De entre los muchos temas con los que podríamos iniciar esta columna, comencemos con el más relevante para los cientos de miles de chihuahuenses que dependen del transporte público para trasladarse: la marcha atrás del ViveBús, el programa insignia de la administración saliente, que bien podría resumir las características del sexenio: opacidad, corrupción y una tremenda ineptitud.
Las rutas se planearon a partir de ocurrencias más que de estudios sustentados. El sistema de cobro debió ser una solución como ya es en muchas ciudades de México, pero la torpeza lo convirtió en un dolor de cabeza para los usuarios, sin contar que una transformación tan profunda del transporte público implicaría un proceso de socialización para usuarios y automovilistas que simplemente se omitió. Fue un batidero.
Sin embargo, el tema que más caló en las entrañas de este monstruo fue el dinero, ya que al automatizar las formas de pago y trasladarlas a tarjetas se acabó el negocio para un gran aparato parasitario que vivía de este esquema, comenzando por los choferes que cada fin de turno se llevaban una lanita en la bolsa, los checadores que a cada reporte se embolsaban una monedita, los oficiales de Transporte que tenían de dónde pedir mordida, el sindicato que exigía sus cuotas y de ahí partía una microeconomía en la que salían todos beneficiados menos los usuarios del transporte.
Este nuevo sistema pudo mejorar notablemente la movilidad y calidad de vida en la capital del estado, pero afectando los intereses de choferes, concesionarios y sindicato, algo impensable en su mentalidad, de modo que aprovecharon todos los fallos del sistema para torpedearlo, y de paso sufrir “averías” masivas, manifestaciones y paros de unidades.
Los ganones fueron el líder transportista, Javier ‘Güero’ Lozoya, y su padrino el dirigente de la Confederación de Trabajadores de México (CTM), Jorge Doroteo Zapata, quienes hicieron hasta lo imposible por reventar este sistema que limitaría los privilegios a los que están tan acostumbrados. Por ahí también metieron su cuchara la CROC y la CNOP, y en conjunto los puestos nuevos fueron ocupados por las viejas mafias, que llevaron consigo sus viejas mañas.
El que tuvo que dar la cara fue Gustavo Morales, director de Transportes, quien señaló que se reestablecerían las 70 rutas, que el sistema de recaudo que costó 191 millones de pesos se iría a la basura, y que aún queda en el aire quién asumirá el costo del desastre que se estima en diez mil millones de pesos. Los ciudadanos, por supuesto…
También quedan pendientes los pagos a proveedores, que están comiéndose las uñas de nervios, así como de los trabajadores, a quienes se les retuvieron sus cuotas de IMSS e Infonavit, y no hay para cuando se resuelva. Este será seguramente uno de los principales desafíos del gobernador entrante, el cual se suma a la larga lista de pendientes e incendios que habrán de dejarle, más los que puedan armarle en los tres meses que quedan.
Donde están tratando de resolver otro desastre es en el Congreso del Estado, donde ya no saben cómo hacerle para pagar las deudas que el gobernador saliente y su equipo dicen que no son deudas, pero igual hay que pagarlas.
Ya que el gobernador entrante bloqueó la intención del saliente de contratar más deuda para Chihuahua, por 5.9 millones de pesos, ahora lo que busca el PRI es modificar la Ley de Disciplina Financiera que obliga a la entidad a resolver los pagos pendientes con proveedores y entregar la administración en números negros. Así, le dejarían la deuda al equipo de Javier Corral y que le haga como pueda.
Así, Javier Corral tiene tres opciones, las tres nefastas para arrancar su gobierno: Más deuda, la cual ya descartó; más impuestos, con el inevitable descontento y parálisis estatal, o recortes masivos, lo cual afectaría las obras de infraestructura, inversiones y servicios en la entidad. Ahora sí que debe escoger de los males el menor, y necesitaría un milagro para no causar descontento. Desgraciadamente los milagros en política no existen.
Donde el gobernador ya tomó posesión fue ante los panistas, donde se erigió como el mandamás de su partido, como dicta la tradición política de Chihuahua en la que el gobernador es en verdad quien mueve los hilos.
Así quedó claro durante la Comisión Permanente del PAN que por fin se reunió, y aunque Corral asistió como invitado, fue claro que agarró las riendas y ni quién le relinche. La reunión tuvo como tema principal las recientes protestas en las que quedó claro que los brotes de violencia fueron iniciados por “infiltrados”. También se solidarizó con los diputados panistas Rogelio Loya, Ana Gómez Licón, y con el abogado y activista Jaime García Chávez.
La relación que no ha quedado clara es el tipo de relación que habrá entre el gobierno municipal encabezado por María Eugenia Campos y el estatal. En el PAN hay resentimiento pues muchos consideran que la militancia basta para ser incluidos en el próximo gobierno, pero Corral ha dejado claro que no es así, ni para la campaña los invitaron (ni ellos hicieron mucho por sumarse). La división se hace cada vez más notable.
Un factor de peso en esta relación será Miguel Riggs Baeza, el síndico que hizo historia al alcanzar la votación más alta para un candidato en la capital, pues superó por mucho a la propia Maru. El asunto aquí es que Riggs es más cercano al grupo de Corral, así que todo indica que se esforzará por hacer una labor como nunca ha hecho un síndico en Chihuahua, simplemente porque le conviene. Una sindicatura ejemplar sería una antesala a la alcaldía, le granjearía el visto bueno de los corralistas y sobre todo de los ciudadanos. Tiene la mesa puesta.
Y para no dejar de mencionar a los tricolores, allá traen sus propias batallas. El ex dirigente del Frente Juvenil Revolucionario Oviedo Baca, hijo y homónimo del conocido abogado priísta, ya concretó lo que venía adelantando en su Facebook y entre sus amigos. Buscará la dirigencia del partido.
Oviedo denunció que el propio Serrano le pidió desistir de buscar cualquier posición, nomás por sus pantalones, pero la amenaza no caló y ahora busca suceder a Guillermo Dowell en la dirigencia, quien ya adelantó que acabando el numerito de la impugnación dejará el cargo. Es claro que se disputen el partido, hay demasiados priístas y casi nada de puestos. Perdieron todo.