“Las personas transgénero y sus necesidades permanecen poco comprendidas, no solo por los encargados de la atención en salud, sino, generalmente, por la sociedad. La ausencia de información apropiada, junto con la desinformación, producen estigmas y prejuicios que conducen a la discriminación, al acoso y al abuso, con alarmantes consecuencias para su salud y su bienestar”.
Con ese párrafo la revista The Lancet, una de las más prestigiosas en el mundo médico, introduce la serie de artículos que publicó hace unos días y con la que pretende llamar la atención sobre un problema al que los gobiernos parecen no prestarle mucha atención: la salud de las personas transgénero.
“Es un esfuerzo”, escriben los autores, “por comprender y proporcionar un marco de trabajo para mejorar la salud y la vida de este grupo a nivel mundial”.
De acuerdo a las investigaciones que publica la revista, hay cifras que resultan inquietantes y que merecen una mirada mucho más detallada. Por ejemplo: el 60% de los 25 millones de personas que hacen parte de esta población sufren de depresión. O: buena parte de ellos están expuestos a entornos de exclusión que favorecen la adopción de comportamientos que generan riesgos en salud como la prostitución. Ejercerla aumenta en un 50% las probabilidades de contraer VIH.
“Los estudios documentan consistentemente una alta prevalencia de resultados adversos para la salud en esta población, incluyendo el VIH y otras infecciones de transmisión sexual, alteración de la salud mental, y el uso y abuso de sustancias”, escribe el grupo encabezado por el doctor Sari Reisner de la Escuela de Medicina de Harvard.
Además, como lo registra The Lancet, hay otra amenaza que supone un riesgo mortal: entre 2008 y 2016 hubo 2.115 asesinatos de personas transgénero.
Ante esos registros, los investigadores proponen al mundo atender a esta población desde un enfoque integral de la salud pública, donde exista más información y haya unos sistemas mejorados que presten servicios de calidad. También, explican, es necesario que quienes desarrollan los estudios epidemiológicos incluyan en sus análisis a estos grupos, pues existen pocos datos para analizar su salud. Así mismo, hacen un llamado para que los médicos reciban mejor información que les permita comprender las necesidades sanitarias de las personas trans.
Entre las medidas concretas que solicitan los autores de los trabajos, está un reclamo a la Organización Mundial de la Salud (OMS) para que los tratamientos de estas personas no estén ubicados en el capítulo de trastornos mentales y de comportamiento, sino en la sección de salud sexual. Eso, sugieren, es esencial para empezar a romper con el estigma social.
De igual forma solicitan que los tratamientos hormonales estén financiados de la misma manera que el resto de tratamientos de la salud y que se eliminen las cirugías en los recién nacidos para definir su sexo cuando los genitales son ambiguos. Lo ideal, dicen, es retrasarla hasta que el niño tenga una identidad de género clara.
“Aprender a aceptarnos a nosotros mismos (y a los otros), es un desafío universal para todos”, escribe el dcotro Reisner. “Las personas transgénero se enfrentan a muchos desafíos que las privan de oportunidades y de dignidad, llevándolos hacia los márgenes de las sociedades, y perjudicando su salud mental y física”.
El Espectador