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Rinde protesta Lucia Chavira como directora general del DIF Municipal de Juárez

El Sistema para el Desarrollo Integral de la Familia de Juárez (DIF) da la bienvenida a Lucía Chavira como directora general de la institución, después de un destacado desempeño como director de Luis Hasán Ortíz Enríquez a quien se le designó como coordinador del Sistema Municipal de Protección Integral de Niñas, Niños y Adolescentes (SIPINNA).

Estoy muy agradecida con el presidente municipal, con la señora Rubí Enríquez y miembros del honorable cabildo de Ciudad Juárez, estoy asumiendo esta responsabilidad muy contenta con mucho compromiso con la comunidad juarense”, señaló Lucia Chavira después de la toma de protesta.

La funcionaria con una sólida trayectoria como servidora pública, fue directora general del DIF Estatal en el periodo de 2004 a 2010 y también del DIF Municipal Chihuahua de 1998 a 2004. Su nombre completo es Lucía Denisse Chavira Acosta, es licenciada en derecho por la Universidad Autónoma de Chihuahua y cuenta con una maestría en Derechos Humanos por la Universidad Autónoma de Chihuahua en coordinación con la Comisión Nacional de Derechos Humanos.

En su amplio currículo, destaca su participación como voluntaria en organizaciones de la sociedad civil como miembro del Patronato de Centros de Integración Juvenil, presidenta del Consejo Directivo de Fátima IBP y consejera ciudadana del Consejo Consultivo del Instituto Chihuahuense de las Mujeres.

“Mucho trabajo por hacer. La presidenta tiene ya metas trazadas muy bien definidas entre las que destacan los programas integrales de bienestar dirigidos a niñas, niños y adolescentes, los adultos mayores y personas con discapacidad. Estaremos poniendo en marcha un plan de desarrollo humano para las familias”’, subrayo.

Opinión

Emilia Pérez: Una Mirada Cuestionada sobre México Por: Sigrid Moctezuma

En un mundo donde el cine es tanto un arte como una poderosa herramienta de representación cultural, las películas que abordan la identidad de un país llevan consigo una gran responsabilidad. Tal es el caso de Emilia Pérez, una cinta que, aunque prometía ser un relato innovador, ha generado un torrente de críticas por su visión estereotipada y su superficialidad al retratar la cultura nacional.

Descrita por sus creadores como un “narco-musical”, Emilia Pérez sorprendió al ganar cuatro Globos de Oro, lo que dejó en evidencia una desconexión entre las audiencias internacionales y la percepción mexicana. Mientras en el extranjero se celebra como un experimento cinematográfico audaz, aquí ha sido criticada por perpetuar clichés culturales que parecen sacados de una postal turística, ignorando las complejidades del México actual. Aunque su mezcla de comedia, drama y música despertó curiosidad inicial, para muchos terminó siendo un recordatorio de cómo los estereotipos siguen dominando la narrativa global.

Uno de los puntos de mayor desagrado ha sido la manera en que la película aborda temas sensibles como la identidad de género y la narcocultura. Si bien es positivo que estas cuestiones tengan espacio en la narrativa cinematográfica, en Emilia Pérez se sienten tratadas con una ligereza que no honra su trascendencia. Los personajes, en lugar de reflejar matices reales, se convierten en caricaturas que difícilmente conectan con el público.

Las críticas no solo vienen de los espectadores, sino también de sectores especializados en cine y cultura. Se ha señalado que la película parece diseñada para un público extranjero que consume el «México pintoresco», mientras ignora las voces y experiencias auténticas que definen al país. Lo que representa una oportunidad desperdiciada para proyectar un discurso que sea fiel a nuestra riqueza cultural y social.

Este fenómeno no es nuevo en el cine. Muchas producciones internacionales han intentado capturar supuestamente nuestra esencia, pero terminan cayendo en la trampa: el mariachi omnipresente, las cantinas llenas de tequila y la violencia gratuita. Emilia Pérez, desafortunadamente, parece sumar su nombre a esta lista.

No obstante, este tipo de reacciones también abre un espacio importante para la reflexión. La discusión que surge de estas películas pone sobre la mesa la necesidad de que seamos nosotros quienes contemos nuestras propias historias, desde múltiples perspectivas. Es imperativo que el relato cinematográfico internacional comience a escuchar más atentamente las voces locales y trabajen en colaboración para evitar simplificaciones que diluyan nuestra esencia.

En un mundo donde las plataformas digitales hacen que el cine viaje más rápido que nunca, la responsabilidad de representar adecuadamente a un país se vuelve aún más crucial. La recepción de Emilia Pérez debería servir como un recordatorio de que no somos un concepto único y fácil de definir, sino una amalgama compleja de historias, tradiciones y modernidades.

Quizá, en el futuro, podamos ver más producciones que tomen este desafío en serio, dejando de lado las visiones simplistas. Porque México, con todas sus luces y sombras, merece ser contado con verdad y profundidad.

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