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México

Presenció un choque y exigió reparación de daño emocional

Las airadas reclamaciones de una vecina dejaron en segundo término un choque ocurrido ayer por la tarde en el fraccionamiento Las Américas.

La mujer exigía una remuneración económica, pues al ser testigo de la colisión se le bajó la presión arterial.

El accidente ocurrió en la calle 59 entre 112 y 120 del citado fraccionamiento, donde chocaron un Nissan Platina y un Toyota Yaris, ambos conducidos por mujeres.

Del peritaje se hicieron cargo agentes de la SSP y mediante las aseguradoras se llegó a un arreglo por los daños.

Estaban en esas diligencias cuando llegó una mujer de unos 45 años que alegaba que por presenciar el choque se le bajó la presión y exigía una indemnización por el sufrimiento que le ocasionó presenciar hechos tan desagradables.

Al ver que no procedía su reclamación, mejor optó por retirarse.

México

Gentrificación en CDMX: crecimiento urbano que desplaza a sus habitantes

Colonias como la Roma, Condesa, Juárez y San Rafael se han convertido en epicentro de protestas vecinales por el aumento desmedido en las rentas, el despojo inmobiliario y la pérdida de identidad barrial. El fenómeno detrás de estas inconformidades es la gentrificación, un proceso urbano que, aunque para algunos simboliza renovación, para otros representa expulsión, desigualdad y ruptura social.

La gentrificación ocurre cuando barrios de clase trabajadora reciben fuertes inversiones económicas y una oleada de nuevos habitantes con mayor poder adquisitivo. Este cambio trae consigo mejoras en infraestructura y servicios, pero también incrementos abruptos en el precio de rentas y propiedades, desplazamiento de residentes originales y una transformación profunda en la cultura e identidad del barrio.

En la Ciudad de México, el fenómeno se ha intensificado con la llegada de nómadas digitales y extranjeros atraídos por el bajo costo de vida, quienes elevan la demanda de vivienda en zonas céntricas. Esto ha generado una turistificación desmedida, en la que muchas viviendas se destinan a rentas de corta estancia (como Airbnb), reduciendo la oferta para los habitantes locales.

A ello se suma la presión de desarrolladores inmobiliarios para que inquilinos tradicionales abandonen sus viviendas, con el fin de remodelarlas o demolerlas y construir nuevos complejos de lujo. Tiendas de abarrotes y fondas han sido reemplazadas por cafeterías de cadena y boutiques, alterando la vida comunitaria.

Además, la desigualdad urbana se agudiza: quienes no pueden pagar los nuevos precios se ven obligados a mudarse a zonas más lejanas, con mayores tiempos de traslado y menor acceso a servicios básicos.

En respuesta, colectivos ciudadanos y legisladores han exigido medidas que regulen el mercado inmobiliario, protejan a los arrendatarios y prioricen un desarrollo urbano equitativo. La gentrificación, advierten, debe atenderse antes de que transforme por completo el rostro y el alma de la capital.

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