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Polvorín explotó en Tultepec; tenía permiso de Sedena a pesar de estar en zona urbana

Autoridades del municipio de Tultepec, Estado de México, informaron que la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena) había otorgado permiso para operar al polvorín que explotó el sábado 11 de diciembre, aciddente que dejó como saldo 2 muertos y 15 lesionados.

“Es muy raro que hubiera un permiso, pero había permiso”, confirmaron autoridades mexiquenses, quienes se refieren a la licencia 1192 de la Sedena, la cual sólo se puede otorgar a talleres que operan fuera de zonas urbanas.

La explosión ocurrió en un polvorín ubicado en la calle Guadalupe, esquina con Santa Cruz, de la colonia El Mirador, en Tultitlán. Al lugar acudieron elementos del Ejército Mexicano, Guardia Nacional, Policía Estatal y Protección Civil del Estado de México, quienes informaron de la muerte de dos personas.

Asimismo, se reportó que 15 personas con quemaduras de segundo y tercer grados fueron trasladadas al Hospital de Alta Especialidad de Zumpango, al Hospital General Vicente Villada y al DIF de Xahuento, lugares en los cuales reciben los cuidados médicos correspondientes.

Los elementos de seguridad acordonaron la zona del accidente para que las corporaciones de Bomberos de Tultepec, Tultitlán, Cuautitlán, Zumpango y Tecámac sofocaran las llamas provocadas por la pólvora, las cuales ocasionaron una gran columna de humo blanco visible a la distancia.

Según testigos, cerca del lugar se encontraban otros talleres de pirotecnia, los cuales permanecían operando al momento de la explosión, por lo que los trabajadores de estos polvorines salieron corriendo ante la amenaza de que el fuego se extendiera hacia los negocios aledaños.

La explosión se registró alrededor de las 16:15 horas y alcanzó un perímetro de 200 metros cuadrados, lo cual ocasionó diversos daños materiales, como los registrados en el Deportivo Oriente de Tultepec, inmueble el cual presentó la caída de una barda y vidrios rotos a su interior.

El estallido fue escuchado por los vecinos de la zona, quienes subieron diversas fotografías y videos a sus redes sociales, en los cuales se puede escuchar explosiones subsecuentes a la original, pues los materiales pirotécnicos que se encontraban al interior de otros talleres también explotaron tiempo después de la primera detonación.

La Secretaría de Seguridad del Estado de México (SEEM) informó que la explosión provocó que material de las casas y los talleres dañados, como tabiques o escombro, quedara regado por la zona, por lo que elementos de esta corporación realizaron remoción de escombros hasta la noche del día sábado 11 de diciembre.

Asimismo, los equipos de rescate se coordinaron con los encargados de remoción de escombro para recuperar los cuerpos de las dos personas que murieron calcinadas por la explosión.

La Sedena ha informado que, previo al inicio de la pandemia, había otorgado 752 permisos generales para pirotécnicos en el Estado de México, de los cuales 313 se emitieron en Tultepec, entidad en la cual se creó el paraje La Saucera con la finalidad de ubicar a los polvorines fuera de la mancha urbana y así minimizar los riesgos que una posible explosión pudiera ocasionar.

Otros municipios del EdoMex que también registran una amplia presencia de polvorines son Almoloya de Juárez con 86 y Zumpango con 79, además de Chimalhuacán, Jaltenco, Naucalpan, Otumba y Axapusco, entidades que forman parte de las 62 demarcaciones en las cuales la Sedena ha otorgado permisos para operar con pólvora.

Después del accidente, las autoridades incentivaron a denunciar los talleres de pólvora que se encuentren operando sin permiso de la Sedena, dependencia que tiene la facultad exclusiva de otorgar permisos para talleres de pólvora.

Opinión

Emilia Pérez: Una Mirada Cuestionada sobre México Por: Sigrid Moctezuma

En un mundo donde el cine es tanto un arte como una poderosa herramienta de representación cultural, las películas que abordan la identidad de un país llevan consigo una gran responsabilidad. Tal es el caso de Emilia Pérez, una cinta que, aunque prometía ser un relato innovador, ha generado un torrente de críticas por su visión estereotipada y su superficialidad al retratar la cultura nacional.

Descrita por sus creadores como un “narco-musical”, Emilia Pérez sorprendió al ganar cuatro Globos de Oro, lo que dejó en evidencia una desconexión entre las audiencias internacionales y la percepción mexicana. Mientras en el extranjero se celebra como un experimento cinematográfico audaz, aquí ha sido criticada por perpetuar clichés culturales que parecen sacados de una postal turística, ignorando las complejidades del México actual. Aunque su mezcla de comedia, drama y música despertó curiosidad inicial, para muchos terminó siendo un recordatorio de cómo los estereotipos siguen dominando la narrativa global.

Uno de los puntos de mayor desagrado ha sido la manera en que la película aborda temas sensibles como la identidad de género y la narcocultura. Si bien es positivo que estas cuestiones tengan espacio en la narrativa cinematográfica, en Emilia Pérez se sienten tratadas con una ligereza que no honra su trascendencia. Los personajes, en lugar de reflejar matices reales, se convierten en caricaturas que difícilmente conectan con el público.

Las críticas no solo vienen de los espectadores, sino también de sectores especializados en cine y cultura. Se ha señalado que la película parece diseñada para un público extranjero que consume el «México pintoresco», mientras ignora las voces y experiencias auténticas que definen al país. Lo que representa una oportunidad desperdiciada para proyectar un discurso que sea fiel a nuestra riqueza cultural y social.

Este fenómeno no es nuevo en el cine. Muchas producciones internacionales han intentado capturar supuestamente nuestra esencia, pero terminan cayendo en la trampa: el mariachi omnipresente, las cantinas llenas de tequila y la violencia gratuita. Emilia Pérez, desafortunadamente, parece sumar su nombre a esta lista.

No obstante, este tipo de reacciones también abre un espacio importante para la reflexión. La discusión que surge de estas películas pone sobre la mesa la necesidad de que seamos nosotros quienes contemos nuestras propias historias, desde múltiples perspectivas. Es imperativo que el relato cinematográfico internacional comience a escuchar más atentamente las voces locales y trabajen en colaboración para evitar simplificaciones que diluyan nuestra esencia.

En un mundo donde las plataformas digitales hacen que el cine viaje más rápido que nunca, la responsabilidad de representar adecuadamente a un país se vuelve aún más crucial. La recepción de Emilia Pérez debería servir como un recordatorio de que no somos un concepto único y fácil de definir, sino una amalgama compleja de historias, tradiciones y modernidades.

Quizá, en el futuro, podamos ver más producciones que tomen este desafío en serio, dejando de lado las visiones simplistas. Porque México, con todas sus luces y sombras, merece ser contado con verdad y profundidad.

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