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Opinión

Práxedis G. GUERRERO POR FRANCISCO RODRIGUEZ PÉREZ

Por considerarlo un documento histórico de gran trascendencia, envío a ustedes el siguiente texto. Por una parte, es importante ya que el autor, quien lo firma, es el Gran Maestro Armando B. Chávez M., formador de generaciones enteras en Ciudad Juárez y forjador de inolvidables instituciones educativas, quien escribió este artículo en 1978; por otro lado, se trata de un homenaje y reconocimiento a la vida, la obra y la inmortalidad de Práxedis G. Guerrero, Benemérito del Estado, precursor de la Revolución Mexicana, desde Ciudad Juárez y otros lugares del estado de Chihuahua, otras entidades, el país y desde los Estados Unidos.

Por todo ello, el Centro de Estudios Práxedis Guerrero comparte este importante documento.

 

Lic. Francisco Rodríguez Pérez

 

PRÁXEDIS G. GUERRERO

 

Cd. Juárez, Chih., 28 de enero de 1978.

Prof. Armando B. Chávez M.

Transcripción: Carlos Méndez Villa/Archivo Histórico/ ICHICULT

 

 

Práxedis G. Guerrero ha sido uno de los hombres significados como precursor intelectual de la Revolución de 1910, dinámico, genial, idealista, soñador, apóstol y mártir. Fue un periodista y escritor fogoso. Incisivo, fiel a sus principios, leal a su causa, rebelde y convencido, joven al morir y eterno en el recuerdo.

 

Nacido en los Altos de Ibarra, Guanajuato – el 28 de agosto de 1882 vivió una vida plácida y cómoda en la Hacienda de su padre Don José de la Luz Guerrero, del círculo de amistades del Presidente Díaz. Pero también confrontó el contraste de la injusticia, de los oprimidos, del grito nacional de protesta contra el régimen dictatorial del héroe del 2 de abril, autor del Plan de la Noria y del de Tuxtepec. Guerrero perteneció a la milicia ciudadana de la Segunda Reserva del Ejército del General Bernardo Reyes; recibió el grado de Sub- Teniente de Caballería el mes de noviembre de 1901 y así fue como le tocó vislumbrar la zozobra militar y la campaña contra las ideas liberales y la intriga política para el ascenso al poder.

 

Talentoso, Práxedis adquirió una firme cultura por sus estudios escolares y por su asidua dedicación a la lectura. Sabedor de la existencia del movimiento revolucionario que ya sentía profundamente – mantenido por los hermanos Flores Magón, Librado Rivera, Juan Sarabia y otros, el 21 de septiembre de 1904 abandonó el hogar y marchó a los Estados Unidos en exilio voluntario, despidiéndose afablemente de su padre bajo el llanto amoroso de su madre doña Fructuosa Hurtado. Allá trabajó en fundiciones y ferrocarriles; fue minero, leñador, estibador y carpintero; pero como jornalero siguió trabajando en la defensa de los de abajo, de los explotados, de los discriminados, de las víctimas del capataz y el usurero.

 

Llegó a El Paso, Texas y continuó al Estado de Colorado: lo acompañaba su inseparable condiscípulo Francisco Manrique. Su primer trabajo fue como minero de “The Colorado Supply Co.” Pero inquieto como era y buscando el contacto con los magonistas, estuvo además en California y Arizona, Oklahoma y Nuevo México, Luisiana y Missouri, Kansas, Illinois y Mississippi. Fue un “obrero libertario y auténtico”, sufrió vejaciones, despidos y vigilancia extrema; había renunciado a su herencia en Guanajuato para repartir entre los pobre bienes y dinero; en los Estados Unidos vivió siempre de su escaso salario recibido por sus faenas duras y extenuantes.

 

A la historia y a la Revolución nacional y extranjera consagró sus estudios; al sumarse al magonismo, embebido de las teorías de Bakunin y Kropotkin –entonces en boga- se hizo como ellos anarquista sindicalista. La muerte de su padre, acaecida en 1908, lo obligó a regresar intempestivamente a Guanajuato, habiendo aprovechado su estancia para incursionar también por San Luis Potosí y Puebla. En León se despidió para siempre el 22 de febrero de 1909 de su madre y de sus cuatro hermanos; llevó y contó a sus familiares y amigos las peripecias de los brotes revolucionarios de Jiménez, Coahuila y Acayuca, Veracruz; de las Vacas y Viescas en Coahuila, de Valladolid en Yucatán; y les habló de sus contactos con Ricardo Flores Magón en San Louis, Missouri y después en El Paso, Texas con Juan Sarabia, Antonio Villarreal, César E. Canales, Prisciliano Silva y Lauro Aguirre.

Narró con emoción profunda los fracasos de Palomas y Ciudad Juárez, que pusieron a prueba la convicción, el despego a la muerte y la decisión inflexible de combatir con las armas en la penumbra los esbirros de la Dictadura. En Ciudad Juárez participaron Villarreal, Sarabia, Silva, Aguirre, Canales y De la Torre, quienes fueron traicionados por el capitán Adolfo Jiménez Castro y el Sub- Teniente Zeferino Reyes, del 18°. Batallón, confabulados con Quirino Maese, quien fue el que delató la conspiración; era el Gobernador del Estado Enrique C. Creel, Jefe Militar de la Zona el General José Ma. Vega, Cónsul mexicano en El Paso, Texas, Mallén y Comandante de Policía Antonio Ponce de León. El 19 de octubre de 1906 por la noche, fueron aprehendidos Sarabia, Canales y Vicente de la Torre en Ciudad Juárez y en la vecina población los otros tres, que habilidosamente lograron escapar después. Los primeros fueron enviados a Chihuahua, enjuiciados y sentenciados, cumpliendo sus condenas en el tétrico San Juan de Ulúa, en Veracruz.

 

Por cuanto a Palomas, en el combate participó Práxedis Guerrero el 1 de julio de 1908 con sólo diez revolucionarios; ahí cayó muerto su querido compañero Francisco Manrique, “Otilio Madrid”; Práxedis resultó herido. Lograron regresar por la ruta de Ascensión hacia Casas Grandes y algunos se perdieron por el camino – el calor, el cansancio y el sudor, los agobiaba- quedando solos, Guerrero y Enrique Flores Magón, quienes pasaron por Corralitos y Estación Guzmán, regresando a El Paso, por la Smelting, para emprender nuevas acciones y orientar y dirigir nuevas incursiones.

 

Su regreso lo torna más intransigente revolucionario; pero es más tenazmente perseguido. Estuvo a punto de ser aprehendido varias veces y de ser muerto; pero esquivó serena y desafiantemente a sus enemigos. Los fracasos de Ciudad Juárez y Palomas sirvieron de pretexto a Don Porfirio para ordenar nuevas y numerosas aprehensiones de revolucionarios, liberales y magonistas; pero ni la traición ni las amenazas ni los encarcelamientos ni los asesinatos, doblegaron la voluntad de lucha de estos mexicanos.

 

Las relaciones en los Estados Unidos permiten establecer organizadamente el Partido Liberal Mexicano, que expide en 1906 su insuperable programa. Además Guerrero funda en ese año en Arizona la “Junta Auxiliar de Obreros Libres” y en San Francisco, California “Alba Roja” cuyas páginas de recia literatura orientan el movimiento obrero y al pueblo desposeído. En El Paso, Texas, el 8 de agosto de 1909 saca a la luz “PUNTO ROJO” con iguales fines y superada filosofía. Estuvo nuevamente a punto de ser aprehendido en Houston y es tan conocido en sus actividades que se ofrecen 10,000 dollars a quien lo entregue a las autoridades.

 

Reaparece como periodista en la quinta época de “REGENERACION” y viaja a varios rumbos, sorprendiéndolo el estallido revolucionario, lanzado que fue el Plan de San Luis y el llamado a las armas en él proclamado. Los Flores Magón, el Partido Liberal y Práxedis Guerrero muestran su desacuerdo con el programa maderista, para ellos tibio y desalentador y proclaman su inconformidad. Salen a reunir a los grupos liberales para explicar su postura y recomendar no obstante, que se aproveche el movimiento para que los magonistas se lancen también a la rebelión contra el Gobierno del Presidente Porfirio Díaz.

Práxedis piensa en Chihuahua donde los grupos son muchos y de Los Ángeles viaja a El Paso para reunir la gente. Se le suman Margarito Méndez, Leónides Vázquez, Juan Ortiz, Benjamín Silva, Jesús Ruíz, Luz Mendoza, Rafael Campa, Cenobio Orozco, Rodrigo M. Quevedo, una persona de apellido Chacón y Lázaro Gutiérrez de Lara, además de Prisciliano Silva, Lázaro Alanís, Julián Álvarez, Jesús Longoria y Calixto Contreras de los rebeldes de las Vacas, Coahuila; y José Inés Salazar de los de Palomas de Chihuahua.

 

El 19 de diciembre de 1910 pasa por Ciudad Juárez internándose a Chihuahua para seguir hasta la capital del Estado, llego a Sapeyó – 39 kilómetros al sur de la frontera- el 23 de diciembre, se apodera de un tren mixto que viaja rumbo a Casas Grandes con braceros y decomisa las armas, quema los puentes a retaguardia y avanza a Estación Guzmán. Don Cruz González, dueño del Rancho cercano le proporciona víveres y 50 caballos. Guerrero esperaba ahí la llegada de 25 magonistas pero sólo encuentra dos; se le informa que los demás están en Sabinal y hacia allá se dirige llegando el día 24. En este pueblo acuerda apoderarse de Casas Grandes y discute y aprueban el plan de ataque; inseguro de no tener controladas las vías ferrocarrileras, regresa a Estación Guzmán, destruye dichas vías al sur y al norte y hace los preparativos para avanzar hacia Casad Grandes.

El día 25 divide sus efectivos en dos grupos, uno bajo su dirección y otro bajo la de Prisciliano silva: este último sale hacia La Laguna de Santa María y Guerrero toma el rumbo de Casas Grandes y optan por acampar a diez Kilómetros del pueblo del Barranco a donde llegan el día 28 por la mañana, desde ahí amenazó y mandó pedir la rendición de Casas Grandes, recibiendo una rotunda negativa.

 

Esta población estaba bajo el mando militar del Teniente Coronel de Caballería Julio M. Cervantes y contaba con un importante número de soldados, Rurales y Guardias Civiles. Cervantes inmediatamente mandó avisar al Jefe Político del Distrito de Galeana, Francisco Mateus – quien también lo fue de Ciudad Juárez en 1907 1908- quien a su vez lo comunicó al Gobernador pidiendo refuerzos. El Gobernador al momento dio órdenes para que cien soldados de tropa y 150 dragones acantonados en Estación Gallego saliesen para Casas Grandes y giró instrucciones al coronel Tamborell, jefe de la Guarnición de Ciudad Juárez para que enviara con tal destino un tren con tropas.

 

Práxedis G. Guerrero había llegado según lo dijimos el día 28 por la mañana, acercándose a la plaza amenazada y por segunda vez pidió su rendición por la tarde, lo que le fue negado nuevamente y conocedor ya de la fuerza que le haría resistencia – él solo iba acompañado de 32 revolucionarios- optó por desistir. Descansó esa noche y por la mañana del 29 enfiló rumbo a Janos; llega a medio día hasta las huertas que la circundaban y envía a Leónides Vázquez con bandera blanca exigiendo la entrega de la plaza. Regresa el emisario con un papel escrito y firmado por Guadalupe Zozaya, Jefe Municipal, pidiendo hablar con Guerrero; éste confiado aceptó conferenciar y acudió al llamado: Zozaya aceptaba la rendición pero para hacer tiempo solicitaba entregar el pueblo hasta la mañana siguiente. Acepto Práxedis y regreso ante los suyos para informarles y esperar.

Zozaya que contaba con 9 guardias del 3er. Cuerpo Rural de la Federación al mando del Cabo 2do. Manuel Cárdenas y con 20 Auxiliares del Estado, inmediatamente había pedido auxilio a Casas Grandes. Guerrero no se había dado cuenta del engaño; pero “esto lo supieron los magonistas cuando por la noche capturaron un sargento que a todo correr de su caballo venía de aquella ciudad con un documento firmado por el Coronel Samuel García Cuéllar, en donde se decía que ya marchaban los refuerzos solicitados y que se retuviera a los “bandidos” para poder exterminarlos.

 

Ya con eso Guerrero no esperó más y se precipitaron los hechos: dividió a sus hombres en tres grupos, delegando la jefatura de ellos, por si moría, en Leónides Vázquez. Según documentos de archivo de la Secretaria de la Defensa Nacional, “comenzó de inmediato el ataque de la población, el que se inició hacia las diez de la noche de aquel día. A los primeros disparos los Auxiliares del Estado se le dispersaron al Jefe Municipal, quien con sólo los Rurales de la Federación se defendió en la Presidencia Municipal, sucumbiendo ante la superioridad de sus atacantes quienes para la media noche se habían apoderado de la población. Hacia las 2 de la madrugada del día 30 llegó a las cercanías de Janos el Teniente Coronel Cervantes y su tropa y trato de recuperar aquel poblado sosteniendo desde entonces un nutrido tiroteo con los revolucionarios hasta el atardecer de ese día. Práxedis G. Guerrero fue muerto en la madrugada desapareciendo su cadáver.

 

Describamos con mayores detalles los combates, que fueron dos, fieros y trágicos.

 

Cuando a las diez de la noche se rompió el fuego, en el Cuartel, en la Presidencia Municipal y en las calles del poblado se cruzaban las balas con su mensaje de muerte; la sorpresa eran las azoteas y el interior de las casas, donde los vecinos amados por Zozaya y Cárdenas fueron obligados a luchar contra los magonistas como enemigos invisibles. La granizada de balas zumbaba incontenible; pero los revolucionarios llegaron hasta el jardín del pueblo y se generalizó el primer combate. A las dos horas sus moradores dejaron de disparar, permanecieron en sus habitaciones y los soldados y Rurales huyeron dejando muertos y heridos en lúgubre espectáculo guerrero: Zozaya fue de los muertos y Manuel Cárdenas de los prisioneros: se había obtenido el triunfo.

 

Pero… oh nueva sorpresa: llegaron los refuerzos de Casas Grandes – 150 Soldados de Caballería y un piquete de Rurales- y se reanudo el combate – el segundo combate- con sin igual bravura, más encarnizado; se luchó cuerpo a cuerpo en fuego cruzado; puertas y ventanas se agrietan destrozadas: empiezan a derribarse los muros de algunas casas; caen muchos heridos entre gritos, lamentos y cruentas vociferaciones. El intrépido Chacón muere y con él, diez más; Soldados y Rurales yacen también sin vida.

 

Los fogonazos iluminan el campo y los cuerpos exánimes exhiben su palidez de muertos, mientras la sangre tiñe roja y negruzca sus ropas y corre por la tierra que los acoge, angustiada y triste.

 

Los actos de heroísmo han sido muchos; epopeya gloriosa la de ese 29 y 30 de diciembre de 1910. Práxedis G. Guerrero dirigió las batallas desafiando a la muerte; todos se contagiaban de su valor temerario; se luchaba con desesperación; el silencio vivió interrumpido por el traqueteo de los máuseres; nuevamente por las hendiduras de puertas y ventanas la pólvora hacía estragos; quejas y lamentos en un canto fúnebre de sollozantes presagios: confusión espantosa en la obscuridad de la noche y la madrugada.

 

Eran ya las primeras horas del 30 de diciembre. Entre las sombras peleaban Rurales y a veces confundidos los magonistas entre sí. La victoria estaba a la vista, cuando Práxedis sube a la azotea de la casa de Don Anastasio Azcárate para contrarrestar el ataque de un grupo de porfiristas que desde lo alto del Cuartel estaban disparando haciendo blanco en los revolucionarios que avanzaban para desalojar a los enemigos, causándoles varias muertes. Apenas había trepado Guerrero, cuando el disparo del atrincherado japonés Kitamura, hizo blanco en su cabeza; la bala penetró por el ojo derecho del mártir y destrozó la parte posterior del cráneo desalojando masa cerebral, acabando con la vida del rebelde, del liberal, del hombre bueno, benefactor y de acrisolada conciencia revolucionaria. Nacía así a la inmortalidad el héroe de Janos; pero no decayó el ánimo de sus compañeros; se triplicaron los esfuerzos; el porfirismo fue diezmado y vencido; huyen los gobiernistas defensores saltando sobre los despojos sanguinolentos dispersos y las tropas rebeldes se prepararon para evacuar. Todavía después del día 30 aquellos revolucionarios cambiaron tiros con las tropas del Teniente Coronel Cervantes en el Rancho de la Ciénega, resultando entonces herido el Jefe Leónides Vázquez. En los comienzos de 1911, en febrero esta partida se incorporó con el Jefe maderista José de la Luz Blanco, para participar en la Revolución a favor del señor Madero.

 

Queda sólo decir una vez más, que el cadáver de Práxedis G. Guerrero desapareció. Existen las siguientes versiones, dice Eugenio Martínez Núñez, en su biografía del desaparecido; una es que los revolucionarios se llevaron el cadáver al salir de Janos a unos 3 kilómetros del pueblo para sepultarlo, en dirección al Estado de Sonora.

 

Otra versión es que sus compañeros lo sepultaron en las cercanías de Janos, envuelto en una bandera roja con la inscripción “TIERRA Y LIBERTAD” en un lugar distante sólo 200 metros de la colonia Fernández. Y la otra versión es que su cuerpo no fue hallado después del combate.

 

Sin embargo, en 1935 el C. Gobernador de Chihuahua, General de División Rodrigo M. Quevedo, ordenó al Presidente Municipal de Janos que abriera una investigación para la localización de los restos, habiéndose logrado localizarlos según los vecinos. Estos restos exhumados fueron remitidos a la capital del Estado donde les rindieron grandes honores siendo reinhumados en dicha capital. A Práxedis G. Guerrero se le declaró en tal ocasión “Benemérito del Estado de Chihuahua” por la Legislatura Local.

 

 

 

Tal es la historia, tales los acontecimientos y tal la personalidad de José Práxedis Gilberto Guerrero Hurtado muerto en aras del magonismo y de los principios revolucionarios contenidos en el programa del Partido Liberal Mexicano.

 

Su ideario aún tiene vigencia; garantizar un desarrollo social efectivo, las más amplias libertades de prensa y de palabra, impulso a la enseñanza nacional, restitución de ejidos y repartición de tierras ociosas, jornada máxima de ocho horas, salario mínimo variable de acuerdo con las diferentes zonas del país; prohibición de emplear a menores de 14 años; indemnización por accidentes de trabajo; declaración de nulidad de las deudas contraídas por los campesinos y supresión de las tiendas de raya, a las que también estaban sujetos los obreros; igualdad de condiciones para los trabajadores mexicanos y extranjeros”.

 

Y como se ha dicho de Ricardo Flores Magón: “una motivación determinó su vida: la lucha contra la injusticia, el deseo sublime de colaborar en la construcción de un mundo nuevo en que no existiera la explotación del hombre por el hombre, un mundo en que EL HOMBRE sea HOMBRE.”

 

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Opinión

La semilla. Por Raúl Saucedo

Libertad Dogmática

El 4 de diciembre de 1860 marcó un hito en la historia de México, un parteaguas en la relación entre el Estado Mexicano y la Iglesia. En medio de la de la “Guerra de Reforma», el gobierno liberal de Benito Juárez, refugiado en Veracruz, promulgó la Ley de Libertad de Cultos. Esta ley, piedra angular del Estado laico mexicano, estableció la libertad de conciencia y el derecho de cada individuo a practicar la religión de su elección sin interferencia del gobierno.

En aquel entonces, la Iglesia Católica ejercía un poder absoluto en la vida política y social del país. La Ley de Libertad de Cultos, junto con otras Leyes de Reforma, buscaba romper con ese dominio, arrebatándole privilegios y limitando su influencia en la esfera pública. No se trataba de un ataque a la religión en sí, sino de un esfuerzo por garantizar la libertad individual y la igualdad ante la ley, sin importar las creencias religiosas.
Esta ley pionera sentó las bases para la construcción de un México moderno y plural. Reconoció que la fe es un asunto privado y que el Estado no debe imponer una creencia particular. Se abrió así el camino para la tolerancia religiosa y la convivencia pacífica entre personas de diferentes confesiones.
El camino hacia la plena libertad religiosa en México ha sido largo y sinuoso. A pesar de los avances logrados en el lejano 1860, la Iglesia Católica mantuvo una fuerte influencia en la sociedad mexicana durante gran parte del siglo XX. Las tensiones entre el Estado y la Iglesia persistieron, y la aplicación de la Ley de Libertad de Cultos no siempre fue consistente.
Fue hasta la reforma constitucional de 1992 que se consolidó el Estado laico en México. Se reconoció plenamente la personalidad jurídica de las iglesias, se les otorgó el derecho a poseer bienes y se les permitió participar en la educación, aunque con ciertas restricciones. Estas modificaciones, lejos de debilitar la laicidad, la fortalecieron al establecer un marco legal claro para la relación entre el Estado y las iglesias.
Hoy en día, México es un país diverso en materia religiosa. Si bien la mayoría de la población se identifica como católica, existen importantes minorías que profesan otras religiones, como el protestantismo, el judaísmo, el islam y diversas creencias indígenas. La Ley de Libertad de Cultos, en su versión actual, garantiza el derecho de todos estos grupos a practicar su fe sin temor a la persecución o la discriminación.
No obstante, aún persisten desafíos en la construcción de una sociedad plenamente tolerante en materia religiosa. La discriminación y la intolerancia siguen presentes en algunos sectores de la sociedad, y es necesario seguir trabajando para garantizar que la libertad religiosa sea una realidad para todos los mexicanos.

La Ley de Libertad de Cultos de 1860 fue un paso fundamental en la construcción de un México más justo y libre. A 163 años de su promulgación, su legado sigue vigente y nos recuerda la importancia de defender la libertad de conciencia y la tolerancia religiosa como pilares de una sociedad democrática y plural.
Es importante recordar que la libertad religiosa no es un derecho absoluto. Existen límites establecidos por la ley para proteger los derechos de terceros y el orden público. Por ejemplo, ninguna religión puede promover la violencia, la discriminación o la comisión de delitos.
El deseo de escribir esta columna más allá de conmemorar la fecha, me viene a deseo dado que este último mes del año y sus fechas finales serán el marco de celebraciones espirituales en donde la mayoría de la población tendrá una fecha en particular, pero usted apreciable lector a sabiendas de esta ley en mención, sepa que es libre de conmemorar esa fecha a conciencia espiritual y Libertad Dogmática.

@Raul_Saucedo
rsaucedo@uach.mx

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