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Opinión

EL PRECIO DE LA HOMOFOBIA

Por: Enrique Corte

El enfrentamiento entre los sectores más conservadores de la sociedad y la comunidad lésbico, gay, bisexual y transgénero (LGBT) ha dejado notables consecuencias. Por un lado, la Iglesia Católica pierde fieles y credibilidad a pasos agigantados, en parte por su resistencia a renovarse y aceptar a sectores históricamente marginados pero con creciente reconocimiento social, y en parte por los escándalos de pederastia, corrupción y excesos del alto clero.

En contraparte, los mexicanos sexualmente diversos mantienen un avance sostenido en la lucha por sus derechos, pero aún enfrentan niveles de intolerancia, discriminación y violencia alarmantes; México es el segundo país con más crímenes hacia esta minoría.

Homosexuales ganan reconocimiento, religiones lo pierden

Según datos del Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática (Inegi), en México el 84 por ciento de la población es católica, y según el Vaticano serían casi el 92 por ciento. No obstante, investigadores como el antropólogo Elio Masferrer, presidente de la Asociación Latinoamericana para el Estudio de las Religiones, ponen en duda estas cifras y afirman que esta religión está perdiendo fieles aceleradamente en nuestro país. Incluso datos del mismo clero revelan que sólo el 52 por ciento de las parejas que se casaron, lo hicieron por la iglesia, y que únicamente el 43 por ciento de quienes se dicen católicos cumplieron con el sacramento de la confirmación.

En contraparte, la comunidad LGBT representa al 3.6 por ciento de la población, según la Encuesta de Valores de la Juventud que realizó el Instituto de Ciencias Jurídicas de la UNAM, aunque también hay poca certidumbre en estos datos pues muchas personas con preferencias diversas temen expresarlas por temor a la discriminación y al rechazo. El Inegi tiene registro de 230 mil hogares compuestos por parejas del mismo sexo en México.

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Existen estudios como el realizado por el sicólogo Alfred Kensey, que afirman que hasta el 10 por ciento de las personas han tenido al menos una interacción sexual con personas de su mismo sexo, aunque basado en estimaciones cuestionadas por su frágil sustento; y un estudio de Google señala que el 5 por ciento de los consumidores de porno prefieren ver escenas de sexo gay. Se estima que la población sexualmente diversa en México va de al menos 2.5 millones hasta 10 millones, si se toman en cuenta las experiencias aisladas.

Por donde se le mire, la población que se asume como católica es mucho más numerosa que la población que reconoce tener preferencias sexuales diversas. Sin embargo, la comunidad LGBT ha logrado importantes avances en un tiempo relativamente corto, tales como:

1.- Derecho al matrimonio civil.

2.- Reconocimiento jurídico y acceso a seguridad social para parejas casadas.

3.- La declaración del Día Nacional contra la Homofobia (17 de marzo).

4.- Creación de un marco jurídico contra la discriminación.

5.- Reconocimiento legal a la identidad de género (credencial de elector, registro civil).

6.- Protocolos específicos para perseguir los delitos contra la comunidad LGTB y protección a víctimas.

7.- Tratamiento gratuito contra el sida, así como asesoría y salud preventiva.

8.- Generación de contenidos informativos y ofertas culturales enfocadas a este sector.

9.- Desarrollo de productos y servicios con enfoque gay friendly en distintas esferas y espacios.

10.- Plataformas electorales incluyentes para la comunidad por parte de varios partidos políticos.

A pesar de todo esto, los sectores más conservadores de credos como el católico y el evangélico aún se resisten a aceptar que todas las personas gocen de los mismos derechos y sin importar su orientación sexual, y a pesar de demostraciones como la del fin de semana [10 de septiembre] en las que salieron a las calles entre 150 mil y 300 mil ciudadanos, según las variaciones entre las fuentes, la aceptación a la comunidad LGTB crece notablemente entre las personas religiosas.

De acuerdo con la Encuesta de Opinión Católica 2014, el 50 por ciento de los fieles están de acuerdo con que la iglesia reconozca a las familias encabezadas por una pareja del mismo sexo, principalmente los jóvenes, quienes aprueban este tipo de sacramentos en un 70 por ciento, en clara oposición a los sectores mayores de 60 años, entre quienes el 80 por ciento está en contra. Más allá del reconocimiento oficial del clero, el 59 por ciento está a favor del matrimonio civil entre parejas del mismo sexo mientras el 41 está en contra. En el caso de la adopción por parte de parejas LGBT, sólo el 42 por ciento está a favor y el 58 por ciento está en contra.

Cuando el odio mata

Pero aunque la discriminación pierde terreno, aún alcanza niveles alarmantes si consideramos que entre 1995 y 2015 más de mil 310 mexicanos fueron asesinados en crímenes de odio homofóbico en 29 estados del país, aunque se estima que la cifra es mucho mayor pues por cada caso reportado entre tres y cuatro no se denuncian, de acuerdo con el informe de la Comisión Ciudadana contra los Crímenes de Odio por Homofobia (Cccoh), lo cual nos ubica como el segundo lugar mundial en crímenes por homofobia.

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Las víctimas fueron principalmente integrantes de la comunidad trans, quienes padecieron el brutal ensañamiento por parte de sus asesinos, ya que la mayoría fueron asesinados con armas blancas, golpes o asfixia. En la mayoría de los casos sus crímenes quedaron impunes, e incluso estos datos son más cercanos a los países africanos y musulmanes que a las naciones desarrolladas.

A la hora de desenvolverse en su entorno social la comunidad LGBT tampoco la tiene fácil: siete de cada 10 personas con preferencias diversas se sienten discriminadas, y cuatro de cada diez mexicanos en general se negarían a compartir la misma casa con ellos. Además, uno de cada diez afirma haber sido despedido y uno de cada tres ha sido rechazado en un trabajo por sus preferencias sexuales, mientras que el 55 por ciento afirma ser “de clóset” al ocultar su condición por temor a represalias, según la Encuesta Nacional Sobre la Discriminación.

Con base en estos datos podemos llegar a varias conclusiones:

1.- El movimiento a favor de la igualdad entre las personas aún tiene grandes desafíos, pero también muestra un avance sólido y al parecer irreversible.

2.- A pesar de la resistencia de los extremos más conservadores, la aceptación de la diversidad crece entre los sectores más moderados de la iglesia, principalmente entre los jóvenes.

3.- El clero católico enfrenta fuertes dificultades para retener a sus fieles, en parte por la resistencia a una renovación que es impulsada incluso por el papa Francisco y algunos sectores liberales de la iglesia.

En suma, la Iglesia Católica está pagando un precio cada vez más elevado por mantener posturas excluyentes y radicales, mientras otros credos más moderados e inclusivos ganan terreno entre la población mexicana.

Opinión

KAFKIANO. Por Raúl Saucedo

ECOS DOMINICALES

En el laberinto de la política contemporánea, a menudo podríamos considerar  que nos encontramos deambulando por pasillos de las obras de Franz Kafka. Esa sensación de absurdo, opresión y burocracia incomprensible que caracterizan lo «Kafkiano» no es exclusiva de la ficción; es una realidad palpable en el día a día de millones de ciudadanos alrededor del mundo.

A nivel global, la política parece haberse transformado en un sistema gigantesco, deshumanizado y a menudo ilógico. Las decisiones se toman en esferas lejanas, por personajes que parecen habitar otro universo, mientras que las consecuencias recaen directamente sobre los ciudadanos de a pie. ¿Cuántas veces hemos visto acuerdos internacionales o normativas supranacionales que, a pesar de sus buenas intenciones, terminan generando más confusión y restricciones que soluciones? Es la burocracia global, un monstruo de muchas cabezas que opera bajo sus propias reglas, ajeno a las realidades individuales. Los ciudadanos se sienten como los personajes de Kafka, constantemente a la espera de un veredicto o una explicación que nunca llega, o que llega demasiado tarde y de forma incomprensible.

En América Latina, la esencia Kafkiana de la política se magnifica. La historia de la región está plagada de sistemas que parecen laberintos, donde los procesos se estancan por años, las acusaciones no tienen fundamento claro y la justicia parece un privilegio, no un derecho. La corrupción es otro elemento profundamente Kafkiano: actos inexplicables de desvío de recursos o favores políticos que operan en las sombras, imposibles de rastrear o de exigir responsabilidades. Los ciudadanos se enfrentan a un estado omnipresente pero ineficiente, que promete soluciones pero solo entrega más papeleo y trámites sin fin. Las promesas electorales se desvanecen en el aire como niebla, dejando un rastro de desilusión y cinismo. La sensación de desamparo es palpable, pues la maquinaria política y administrativa, en lugar de servir, parece diseñada para agobiar y confundir.

Existen países que para interactuar con dependencias gubernamentales puede ser una auténtica Odisea Kafkiana. Solicitar un permiso, registrar una propiedad o incluso tramitar una simple credencial puede convertirse en una misión imposible, llena de requisitos ambiguos, ventanillas equivocadas y funcionarios que ofrecen respuestas contradictorias. La burocracia, en muchos casos, no solo es lenta, sino que parece tener una lógica interna ajena a la razón, diseñada para agotar la paciencia del ciudadano. A esto se suma la impunidad, un fenómeno profundamente Kafkiano, donde crímenes y actos de corrupción permanecen sin castigo, generando una sensación de injusticia y resignación. Las narrativas oficiales a menudo carecen de la transparencia necesaria, dejando a la población en un estado de perpetua incertidumbre y desconfianza, buscando desesperadamente una explicación que nunca llega, o que es inaceptable.

En este panorama, la política se percibe como un ente ajeno, una fuerza opresiva que opera bajo un código indescifrable. Para muchos, participar activamente se siente como un esfuerzo en vano contra un sistema que parece inmune al cambio. La resignación es un peligro real, y la apatía se convierte en una respuesta lógica a la frustración persistente.

Sin embargo, como en las obras de Kafka, donde los protagonistas, a pesar de su desorientación, siguen buscando una salida o una explicación, nuestra sociedad no debe rendirse. Entender la naturaleza Kafkiana de nuestra política es el primer paso para exigir transparencia, simplificación y, sobre todo, una humanización de los sistemas que nos rigen. Solo así podremos, quizás, encontrar la puerta de salida de este interminable laberinto.

Esta reflexión viene de mensajes en grupos, cafés en mesas y observaciones del pasado domingo, donde lo kafkiano quizá no es la situación, si no nosotros mismos.

@Raul_Saucedo

rsaucedo@uach.mx

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