En México, para la pesca no hay controles suficientes que eviten la sustitución de productos, que vendan una especie distinta a la que se anuncia. Si bien las leyes establecen requisitos como el aviso de arribo de la mercancía, o la bitácora y guía de pesca para que los pescadores y cooperativas lleven registro desde la captura hasta el traslado a mercados o centros de distribución, esto no es suficiente para detener la pesca ilegal y controlar que durante la comercialización no haya práctica de intercambio de productos.
“Hay un mercado negro donde el pescado ilegal se comercializa”, dice Luis Bourillón, representante del Consejo de Administración Marina (MSC, por sus siglas en inglés) en México.
Pedro Zapata, de la organización Oceana, que busca la conservación de los océanos y sus especies, menciona en ese sentido que lo ideal sería tener en México puntos de descarga autorizados.
Sin embargo, “la gran mayoría de las pangas (lanchas) que pescan en este país acaban descargando y entregando su producto en cientos de miles de puntos a lo largo de los 11 mil kilómetros de costa del país, lejos de la mirada de cualquier autoridad”.
La pesca ilegal incluye la comercialización de especies protegidas, o que están en riesgo. Pero también que ciertos pescadores usen técnicas que aumenten la pesca incidental, o que se rebasen las cuotas permitidas de pesca para ciertas especies.
“Eso genera un problema muy grande para la sustentabilidad de los mares, pero también para los pescadores (legales), porque pierden ingresos, o tienen que salir a pescar aún más, tienen que incrementar su esfuerzo pesquero”, dice Renata Terrazas, de Oceana.
En una visita al mercado de La Nueva Viga, en la Ciudad de México, junto a especialistas de Oceana, se encontraron diferentes irregularidades, o situaciones que al menos requerirían una explicación, como la venta de una especie en peligro como el tiburón martillo, la venta de dorado que solo es permitido para la pesca deportiva, o que los letreros de venta dieran información confusa o errónea a los consumidores.
Lo anterior, aunque en el propio mercado de La Nueva Viga hay una oficina de la Comisión Nacional de Acuacultura y Pesca (Conapesca).
En el tema de pescas ilegales, refiere Armando Vega, de comercializadora El Navegante, muchas veces las autoridades están involucradas, o dejan pasar situaciones indebidas, una situación que debe combatirse.
“Aquí entran pescados con tallas que no están permitidas”, refiere en específico sobre una de las situaciones en La Nueva Viga.
La Auditoría Superior de la Federación, al revisar el ejercicio de 2015, mencionó que la Conapesca había fallado en sus acciones de inspección y vigilancia pesquera, ya que solo cubrió el 50% de las 40 pesquerías o sistemas de pesca que requerían control, para proteger especies en periodos de veda.
“No formuló, ni operó y tampoco evaluó el Programa Integral de Inspección y Vigilancia Pesquera y Acuícola para el Combate a la Pesca Ilegal, a fin de llevar a cabo las acciones de inspección y vigilancia para la salvaguarda de los recursos pesqueros y acuícolas”, señaló la ASF.
Además, en ese entonces, la Conapesca “no elaboró ni mantuvo actualizado un directorio nacional de empresas dedicadas a giros comerciales relacionadas con actividades pesqueras, tales como el almacenamiento, procesamiento, distribución y comercialización de productos pesqueros”.
En el estudio de Oceana sobre la sustitución, “11.2% de las muestras provino de 13 especies amenazadas y ocho especies casi amenazadas, de acuerdo con la lista roja de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (uicn). Entre ellas encontramos nueve especies diferentes de tiburón que se vendieron como marlin o como cazón”.
Si bien la pesca de estas especies en México no es ilegal, indicó Oceana en sus conclusiones, “el reconocimiento internacional de la vulnerabilidad de su situación nos debería empujar a tener mayor cuidado en su pesca y consumo”.
Las repercusiones y lo que se requiere
Tanto la sustitución como la pesca ilegal, así como las fallas en inspección y los errores en lo que se conoce como trazabilidad —que es tener la información de dónde provienen los pescados, quién los pescó, en qué fecha y qué técnica se utilizó—, impactan no solo en los consumidores, en la credibilidad de la industria pesquera y en la actividad de los pescadores, sino también en la sustentabilidad de las especies marítimas.
Álvaro J. de Tomás Kutz, director general de comercializadora Netmar, señala que el etiquetado es uno de los puntos de mejora, aspirar a que en cualquier momento los consumidores tengan información clara de qué se están llevando a la boca, lo que incluye saber la forma en que fue capturado el pescado, la fecha de captura, el nombre de la embarcación con que fue pescado, cuál fue el proceso de congelamiento, y cuáles son los periodos de veda.
“No hay una verdadera norma de etiquetado, mientras no se ponga el nombre científico de la especie, contenido neto, si traen aditivos o no, se seguirá abusando del consumidor”, señala.
Armando Camacho, gerente del restaurante Contramar, menciona que los restauranteros deben mejorar sus procesos, probar esquemas como estar en contacto con los propios pescadores, para evitar sustituciones con la intervención de intermediarios; pero además, los propios consumidores deben ser más exigentes, o cuando acudan a mercados aplicar medidas como que el pescado entero sea fileteado ante sus ojos, porque ya en filete es más difícil identificar una sustitución.
“Es necesario que la gente se empiece a educar, que se empiece a interesar en qué se está comiendo”, refiere.
Francisco Coppel García, director General de Comercialización de la Conapesca, menciona que eliminar las prácticas indebidas, como la sustitución, es responsabilidad de todos, y que los comercializadores, restauranteros y dueños de pescaderías, además de los supermercados, deben adquirir pescados que hayan pasado por los controles establecidos.
En Europa, apunta, hay controles mucho más estrictos, y hacia allá debe avanzar México, pues si bien ya hay buenos esfuerzos, aún queda mucho por mejorar incorporando las posibilidades que da la tecnología, incluso con sistemas de códigos de barras que puedan ser leídos con un teléfono celular, y permitan tener siempre toda la información necesaria sobre los pescados.
“La pesca no ha sido prioridad en México. No estamos poniendo atención en cuidarla”, critica Renata Terrazas, de Oceana. Mientras sigan prácticas como la sustitución, la corrupción y la falta de acción oportuna de las autoridades, agrega, alguien más seguirá decidiendo por ti qué es lo que vas a comer, y no habrá un consumo sustentable.
El caso del marlín y el mero
Diferentes comercializadores comentaron que desde décadas atrás el marlín ahumado se puso de moda en restaurantes y pescaderías. Pero en realidad hay poco marlín disponible para consumo, así que en la mayoría de los establecimientos le dan a la gente otro pescado (el porcentaje de sustitución en el estudio de Oceana fue de 94.4%).
Lo más habitual es que a la gente le den atún aleta amarilla, en lugar de marlín. Según comenta Pedro Zapata, vicepresidente de Oceana, el atún aleta amarilla también es un muy buen pescado, así que en este tipo de sustitución no se está causando un gran daño al cliente, en términos de su economía o de calidad. Pero a fin de cuentas hay un engaño en los menús.
Por la demanda de los clientes, muchos restauranteros pueden incurrir en una sustitución, que causa distintas distorsiones. Una de ellas, el invisibilizar que una especie esté siendo sobreexplotada, o que haya alguna situación irregular en su pesca en aguas mexicanas, sin que se apliquen a tiempo las medidas o controles de captura necesarios.
En México la Ley Federal de Pesca establece que la captura del marlín solo puede ser deportivo-recreativa, “dentro de una franja de 50 millas náuticas a partir de la costa a lo largo de todo el litoral del Golfo de México y Mar Caribe”. Es decir, no puede haber una pesca comercial a gran escala de este tipo de pez, y será motivo de sanción el “comercializar las capturas de la pesca deportivo-recreativa”.
Otra disposición es el acuerdo publicado en el Diario Oficial de la Federación, que establece una cuota de pesca incidental para el marlín. La pesca incidental se da cuando un grupo de pescadores o un buque pesquero tiene como objetivo una especie, pero al lanzar redes o utilizar otra técnica, quedan atrapadas otras “de manera fortuita”.
Si el marlín está limitado a la pesca deportiva, y su cuota de pesca incidental está restringida, ¿por qué la gente insiste en pedirlo en los restaurantes?
“Por un lado es bueno que no haya tanto marlín (disponible en pescaderías, restaurantes y supermercados), porque quiere decir que no lo están comercializando, cuando no tendrían por qué. Pero la otra historia es que también es una especie en riesgo, entonces cada vez hay menos, no hay tanto marlin como quisiéramos, y se refleja en la poca disponibilidad”, dice Renata Terrazas, de Oceana.
Sobre el mero, Oceana identificó que también aparece constantemente en los menús, pero en los mares la situación es muy distinta.
Fuente: Animal Político