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Opinión

Rezagados: Vacunando Chiapas. Por Itali Heide

En los confines de la selva chiapaneca, donde los susurros de la naturaleza se entrelazan con el ruido de la vida cotidiana, una realidad desafiante emerge. La pandemia ha tejido una trama inesperada, revelando la fragilidad de nuestros sistemas de salud y encendiendo el debate sobre la equidad.

Frente a cualquier crisis, siempre surge una oportunidad de crecimiento y transformación. La pandemia llegó de manera sorpresiva, cambiando no solo nuestra percepción de la prevención, sino también generando debates cruciales sobre la equidad en la salud a nivel global.

A pesar de los esfuerzos mundiales para la vacunación, se han presentado lamentables consecuencias, como el debilitamiento de los programas de inmunización en Chiapas.

La situación alarmante en Chiapas

En pleno 2022, en Chiapas se observaron tasas de vacunación más bajas de las registradas en los últimos 20 años, marcando un sombrío capítulo que llevó a que tasas de vacunación se desvanecieran, retrocediendo décadas en un abrir y cerrar de ojos.

A pesar de contar con uno de los programas de vacunación gratuita más amplios y accesibles del mundo, lamentablemente menos del 23% de los niños en este estado recibieron la protección completa que merecen. Este sombrío telón no solo pone en juego la vida de los más jóvenes, guardianes del futuro, sino la salud y la seguridad de todo un estado y de la nación entera.

Necesidades urgentes

Muchos obstáculos han entorpecido el camino hacia una cobertura vacunal sólida, desde la falta de infraestructura sanitaria y la asignación inadecuada de recursos hasta la gestión deficiente y la falta de atención de parte de autoridades. Aunque la pandemia no causó los problemas enraizados en el acceso al Programa de Vacunación Universal (UVP), sí se han visto exacerbados por la misma. Es aquí, en medio de los claroscuros de la vacunación universal, donde surge una llamada a la acción.

Llamando a la acción

Es cierto que la responsabilidad de desarrollar campañas para controlar enfermedades transmisibles y prevenibles recae en las instituciones sanitarias estatales. Sin embargo, la inacción lleva a la necesidad de otras voces.

Las manos tendidas de Medical Impact buscan tejer una red de esperanza y progreso en Chiapas. Medical Impact ha trabajado incansablemente para poner estos temas en relieve, con la esperanza de que las voces de muchos insten a las instituciones superiores a hacer más. ¿Cuáles son algunas de las propuestas de Medical Impact para la Secretaría de Salud?

Fortalecimiento de la cadena de frío

Una de las partes más difíciles para garantizar que la vacunación llegue a todos los rincones de Chiapas es la cadena de frío, un desafío complejo en el clima tropical. Sin embargo, es clave para asegurar el acceso a las vacunas, y es necesario implementar sistemas de alta calidad que aseguren la protección y la eficacia de las vacunas.

Atención a las brechas

Otra clave reside en tejer puentes hacia comunidades que han sido olvidadas por servicios de salud, buscando revertir las brechas. En estas comunidades, donde la presencia de los servicios de salud es tan lejana como una ilusión, se vuelve crucial establecer metas alcanzables para aumentar esquemas completos de vacunación. El retorno a la educación presencial brinda una valiosa oportunidad para activar las campañas de vacunación, aprovechando el sistema educativo como plataforma para difundir información.

Alcanzar a las comunidades vulnerables

Dentro de la reversión de las brechas de equidad de salud, urge la necesidad de campañas de vacunación que lleguen directamente a comunidades remotas, vulnerables, alejadas, u olvidadas, con un enfoque desde sus contextos locales, lenguas indígenas y prácticas culturales.

Las campañas continuas e informativas de concienciación sobre la vacunación, centradas en desmitificar y abordar las dudas sobre las vacunas, son fundamentales para mantener actualizados los calendarios de vacunación y educar a la población sobre el impacto positivo en la sociedad, la economía y la salud pública.

Colaboración con la sociedad civil

La lucha en Chiapas no puede ser librada en solitario. La participación de las organizaciones de la sociedad civil es clave, y en su participación activa, se construye un puente entre lo gubernamental y lo ciudadano. Esta alianza impulsa la democracia saludable, señalando los rincones olvidados de la legislación.

Es cierto que esta carga no recae en sus hombros, pero el eco resuena cuando las instituciones gubernamentales no hacen lo suficiente, urgiendo un cambio desde la opinión y la acción pública.

¿Qué sigue?

El reloj avanza, marcando el pulso de una realidad urgente en Chiapas y en todo el país. La vacunación universal, lejos de ser un capricho, es un derecho humano fundamental. Esta necesidad se desvanece en Chiapas, una llama frágil que clama por ser avivada tras las bajas tasas de vacunación. Fortaleciendo los cimientos de la infraestructura, implementando estrategias alcanzables y tejiendo una nueva narrativa.

Ahora más que nunca, es hora de priorizar el bienestar de los niños y del futuro, asegurando que nadie quede rezagado en la búsqueda de una salud y un bienestar universal. El lienzo brillante de Chiapas nos muestra la conexión entre la lucha humana y la paz de la vida mexicana, pero en esta ocasión, debemos escribir un nuevo capítulo, asegurando un futuro más saludable y resiliente para Chiapas y para México.

Opinión

Francisco: el futbolista que soñaba con ayudar a los pobres. Por Caleb Ordoñez Talavera

En un mundo donde los líderes suelen subir al poder sobre pedestales dorados, Jorge Mario Bergoglio eligió las sandalias del pescador. Aquel argentino que un día fue arquero de fútbol, amante del tango y de los libros de Dostoyevski, se convirtió en Papa y jamás olvidó de dónde venía. Francisco no fue un pontífice cualquiera; fue un Papa de carne y hueso. De esos que uno siente que podría toparse en la fila de las tortillas, con una sonrisa serena y una mirada que, sin mucho ruido, te abraza el alma.

Francisco ha sido, sin lugar a dudas, el Papa más disruptivo en siglos. No porque haya roto dogmas —la estructura doctrinal sigue firme—, sino porque le dio un rostro distinto a la Iglesia Católica. Dejó de lado la solemnidad acartonada y abrazó la humildad. Cambió el papamóvil blindado por un Fiat, rechazó vivir en los lujosos aposentos vaticanos y optó por una residencia sencilla. El “Vicario de Cristo” en la tierra eligió la austeridad, no por estrategia, sino por convicción.

Pero su verdadera revolución fue moral y emocional. Francisco no gritaba desde el púlpito: escuchaba desde las banquetas. Su papado se volcó en los márgenes, allí donde duele el hambre, la exclusión y el olvido. Su voz fue trinchera para los migrantes, los pobres, los ancianos, los refugiados.

Muchos lo criticaron por “idealista”, como si eso fuera pecado. Pero Francisco no era ingenuo, era valiente. Sabía que sus llamados a la justicia social incomodaban a muchos en las cúpulas de poder, tanto eclesiásticas como políticas. Sin embargo, nunca dio marcha atrás. “Quiero una Iglesia pobre para los pobres”, dijo al iniciar su pontificado. Y no era una frase para los titulares: era su hoja de ruta.

En tiempos donde la migración se convirtió en moneda electoral, el Papa Francisco insistía en recordar lo esencial: los migrantes no son cifras, son personas. Los visitó en las fronteras de Europa, lloró con ellos, oró con ellos, los abrazó. Nunca usó una cruz de oro; la suya era de hierro, sencilla, como el corazón que la portaba.

No fue un teólogo de escritorio. Fue un pastor que olía a oveja. Supo enfrentarse al clericalismo con una sonrisa y un gesto firme. Habló de ecología cuando el mundo prefería mirar al petróleo, habló de inclusión cuando otros aún discutían si las puertas de la Iglesia debían estar abiertas. Fue reformador no porque cambiara leyes, sino porque cambió la conversación.

Y entre todas sus aficiones —el cine italiano, la literatura rusa, la cocina porteña— hay una que siempre lo delató como el más humano de los líderes: el fútbol. Fan acérrimo del equipo San Lorenzo, seguía los resultados con la emoción de un niño. Para Francisco, el fútbol era una metáfora del Evangelio: todos juntos, diferentes, pero con un solo objetivo. “Lo importante no es meter goles, sino jugar en equipo”, decía.

El balón lo extrañará. La pelota, esa esfera rebelde que tantas veces desafía la gravedad, ha perdido a uno de sus poetas silenciosos. No se sabe si en el Vaticano habrá canchas, pero estoy seguro de que Francisco supo lo que es gritar un gol desde el alma.

Su legado es más que palabras. Está en los corazones de quienes alguna vez se sintieron excluidos. Está en cada migrante al que se le extendió la mano, en cada comunidad indígena que se sintió escuchada, en cada creyente que volvió a mirar a la Iglesia con esperanza y no con miedo.

El Papa Francisco nos recordó que la fe sin amor es un cascarón vacío. Que la Iglesia, si no camina con el pueblo, se convierte en museo. Que el Evangelio no es para adornar discursos, sino para incomodar a los cómodos y consolar a los que duelen.

Francisco será recordado como el Papa de los gestos pequeños, de las palabras enormes, del corazón abierto. No hizo milagros, pero hizo lo más difícil: cambiar el alma de una institución milenaria con solo mirar a los ojos de los pobres y decirles: “ustedes son el centro”. Y en tiempos donde el cinismo dentro de la política y en todos los medios cotiza alto, eso es ya un milagro.

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