajo más allá de la inmediatez e incluso más allá de la interactividad, una de sus características más afamadas.

Todavía hay más riesgos de abusos, pero también más esperanzas porque el periodismo digital tiene la ventaja de poder ser independiente. Igual que el periodismo tradicional, el digital no debe olvidarse de la ética y la responsabilidad.

Finalmente, creo que sin agenda propia, sin temáticas definidas, sin criterios de análisis para escudriñarlo todo y sin la acotación de audiencias, públicos o nichos de mercado, el periodismo digital estará muy lejos de convertirse en alternativa al periodismo tradicional.

En todo caso, sea digital o tradicional, es tiempo de que el periodismo recupere su dignidad, para dejar de ser pasquinero o recadero, mercancía de compra-venta, galimatías de papel o mediocridad enredada. ¡Hasta siempre!

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Opinión

La semilla. Por Raúl Saucedo

Libertad Dogmática

El 4 de diciembre de 1860 marcó un hito en la historia de México, un parteaguas en la relación entre el Estado Mexicano y la Iglesia. En medio de la de la “Guerra de Reforma», el gobierno liberal de Benito Juárez, refugiado en Veracruz, promulgó la Ley de Libertad de Cultos. Esta ley, piedra angular del Estado laico mexicano, estableció la libertad de conciencia y el derecho de cada individuo a practicar la religión de su elección sin interferencia del gobierno.

En aquel entonces, la Iglesia Católica ejercía un poder absoluto en la vida política y social del país. La Ley de Libertad de Cultos, junto con otras Leyes de Reforma, buscaba romper con ese dominio, arrebatándole privilegios y limitando su influencia en la esfera pública. No se trataba de un ataque a la religión en sí, sino de un esfuerzo por garantizar la libertad individual y la igualdad ante la ley, sin importar las creencias religiosas.
Esta ley pionera sentó las bases para la construcción de un México moderno y plural. Reconoció que la fe es un asunto privado y que el Estado no debe imponer una creencia particular. Se abrió así el camino para la tolerancia religiosa y la convivencia pacífica entre personas de diferentes confesiones.
El camino hacia la plena libertad religiosa en México ha sido largo y sinuoso. A pesar de los avances logrados en el lejano 1860, la Iglesia Católica mantuvo una fuerte influencia en la sociedad mexicana durante gran parte del siglo XX. Las tensiones entre el Estado y la Iglesia persistieron, y la aplicación de la Ley de Libertad de Cultos no siempre fue consistente.
Fue hasta la reforma constitucional de 1992 que se consolidó el Estado laico en México. Se reconoció plenamente la personalidad jurídica de las iglesias, se les otorgó el derecho a poseer bienes y se les permitió participar en la educación, aunque con ciertas restricciones. Estas modificaciones, lejos de debilitar la laicidad, la fortalecieron al establecer un marco legal claro para la relación entre el Estado y las iglesias.
Hoy en día, México es un país diverso en materia religiosa. Si bien la mayoría de la población se identifica como católica, existen importantes minorías que profesan otras religiones, como el protestantismo, el judaísmo, el islam y diversas creencias indígenas. La Ley de Libertad de Cultos, en su versión actual, garantiza el derecho de todos estos grupos a practicar su fe sin temor a la persecución o la discriminación.
No obstante, aún persisten desafíos en la construcción de una sociedad plenamente tolerante en materia religiosa. La discriminación y la intolerancia siguen presentes en algunos sectores de la sociedad, y es necesario seguir trabajando para garantizar que la libertad religiosa sea una realidad para todos los mexicanos.

La Ley de Libertad de Cultos de 1860 fue un paso fundamental en la construcción de un México más justo y libre. A 163 años de su promulgación, su legado sigue vigente y nos recuerda la importancia de defender la libertad de conciencia y la tolerancia religiosa como pilares de una sociedad democrática y plural.
Es importante recordar que la libertad religiosa no es un derecho absoluto. Existen límites establecidos por la ley para proteger los derechos de terceros y el orden público. Por ejemplo, ninguna religión puede promover la violencia, la discriminación o la comisión de delitos.
El deseo de escribir esta columna más allá de conmemorar la fecha, me viene a deseo dado que este último mes del año y sus fechas finales serán el marco de celebraciones espirituales en donde la mayoría de la población tendrá una fecha en particular, pero usted apreciable lector a sabiendas de esta ley en mención, sepa que es libre de conmemorar esa fecha a conciencia espiritual y Libertad Dogmática.

@Raul_Saucedo
rsaucedo@uach.mx

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