A casi treinta años de su muerte, aquí en México se sigue presumiendo a Luis Buñuel, quien legó a través de su obra muchas preguntas y respuestas acerca de la condición humana, del hambre, de la vida rota, de las cicatrices, de los llamados “malos”, de los “desafortunados” y “afortunados”.
Los expertos afirman que lo buñuelesco es tan escurridizo que cuando se quiere definir o atrapar, conduce a menudo a las más imprevisibles respuestas
Agustín Sánchez Vidal, catedrático de Historia del Cine y Otros Medios Audiovisuales en la Universidad de Zaragoza, mencionó alguna vez que Buñuel era muy complejo, y él mismo huía de lo prefabricadamente buñuelesco
“Aunque no estoy del todo seguro de que la última etapa francesa del director español no contenga alguna sobredosis de esos ingredientes. Pues simplificando mucho, se podría decir que, antes de la película Un perro andaluz (1929), su obra guarda una estrecha relación con Ramón Gómez de la Serna, el creacionismo, con Juan Larrea y ya en la transición al surrealismo, con Benjamín Peret.
Y es que Luis Buñuel, nacido en Calanda en 1900 y fallecido en México, en1983, surrealista en sus inicios, es autor de una obra considerada la más importante del cine en español, ya que desarrolló su personal filmografía marcada por profundas convicciones antiburguesas. Vale recordar Los Olvidados, 1950; Nazarín 1959; El Ángel Exterminador 1962; Viridiana, 1961; Tristana, 1970, Bella de día, 1966 y El Discreto Encanto de la Burguesía, 1973.
Todo mundo aplaudió el Óscar concedido al director como mejor película de habla no inglesa, El Fantasma de la Libertad, en 1974 y por Ese oscuro objeto del deseo, 1977.
Biógrafos como Juan Antonio Ramírez, Carlos Barbachano, Eduardo y Pepín Bello, Helen Levitt o Louise Bourgeois, han coincidido en aceptar que posiblemente su película más polémica de aquella etapa, Los olvidados, 1950; cambió la imagen de México hasta unos extremos que sólo resultan comparables a Los hijos de Sánchez, el libro de Oscar Lewis, llevado al cine por Hall Bartlett, en 1978.
Y cuando se habla de creadores influidos por Buñuel, las opiniones se inclinan más a la negación de herederos, ni dentro ni fuera de España. Se ha dicho que su fórmula no puede ser reducida a recetas porque no es un estilo ni se basa en instancias externas, lo más interesante de él es su mundo personal, sus inquietudes, los problemas que plantea y cómo los resuelve.
Pero sobre todo, los críticos resaltan la manera como Buñuel maneja los materiales irracionales, por lo que señalan que ni Carlos Saura, puede ser considerado un discípulo o un heredero de este cineasta, a pesar de la transparente admiración de éste hacia su colega español.
Muchos intelectuales mexicanos tuvieron la fortuna de conocer a Buñuel, entre ellos, Carlos Fuentes, el escritor mexicano recientemente fallecido, quien afirmaba que era un hombre que se las sabía todas, un artista nada fácil, perfectamente consciente de su entidad y papel, y el que, a pesar de todo eso, había logrado mantener una extraña inocencia.
“Pues se mantenía humilde y muy generoso. Es decir, era dueño de esa vieja y entrañable hospitalidad española que uno sentía con tanto exiliados, por ejemplo, José Rubia Barcia, además de un sabroso sentido del humor”.
Los especialistas coinciden en que habría que distinguir no una, sino dos etapas francesas sin tener en cuenta la temporada parisina en que se rodaron Un perro andaluz, 1929, y La edad de oro, 1930. Es decir, un primer periodo que va de 1955 a 1959, cuando rueda Cela säppelle läurore y la Mort en ce jardín y la fievre monte a El Pao; y una segunda etapa que cierra en 1977 con Ese oscuro objeto del deseo.
El hijo del Cineasta, Juan Luis Buñuel reconoció que la carrera de su padre empezó con Orson Welles, porque en ese momento Orson necesitaba a alguien que supiera inglés; y, que después de la realización de Los ambiciosos, con Gerard Philipe, su padre necesitaba alguien que dominara el francés.
Recordó que se recordaba a sí mismo sentado en las piernas de su padre disparando con una escopeta de aire comprimido a las hojas de un árbol. Igualmente, rememoró, las conversaciones de política se presentaban cuando venía Luis Alcoriza a casa.
Juan Luis mencionó que su padre estaba muy obsesionado por el terrorismo y eso lo transmitió en varias películas. “En la última hay una discusión y su último guión también gira en torno a los terroristas”.
Y agregó: “A partir de Belle de jour, al menos hubo un poco más de dinero en casa. Mi padre tenía dos trajes cuando murió, tres pares de pantalones, dos pares de zapatos y poco más. Bueno sí, el Volkswagen de mi madre. Pero él no cambió su manera de vida con o sin dinero”.
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