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Opinión

Que extraño es no extrañar. Por Itali Heide

Itali Heide

Todo parecía surreal en marzo, un mes que parece como si hubiera sucedido hace una eternidad. De un momento a otro, México se convirtió en un pueblo fantasma, con el cierre de escuelas, oficinas vacías y puertas cerradas. Para pasar el tiempo y conectarnos con nuestros queridos, nos pusimos creativos. Festejos de cumpleaños por videollamada, besos a través de la ventana, noches de películas compartidas y mensajes emotivos acompañados de recuerdos.

Poco a poco, la emoción fue desvaneciendo. Las videollamadas se hicieron menos frecuentes, las películas ya no entretenían como antes y un abrazo a la distancia no se sentía igual. Ahora, socializar parecía más un quehacer que un escape. ¿Qué nos pasó?

Quizás no deberíamos de exigirnos tanto. Socializar y conectarnos es importante, pero también podemos aprender mucho de la soledad. Lo primero que debemos hacer, es aceptar la realidad: no regresaremos a la ‘normalidad’. COVID marca un antes y un después en la historia, dejándonos con la única opción de adaptarnos a la nueva normalidad.

COVID está cambiando la forma en que los seres humanos socializan. (Imagen: Unsplash)

Podemos establecer formas más sostenidas de conectarnos en línea. A veces, reenviar un meme o comentar una foto es suficiente para mantener viva la flama de cariño y amistad. Una llamada de vez en cuando, y un sinfín de recuerdos para sentirnos conectados aún a la distancia. Para otras personas, socializar en redes sociales es su chaleco salvavidas. Las pláticas de zoom abundan, y sin ese escape la soledad se apodera de ellos. Nuestra nueva vida social post-COVID se crea en torno a sentimientos de aislamiento, soledad, preocupación y culpa.

La falta de preparación emocional para una pandemia ha fomentado la soledad. (Imagen: Unsplash)

Simple y sencillamente, todos tenemos necesidades y deseos diferentes. Nunca está de más dialogar con amigos y familia sobre sus necesidades y limitaciones sociales en estos extraños tiempos nuevos. A falta de abrazos y salidas, recurrimos a las esquinas de nuestra mente donde buscamos unión y amor.

Queda corto decir que la pandemia nos ha cambiado. A medida que experimentamos nuevas formas de cotidianidad, consciencia social, unión y división, estamos creando una nueva cultura global. Ya sea para bien o para mal, el mundo nos obliga a descubrir nuevas maneras de volver a extrañarnos.

Opinión

¿No está solo? No… Está perfectamente rodeado. Por Lic. Jacques A. Jacquez

Gritar “¡no está solo!” se ha vuelto el conjuro preferido de Morena para blindar a cualquiera de los suyos señalado por corrupción, abuso de poder o desvíos. Pero en el caso del tabasqueño Adán Augusto López, el coro suena más a autoengaño que a respaldo.

Porque, ¿quién lo acusa? ¿La oposición? No. Quienes hoy investigan y señalan al exsecretario de Seguridad, Hernán Bermúdez -pieza del pasado gobierno tabasqueño, morenista y obradorista- no son enemigos externos. Son sus propios compañeros de movimiento.

El gobernador Javier May, emanado de la 4T, y el actual secretario general de Gobierno -nada menos que el hermano del expresidente López Obrador- han hecho públicas sus sospechas. Este último incluso soltó sin rodeos: “ya está saliendo a flote la podredumbre”. Palabras mayores, viniendo desde dentro.

Entonces, ¿a quién va dirigido ese “no está solo”? ¿Contra quién se defienden? ¿Del mismo gobierno que ayudaron a construir? ¿Del partido que fundaron? Hay algo profundamente contradictorio -rayando en lo esquizofrénico- en blindar a alguien frente a acusaciones que vienen del propio bando.

Lo que presenciamos es un canibalismo político que devora a quienes alguna vez afirmaron “no somos iguales” y que recuerda al PRD en sus últimos días. Morena, que se vendió como regeneración, hoy se consume a sí misma con una velocidad inédita. Ya no necesita enemigos: se despedaza desde adentro.

Así que no, no está solo. Está perfectamente acompañado… por quienes hoy le pasan la factura.

Y Adán Augusto no es el único. La lupa también está sobre otros morenistas que no forman parte del grupo cercano a Claudia Sheinbaum. En esta nueva etapa de la 4T, las diferencias internas no solo se notan: se castigan.

Porque no, tampoco están solos quienes pasean por Tokio, Lisboa o Madrid. Como bien advierte Salvador García Soto, hay un “ojo rubio” que los sigue. Y no es metáfora: se trata del ojo de Marco Rubio y del aparato de inteligencia del gobierno de EE. UU., que parece tener en la mira a varios miembros de la cúpula morenista. No son turistas quienes los exhiben, sino lentes profesionales que captan diputados, secretarios y familiares presidenciales en sus rutas de lujo. Monreal, Mario Delgado, Andy López. Todos espiados, todos expuestos.

Y todos -dato clave- fuera del círculo íntimo de la presidenta. Ninguno de ellos pertenece a su equipo político. Todos, en cambio, forman parte del lopezobradorismo duro que aún disputa el control del movimiento. ¿Coincidencia?

Tampoco está solo Adán Augusto, cuya operación con la Barredora genera más sospechas que consensos. A él también lo siguen, también lo exhiben. Y en el trasfondo de esa vigilancia, no solo aparece un ojo extranjero… también uno muy local. Porque además del ojo rubio, muchos ven en Omar García Harfuch -hoy pieza clave del círculo presidencial- al ejecutor silencioso de una vigilancia interna disfrazada de disciplina política.

Así que no, no están solos. Pero no están protegidos. Están perfectamente rodeados… por los que hoy gobiernan y ya decidieron quién sí y quién no cabe en la nueva era de la 4T.

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